Ms. Marvel

El supervillano es Marvel Studios Por Yago Paris

Creado en 2013, y con serie propia en 2014, el personaje de Kamala Khan/Ms. Marvel es uno de los más celebrados de la Marvel Comics de los últimos años. La clave del éxito se debe, probablemente, a la estimulante compenetración que se tejió entre los guiones de G. Willow Wilson, los dibujos de Adrian Alphona y los colores de Ian Herring, lo que dio lugar a un trabajo cohesionado, capaz de transmitir las ideas centrales del relato a través del fondo y de la forma. Otro aspecto determinante quizás sea su abierta voluntad de ser un producto sencillo, sin grandes aspavientos formales ni ambiciosos arcos narrativos. Situada en la humilde Nueva Jersey, siempre a la sombra de la colosal Nueva York, la historia narra el día a día de Kamala Khan, una adolescente estadounidense que pertenece a una familia pakistaní —lo que la convierte en la primera superheroína musulmana de la editorial—. La autoconsciencia, y su explotación cómica, es una de las señas de identidad características del personaje, que se desarrolla en un mundo donde, aparte de existir los demás superhéroes —algo habitual en el canon Marvel, al que este personaje pertenece—, hay una clara consciencia mediática de los mismos. Esto se refleja en el hecho de que la joven sea una fanática de estos personajes, referentes fundamentales durante su desarrollo personal, con especial mención a Carol Danvers/Capitana Marvel. Esta asunción de personaje de segunda fila, de superheroína que se limita a ayudar a los vecinos del barrio —en la línea de los primeros pasos de Peter Parker/Spider-Man— funciona, en realidad, a su favor. Las historias giran en torno a su vida en el instituto, con todos los conflictos adolescentes habituales, tales como el surgimiento del primer amor, el valor de la amistad, la importancia que se le concede a la aceptación pública, y especialmente los conflictos relacionados con la identidad propia y la necesidad de encontrar un lugar en el mundo. Pasado por el filtro del humor desenfadado y un toque hipster, que podría recordar a obras como Juno (Jason Reitman, 2007), la serie originaria de cómics de Ms. Marvel funciona con soltura como comedia de instituto que trata de congeniar con las narrativas habituales asociadas a lo superheroico.

I. Supersitcom Disney Channel

Ms. Marvel (Bisha K. Ali, 2022), la adaptación de Marvel-Disney a la pequeña pantalla del streaming en formato serie, toma como referente evidente las creaciones de Wilson-Alphona-Herring, hasta el punto de que, en los títulos de crédito del final de cada episodio, aparecen dibujos del personaje impresos en las imágenes de acción real. Se trata de uno de los casos del Universo Cinematográfico de Marvel (UCM) donde la adaptación se ha acercado más a la literalidad. Sin embargo, una serie de modificaciones tonales permiten que, al mismo tiempo, la serie sea algo ligeramente distinto. Este experimento ofrece estimulantes lecturas analíticas, si se tiene en cuenta la productora detrás del proyecto. En última instancia, lo que Marvel-Disney ha desarrollado es la versión superheroica de las múltiples sitcoms Disney Channel que durante décadas han poblado el canal de televisión. Es el caso de obras como Lizzie McGuire (Terri Minsky, 2001-2004), K.C. Agente Especial (K.C. Undercover, Corinne Marshall, 2015-2018) o Hannah Montana (Michael Poryes, 2006-2010). En la primera se refleja por su aire soñador, como se expone en las intrusiones de fragmentos de animación que representan de manera caricaturesca lo que está aconteciendo en el mundo de acción real. En Ms. Marvel se producen estas rupturas entre acción real y animación, no solo en los citados títulos de crédito, sino a lo largo de los capítulos que transcurren en Nueva Jersey, donde, por ejemplo, partes del escenario se transforman en textos o emoticonos de chat. Otro aspecto que conecta ambas series es la dificultad para encajar en el microcosmos del instituto. Kamala (Iman Vellani), al igual que Lizzie (Hilary Duff), no es una chica que sufra bullying, pero tampoco es especialmente popular y, en cierta manera, es vista por el grueso del instituto como una perdedora, lo que la condena a vivir en un ecosistema agresivo y reduce su círculo de amistades a dos amigos, Bruno (Matt Lintz) y Nakia (Yasmeen Fletcher), cuyo estatus social es similar.

