Murieron por encima de sus posibilidades
Reflexiones satíricas de un camaleónico Lacuesta Por Paula López Montero
“Si Franco hubiese montado unas elecciones en 1965, probablemente las habría ganado”
A la hora de abordar una crítica siempre influyen muchas cosas: estados de ánimo, circunstancias, influencias, textos a la espalda y más si se trata de películas con renombre que acaban eclipsando la reflexión propia, o de los booms mediáticos deliberados por los propios medios de comunicación.
Esta crítica sobre Murieron por encima de sus posibilidades ha sido un trabajo de campo, sin influencia alguna más que lo contingente en el intervalo entre salir del cine y el llegar a la pequeña pantalla del ordenador a re-escribir. Habiendo escrito el texto que viene a continuación, sólo me quedaba hacer una pequeña introducción al por qué de mi punto de vista (yo también considero que en las diferencias de opiniones está el enriquecimiento), pero de nada sirve construir un argumento desde la efervescencia, desde las circunstancias y ecos personales, porque acaba tiñendo de cosas ajenas que van más allá de la pantalla. Se puede odiar a un director, actor, pero se puede valorar su trabajo por encima de ello. El por qué de ésta introducción es porque a veces me llama la atención las críticas de los grandes grupos de prensa de este país. Me da la sensación de que esos críticos estancados en altos cargos, con re-re-nombre, dicen ya lo que les viene en gana poniendo su sello el cual vale más que el discurso. En España pasa. Umberto Eco decía que “en cada coito crítico no hacen el amor sino consigo mismos”. Veréis, yo salí de la sala inundada de ironía que a falta de buena crítica nos hace reflexionar e ir más allá. Fue un acierto el de Lacuesta utilizar la sátira en vez de la seriedad para llegar a una mayor parte de la población. Está visto que funciona más el humor que el discurso de alta pedantería. Escribí la crítica y luego me dio por mirar lo que opinaban estos críticos a los que me refiero. “Bochorno” y “vergüenza ajena” se me quedaron clavados. No entendía como se puede ser tan desagradable y despreciar de esa manera un producto cultural. Me parece intransigencia, que más allá de que no guste, quiere dejar claro su posición superior por encima de ello. Pero bueno, no me extraña nada porque así funcionan los altos cargos de este país, y es precisamente (queridos críticos) lo que intenta parodiar Lacuesta. Cazados. Dejo ya las vueltas y las tuercas para el que quiera reflexionar con su crítica. Cada uno que opine lo que quiera, yo escribí lo siguiente:
Isaki Lacuesta acierta con la ironía para sacarnos de la butaca la incomodidad de un discurso que toca todos los pilares sobre los que se sustentan hoy los mandatarios de éste país. Sobre todo incómoda para quien se sienta identificado no precisamente con el elenco de actores que forman la “Panda de Morosos”, sino para aquellos que ven peligrar, con éste poco de concienciación, su posición.
El humor ácido me teletransportó a Relatos Salvajes (Damián Szifrón, 2014), y desde la cercanía de nuestras culturas, me parece que se complementan o que van en la misma línea satírica que busca hacernos reír con matices reflexivos que se saborean al salir de la sala. Puede parecer que ambas utilicen el desasosiego de la población como excusa para vender, pero a mí, metafóricamente, me parece un despertador sonando en los ecos fuera de la sala cinematográfica. Desde luego Lacuesta va mucho más allá de aliarse con las efervescentes revoluciones estudiantiles y se organiza para decirnos que, en el fondo, el control del mundo, hasta el de la revolución, está en manos de alguien a quien no ponemos cara, y que todos (hasta los políticos) somos meros títeres intentando luchar contra el sistema. Por cierto un sistema desmitificado (y ya hacía falta) por Lacuesta.