Si Ms. Marvel se puede asociar a Lizzie McGuire por la forma y la vida en el instituto, con las otras dos sitcoms comparte dos aspectos íntimamente asociados a la identidad superheroica. Por un lado, K.C. Agente Especial narra las aventuras como agente especial de K.C. Cooper (Zendaya), que compagina, muchas veces a duras penas —lo que resulta en situaciones cómicas—, con su vida como adolescente en un instituto. Por otro, Hannah Montana expone la doble vida de Miley Stewart (Miley Cyrus), cuyo álter ego, que da nombre a la serie, es una cantante de rotundo éxito mediático. Ambas visiones de la identidad secreta se dan cita en el personaje de Ms. Marvel, como es habitual en lo superheroico: la identidad secreta y la identidad mediática. Es el hecho de que transcurran en un instituto, y de que la identidad pública se vea afectada de maneras similares, lo que conecta de manera directa la serie de Marvel con las citadas sitcoms de Disney Channel.

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Otro aspecto fundamental del cambio de los cómics originales a la adaptación televisiva se observa en el tono, y se deriva directamente de lo expresado en torno a la sitcom. Si las historietas apelan a un público entre tardoadolescente y young adult, las sitcoms Disney Channel están dirigidas a un target infantil y preadolescente. Esto se refleja en la manera de abordar la ficción en Ms. Marvel, comparativamente más infantil que el resto de producciones del UCM. Destaca el desarrollo de una protagonista cartoonesca, que se pasa la mitad del tiempo en ensoñaciones y comunica su estado de perenne exaltación emotiva mediante el uso de simpáticas muecas de todo tipo. Otros aspectos propios de estas ficciones suelen ser la elaboración de planes enrevesados, donde se utilizan espacios y utensilios propios de la cotidianidad como elementos de acción —como se observa en el primer y el último episodios de la serie—, así como la aparición de unos villanos cómicamente malignos (la DODC, o Department of Damage Control) o la enorme importancia que se le concede a la familia —en este caso, a las relaciones maternofiliales, que se exploran a lo largo de diferentes generaciones—. Todo esto es así porque, en el fondo, la sitcom Disney Channel es una variante de la ficción familiar, a la que Ms. Marvel también pertenece.

II. Narrativas adolescentes

Si las ficciones superheroicas acostumbran a versar sobre el solapamiento de identidades y la dificultad para alcanzar un equilibrio entre ellas, las ficciones adolescentes se suelen centrar en la forja de una única identidad, en la aspiración a consolidar las diferentes piezas que convierten a la persona en un ente compacto, homogéneo, reconocible e identificable. En conjunto, se podría entender que las ficciones sobre superhéroes adolescentes acostumbran a abordar la forja en paralelo de las dos identidades, tanto la pública como la secreta, tanto la humana como la superheroica. Este es el caso de Kamala Khan/Ms. Marvel, un personaje que recuerda especialmente al Peter Parker/Spider-Man del UCM, con especial mención a Spider-Man: Homecoming (Jon Watts, 2017), donde el joven protagonista comienza a desarrollar sus poderes mientras todavía acude al instituto. Esto plantea los primeros dilemas: ¿Quiere uno ser un superhéroe? ¿Qué precio se debe pagar? ¿Qué se está dispuesto a sacrificar en una época donde el fear of missing out (FOMO) es acuciante? Y, lo más importante, ¿tiene uno, como adolescente, la madurez suficiente para afrontar peligros y responsabilidades más propios del mundo adulto?

Sin embargo, el gran acierto de Ms. Marvel es su voluntad de mantener la narración en lo cotidiano, en el corto alcance. Esto se refleja en el primer episodio, La Generación Por Qué (Generation Why), a la postre el mejor episodio de la serie, y uno de los pilotos con mayor personalidad de la sección seriada del UCM. En él se construyen los cimientos que permitirán el desarrollo de un arco narrativo en torno a la protagonista, centrado en decidir qué quiere hacer con su vida. Esto se manifiesta principalmente en la identidad pública, ya que el personaje comienza la historia sin haber adquirido sus superpoderes. A lo largo del episodio, el director del instituto tiene una reunión con la joven para forzarla a dejar de ensoñarse y comenzar a pensar seriamente en su futuro. Al mismo tiempo, se plantea el habitual motivo visual del personaje ante el espejo, símbolo de la exploración identitaria, que en este caso se produce con ella observándose llevando dos trajes, que no terminan de convertirse en su segunda piel: primero se observa con un traje tradicional de su cultura, en el que sin duda no se siente cómoda; posteriormente se observa luciendo un traje de cosplay de Capitana Marvel, que le gusta pero no termina de encajarle, como si no terminara de representarla.

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Esta circunstancia refleja un tema recurrente en las ficciones adolescentes, que es el de las inseguridades y las malas relaciones con el cuerpo. La escena donde se observa en el espejo con el quizás demasiado apretado traje de superheroína, así como otra en la que se cambia con timidez en el vestuario del instituto, hablan de una chica que no se siente cómoda con su anatomía, que probablemente no considere que es suficientemente atractiva, si se compara con la manera en que habitualmente se dibuja el cuerpo superheroico femenino. Como consecuencia, Kamala es una chica insegura, que camina por el instituto tratando de pasar desapercibida y evitando los conflictos. Dos escenas complementarias, una perteneciente al primer episodio, y otra al segundo, Pillada (Crushed), exponen con sencillez esta circunstancia. En ambas se produce un mismo evento rutinario: recorrer el pasillo del instituto, camino a clase. Si en la primera la vida le pasa por encima, en la segunda se muestra confiada y capaz de afrontar los pequeños retos cotidianos, así como de hacerse valer y respetar. Esto se debe a que, en el tiempo transcurrido entre ambas escenas, Kamala ha obtenido sus superpoderes, los cuales, aunque no los domina, permiten hacerle sentir que su vida puede ser distinta, que puede alcanzar aquello que siempre ha querido ser, en una construcción dramática donde una identidad influye sobre la otra. Otro evento, como el de conocer a Kamran (Rish Shah), un chico atractivo que, de manera inesperada —a ojos de Kamala—, se fija en ella, dispara su autoestima. Esto se representa en la escena musical que se produce inmediatamente después en su casa, tras haber vuelto de la fiesta en la que el encuentro ha tenido lugar. Lo más destacable de esta escena, así como del personaje, es que dista de ser un cuerpo canónicamente bello que se expresa con movimientos gráciles. Su atractivo reside, precisamente, en la capacidad para transmitir esas emociones de manera torpe pero apasionada. Como ocurría en otra ficción de Disney, Red (Turning Red, Domee Shi, 2022), el carisma surge de creer en una misma sin que importe el talento. Aunque el nivel animador que se muestra en la producción de Pixar es por momentos extraordinario —cuenta con un excelente prólogo—, y no se puede decir lo mismo de la serie de Marvel en el ámbito paralelo de la acción real, el espíritu de la propuesta es similar.

Otra similitud entre estas dos ficciones se da en la idea del cuerpo en descontrol, otro motivo habitual de la adolescencia, donde la pubertad transforma las anatomías externas y los sistemas hormonales internos, en procesos que por momentos pueden transmitir la sensación de que uno no tiene control de nada de lo que sucede en su organismo y los resultados pueden ser embarazosos. Esto se representa en Red, al menos aparentemente, y de manera simbólica, mediante las transformaciones de la protagonista en un panda rojo gigante. En Ms. Marvel, la idea se explora en el segundo episodio en momentos donde los poderes de la protagonista comienzan a manifestarse en contra de su voluntad, pues todavía no es capaz de dominarlos, por no entender su naturaleza. Lejos de ser una idea novedosa, esta es una de las bases de las narraciones en torno a los X-Men, cuyos poderes, de manera simbólica, se manifiestan en la adolescencia, y en muchos casos son dones difícilmente controlables, que pueden incluso poner en peligro la integridad de quien los porta. Sin embargo, esta subtrama se diluye con el paso de los episodios y acaba por no tener demasiada relevancia en el resultado final del relato, a diferencia de lo comentado en torno a la identidad, que a la postre se convierte en la idea central de la serie. A lo largo del metraje se dan diferentes situaciones que fuerzan que Kamala se cuestione cuál debe ser su nombre e imagen superheroicas, destacando su negativa a que otros decidan por ella. La joven rechaza ser llamada Night Light o Noor Girl, y a lo largo del metraje de la serie va añadiendo diferentes modificaciones a su traje, que permiten que lo que inicialmente era una copia de la indumentaria de Capitana Marvel se convierta en una variante con personalidad propia, la de Ms. Marvel, nombre que decide ella, apoyada por su familia —la inspiración para «Marvel» se la da su padre, mientras que la inspiración para su símbolo proviene de su madre—. De manera paulatina, la adolescente va teniendo experiencias vitales que la llevan a descubrirse a sí misma, como se refleja en la confección de su identidad superheroica, algo para lo que el rol de su familia juega un papel destacado, como cabría esperar en una ficción tan cercana a una sitcom Disney Channel.