Últimamente venimos accediendo a ese gusto por el reconocimiento de la taquilla del cine español. Aunque la siguiente comparación pueda parecer desafortunada, creo que el discurso implícito (para aquellos que sepan mirar más allá del estereotipo) en Ocho Apellidos Vascos (Emilio Martínez-Lázaro, 2014) es cercano a la intención de Lacuesta. ¿Por qué? Veréis, Lacuesta es un director (y perdón por la etiqueta) que se ha interesado por los vericuetos de la realidad y ficción con una clara tendencia al documental. Fue pronto reconocido como uno de los mejores directores y documentalistas independientes de este país, llegando a ser más conocido fuera que dentro de las fronteras. Su discurso era serio, reflexivo, cercano, tendiente a establecer una conexión entre la realidad y la ficción, la cultura y la multiculturalidad, los conflictos y las brechas abiertas. El problema siempre viene con el cómo llegar con tu reflexión a un público más amplio… dejar de lado el discurso serio y apostar por la cultura popular a lo Emilio Martínez Lázaro me parece un acierto, e incluso des-encasillarse, renovarse y ofrecernos un texto que tiene una clara intención de diálogo y despierte de concienciación de la población.
En una entrevista de Ángel Quintana, remata todo esto que venimos diciendo con un “Quiero salir del gueto de la cinefilia” y “No creo que se tengan que hacer películas mainstream que claudiquen muchas cosas, ni tampoco películas marcadamente underground para círculos restringidos. Me interesa que el público de Imanol Arias en Cuéntame pueda cruzarse con el público que asiste a los conciertos de Albert Pla, y que la mezcla sea incómoda pero al mismo tiempo que reflexiva” 1
En cuanto a los matices de Murieron por encima de sus posibilidades puedo asomar que es un dardo silbante cuya diana no es más que desmitificar la revolución, la crisis, la política, el desasosiego, el cliché español, los propios movimientos primaverales como el 15M y que apuesta con ello a despertar un espíritu crítico ya muy necesario en este país. Con una trama muy sutil, bajar los impuestos al 51% ya que el 0,08% de la población posee el 80% de las riquezas del mundo. Con frases exacerbadas pero que no hay que tomarse más allá de la ironía y de su acierto: “Esto es la tercera Guerra Mundial solo que en vez de bombas nos tiran cifras y números”. Y nos invita a repensar la política cuya filosofía es “cuando un país está en quiebra le dan más dinero” y “Al final el que más debe es el más rico” y de fondo eso de quien hace la ley hace la trampa. Un claro sarcasmo sobre la previsión de la crisis económica, cuya metáfora es que a los meteoritos sólo sobreviven las cucarachas, y hay que serlo un poco en estos días para salir adelante.
Sutileza irónica con la esencia española: Murieron por encima de sus posibilidades, spas caninos, apariencia, jugárselo todo a una carta, el boom inmobiliario, la sanidad pública, prostitución y drogas, el sistema educativo en especial la universidad, los títeres políticos, etc. Y desvela una posible filosofía para salirse por los vericuetos del sistemas: aparentar no tener dinero para poder esconder fortunas.
Me pareció acertada, incómoda, reflexiva, satírica, un juego multicultural bajo la frontera, y que desde luego sigue por esa línea que ya nos adelantaba tan magistralmente La Leyenda del tiempo (Isaki Lacuesta, 2006)- donde para mi gusto alcanza un matiz filosófico al que pocas películas logran asomarse-, y trata de preguntarnos sobre la esencia de las cosas y sobre todo de la Cultura.
- Isaki Lacuesta, Caiman Cuadernos de Cine, Abril 2015. ↩
Tú también leíste la crítica de Carlos Boyero, ¿verdad, Paula? Menudo imbécil. No sé qué se había fumado cuando la escribió, pero está claro que confundió los términos «crítica» e «insulto». Incluso se atrevió a referirse a Isaki Lacuesta con «este pavo». Valoro que hayas escrito esa pequeña puntualización como introducción a tu crítica, aunque lamento que te vieras obligada a evitar menciones, obviamente para que tu preclara idea de crítica de cine no se confundiera con una declaración de guerra a esos injustamente reputados del gremio, cuya necesidad de marcar territorio hace peligrar la imagen formal de vuestro oficio. Pero no te preocupes, que aquí estoy yo para decir las cosas claras y sin consecuencias:
Los «Carlos Boyero» del mundo cinéfilo están haciendo peligrar el concepto de crítica que todo lector debería tener. Se puede dar una opinión personal sin agredir, despreciar y dar esa imagen arrogante de «tenérselo creído». Parece mentira que tanta prepotencia pueda provenir de alguien que trabaja exponiendo su gusto por algo a lo que tiene acceso gratuito. Qué panda de desgraciados.