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III. Relaciones maternofiliales

La reflexión en torno a la familia y su importancia en la configuración emocional de los personajes protagonistas del relato es una de las cuestiones fundamentales de las ficciones familiares, a las que pertenece el modelo que se podría denominar sitcom Disney Channel. En el caso de Ms. Marvel, el foco se coloca específicamente en la relación entre madres e hijas a lo largo de varias generaciones pertenecientes a una misma familia, lo que permite explorar el pasado de Kamala Khan, para así entender mejor las circunstancias de su presente y su rol de superheroína potencial. Se teje, por tanto, un arco de conexión entre la madre y la hija, con una inicial tirantez, tan propia de las narraciones adolescentes, que poco a poco evoluciona hacia la conciliación, mediada por una serie de circunstancias que permiten que ambos personajes puedan entenderse. Esto se refleja en el primer capítulo, donde Muneeba (Zenobia Shroff), la madre de Kamala, le dice abiertamente que no confía en ella, lo que contrasta con una situación homóloga que se produce en el sexto episodio, donde la madre expresa abiertamente su confianza en su hija. Esto se refuerza por el hecho de que es Muneeba quien confecciona el traje superheroico que finalmente utilizará Kamala, y además le diseña el logo de la superheroína, inspirada por un fragmento del colgante que la protagonista porta durante todo el relato —que lleva su nombre escrito en urdu—. Es decir, la familia —en este caso, principalmente la madre— es fundamental para forjar la personalidad superheroica de la protagonista.

Las tiranteces en el ámbito personal permiten una liviana reflexión en torno a la cultura pakistaní, comparativamente más restrictiva que la estadounidense en la que viven. Aunque bondadosos, los padres de Kamala son estrictos y no le permiten participar en actividades propias del tiempo de ocio de una adolescente, lo que da pie a la ruptura inicial con sus padres: la joven se escapa de casa para acudir a la AvengerCon, un evento para fans de los superhéroes, y es descubierta cuando trata de colarse de nuevo en casa, a su vuelta. Esta circunstancia se complementa con la manera en que Kamala gestiona la información referente a su nuevo rol como superheroína. Como ocurre en las ficciones del UCM, donde los superhéroes no contemplan la necesidad de que la identidad secreta superheroica se mantenga públicamente disociada de la identidad de ciudadano de a pie, Kamala desvela sin demasiados problemas a varias personas su condición de superheroína, a pesar de que apenas lleva tiempo siéndolo, y, especialmente en el caso de Kamran, a pesar de que acaba de conocerlo y en realidad no tiene pruebas de que pueda fiarse de él. Sin embargo, no se plantea la posibilidad de informar a su familia, pues es consciente del terremoto que esta noticia causaría en su hogar. Sin embargo, es en el último capítulo, una vez ha hecho las paces con su madre y ha establecido una relación de confianza —que pasaba, en buena medida, por la necesidad de que la madre aceptara que su hija es un ser independiente con capacidad de decisión—, cuando se ve cómoda exponiendo las circunstancias al resto de sus familiares, quienes reaccionan, esta vez ya sí, apoyándola. Esta situación, sumada a la manera en que Yusuf (Mohan Kapur), el padre de Kamala, la inspira para terminar de dar forma a su identidad superheroica —esta vez, decidiendo cuál será el nombre de su álter ego—, permite cerrar la subtrama relacionada con la importancia de la familia como punto de apoyo emocional en momentos complicados, como lo son todos los que vive una adolescente que se ve forzada, aunque también inspirada, a ser una superheroína.

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IV. Ms. Marvel como ficción del UCM

A estas alturas resulta complicado no ver Marvel Studios como una maquinaria bien afinada para la construcción de un modelo de ficción claro, manejable y sin aristas, lo que habitualmente repercute en los valores creativos de sus productos. Las ficciones del estudio cada vez son menos estimulantes, con contadas excepciones, y Ms. Marvel no es una de ellas. A pesar de que el piloto de la serie consigue armar un universo diferenciado y con cierta personalidad, esto se pierde en el momento en que la narración debe rendir cuentas ante un ente superior, que es el del universo expandido y la idea que Marvel tiene de lo superheroico. En el UCM, el conjunto es más importante que cada parte por separado, y esta rigidez a la hora de desarrollar cada proyecto provoca que, o bien las ficciones partan mermadas por esta imposición, o bien que, en el caso de aquellas que consiguen desligarse lo suficiente del conjunto, tarde o temprano deban claudicar ante el orden regidor. En este segundo caso, se puede establecer una suerte de juego analítico, que consiste en analizar cuándo la ficción pasa de ser algo diferente a convertirse en «otra entrega más de Marvel». En el caso de la serie que nos ocupa, se podría decir que esto comienza en el tercer episodio, Destinada (Destined), donde las formas y los tonos de los dos primeros episodios dan paso a la necesidad de encajar en el modelo Marvel, que consiste en una aglomeración de batallas, explicaciones sobre el universo expandido y planes más grandes que la vida.

En esta ocasión, todo se tuerce a partir de la incursión de los Clandestinos, un grupo de seres pertenecientes a otra dimensión, con superpoderes y con apariencias humanas multiculturales, que, ya simplemente por su sospechosa similitud con la que quizás sea la peor obra de Marvel hasta la fecha, Eternals (Chloé Zhao, 2021), nos permite anticipar que la inclusión de esta subtrama probablemente no haya sido la mejor decisión creativa. A raíz de este evento, la narración pierde el carisma teen que la serie portaba hasta entonces, dando pie a una especie de lánguido exotismo —la boda del hermano de Kamala— cuyas formas audiovisuales transicionan hacia la imagen-nada propia de Marvel. Lo que sucede en los siguientes episodios no mejora lo expuesto en este tercer capítulo, sino que redundan en una vacua representación de otras culturas, como también ocurría a partir del tercer episodio de Caballero Luna (Moon Knight, Jeremy Slater, 2022). Con esta serie comparte no solo la incursión desnortada en otros países y culturas, sino un tratamiento de la acción cercana a la de la saga Bourne (2002-2016), donde los bulliciosos escenarios urbanos albergan persecuciones basadas en la improvisación constante y el uso de objetos del entorno como herramientas de batalla. Cabe destacar a este respecto que, al menos, existe en Ms. Marvel una apuesta más estimulante por el desenfreno desvergonzado, como sucede en el cuarto episodio, En cólera (Seeing Red), donde la presentación de la sociedad secreta conocida como La Orden de las Dagas Rojas permite la conexión de la serie con ficciones de aventura exótica desacomplejada, lo que redunda en capítulos que, aunque mediocres, al menos cuentan con un espíritu lúdico superior al de la solemnidad de Caballero Luna. En este sentido, probablemente la decisión creativa más valiosa consiste en la atención que se le dedica al pasado de Kamala en el quinto capítulo, Una y otra vez (Time and Again), donde la narración no solo se toma un respiro de las prisas habituales con que la maquinaria Marvel actualmente expone sus ideas, sino que profundiza en aspectos alejados de la trama principal, hasta el punto de que, por momentos, la aproximación narrativa recuerda al sonado capítulo octavo de la segunda temporada de Westworld (Jonathan Nolan, Lisa Joy, 2016-), que lleva por nombre Kiksuya, donde la acción se separa completamente de los acontecimientos centrales para contar una historia prácticamente desligada del resto.

Pocas virtudes más deja esta excursión exótica, sobre todo teniendo en cuenta lo que acontece en el sexto y último episodio de la temporada, Atípica (No Normal). La historia retorna al instituto de manera literal, lo que conlleva, de manera secundaria, un retorno a las esencias de los dos primeros episodios, culminando en un nada desdeñable aprovechamiento de la arquitectura del edificio escolar como espacio de acción. La mejora en los valores generales del relato permiten extraer como conclusión que la serie nunca tendría que haber abandonado el perímetro de la institución de enseñanza, y que al tono le hubiera sentado mejor una mayor exploración de la sitcom Disney Channel, desbaratada en el momento en que se imponen los requerimientos de la ficción Marvel. La manera en que el estudio sabotea sus propias ficciones es clamorosa, y, aunque probablemente Ms. Marvel en cualquier caso nunca hubiera sido una producción de altos vuelos creativos, se intuye que el resultado podría haber sido francamente más satisfactorio. Precisamente como le ocurre a Red, otra obra que comienza siendo un tipo de ficción —comedia heredera de los animes alocados de instituto—, y acaba siendo saboteada por la imposición de evolucionar hacia algo bien distinto —precisamente, un tanteo de la ficción superheroica—, Ms. Marvel es valiosa hasta que se ve forzada a ser «otra ficción superheroica Marvel más». Teniendo en cuenta el desastroso recibimiento que está teniendo She-Hulk: Abogada Hulka (She-Hulk: Attorney at Law, Jessica Gao, 2022), la nueva serie del estudio, quizás sea un buen momento para que nos planteemos seriamente qué entendemos por ficción superheroica y de qué manera Disney-Marvel está arrasando, marcando un antes y un después, en la ficción blockbuster a costa de mermar progresivamente los valores cinematográficos.

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