Nadie
Fantasías con seguridad Por Lorenzo Ayuso
‘NADIE’ QUIERE SER JOHN WICK
La existencia de Nadie (Nobody, Ilya Naishuller, 2021) va inevitablemente aparejada a la de John Wick (ídem, 2014), en tanto en cuanto esta instituye el valor de una nueva autoría sobre la acción de nuevo cuño estadounidense. Una autoría bicéfala, pues aunque las normas sindicales obligaran a limitar la extensión del crédito de dirección a un solo nombre, había dos realizadores involucrados en la constitución estética de su mitología: junto a Chad Stahelski se sentaba David Leitch, ambos fundadores de la 87/Eleven, compañía puntera dedicada al diseño de lucha escénica y de stunts para grandes producciones hollywoodienses. Coordinados sus pasos profesionales desde los tiempos de aprendizaje dentro de la escuela de artes marciales del ilustre Dan Inosanto, el éxito insospechado de aquella significó también su escisión para emprender carreras paralelas pero opuestas, marcadas por sus respectivos caracteres: Stahelski ha permanecido aferrado a las posibilidades del universo narrativo urdido alrededor de Keanu Reeves, convertido en lucrativa IP para Lionsgate, mientras otros proyectos preasignados se le amontonaban en el trastero del desarrollo sin plazo determinado, siendo el más notable un remake de Los inmortales (Highlander, Russell Mulcahy, 1986); Leitch, por el contrario, ha demostrado mayor visión de negocio brincando de potencial franquicia en franquicia, desde Atómica (Atomic Blonde, 2017), concebida como un futurible vehículo de largo recorrido para Charlize Theron; hasta su incursión en el universo A todo gas con Fast & Furious: Hobbs & Shaw (Fast & Furious Presents: Hobbs & Shaw, 2019), pasando por Deadpool 2 (ídem, 2018). Para el primero, someterse al franquiciado ha servido como condición sine qua non para justificar una progresiva abstracción sublimada en el frenético primer acto de John Wick: Capítulo 3 – Parabellum (John Wick: Chapter 3 – Parabellum, 2019), donde el protagonista confronta en sus hazañas no ya a un villano específico sino al tiempo en sí mismo. Para el segundo, la competición contra el tiempo se modula tras las cámaras, mediante la búsqueda de títulos sobre los que maximizar el aprovechamiento a la par que va afinando su afinidad por el material.
En ese sentido, Nadie no solo está ligada por fuerza a John Wick, sino que surge como una variación muy medida del mismo molde, con Leitch tomando en su labor como productor (en comandita junto a su esposa y socia Kelly McCormick) 1 un papel más relevante en el diseño del filme, por no hablar de la promoción, que el director en sí, Ilya Naishuller. Ese diseño consiste en actualizar las bases del neo-noir con la intensidad cinética del heroic bloodshed hongkonés y con la introducción de los códigos del lenguaje virtual. Al fin y al cabo, ambas comparten al mismo padre sobre la página escrita, Derek Kolstad, quien recicla con palpable autoconsciencia los tropos argumentales que ya configuró en el primero de los largometrajes de la serie: un justiciero urbano encubierto bajo una aparente cotidianidad (John, un exasesino legendario; Hutch, un “auditor”, exejecutor de agencias gubernamentales), obligado a salir del retiro tras un episodio traumático; la inmersión en un submundo de criminalidad casi extemporáneo, ajeno a las pautas del orden establecido; un villano nuevamente ruso como antagonista, obligado a actuar para defender sus vínculos familiares (si Michael Nyqvist debía reaccionar a la afrenta de su hijo a Wick ordenando su ejecución; aquí Aleksey Serebryakov entra en escena para vengar a su hermano, ajusticiado por Hutch); lugares neutrales destinados al intercambio de información, el bienestar y el ocio (frente al hotel Continental administrado por Ian McShane, la exquisita barbería regentada por Colin Salmon); y hasta la intervención de viejos aliados con parecidas habilidades y aptitudes (Willem Dafoe y The RZA, respectivamente, francotiradores de élite en segundo plano). La imitación implica no solo un empleo de terminologías similares, sino la réplica de secuencias concretas, como la del allanamiento del hogar del héroe, capacitado para neutralizar a sus asaltantes en solitario, o la de la destrucción de las arcas mafiosas, acción en venganza por el hecho anterior; pero también se aplica a la reutilización de piezas musicales. Hay que destacar a ese respecto el uso de la versión de The Impossible Dream a cargo de Andy Williams, central en la campaña publicitaria de la citada John Wick: Capítulo 3 – Parabellum, y que suena en Nadie durante una escena, en fin, de karaoke.
Por supuesto, también es compartida la filosofía con la que sus cabezas de reparto asumen el trabajo escénico. Bob Odenkirk iguala el sacrificio físico de Reeves en su saga particular, deconstruyéndose para reformularse como performer, como actor-especialista de garantías y sin que haya espacio para la ironía sobre el proceso. Más allá de la apertura misma del filme, que juega al extrañamiento cómico al presentárnoslo aparentando una dureza desconocida hasta el momento en él, con el rostro magullado y un talante desafiante alejado de su Saul Goodman de Breaking Bad (ídem, Vince Gilligan, 2007-2013) y Better Call Saul (ídem, Vince Gilligan, 2015-2021), Nadie consuma rápidamente la transformación. Lo hace a través de un montage que resume la mecánica rutina diaria del personaje, un bullente y maquinal individuo, erigiéndose tras años de castración dentro del hogar familiar para reafirmar su naturaleza como violento y solitario protector. Con una apariencia como la suya, de hombre blanco de mediana edad, su buena mano para el gun fu supone no ya un reclamo publicitario sobre el compromiso del artista con su nueva faceta como action man, sino toda una declaración contra la alienación de una cierta masculinidad en el mundo contemporáneo, una vía de escape de la realidad donde el rol del patriarca se desdibuja por momentos. Que el germen de la historia fuera, precisamente, una experiencia real vivida por el intérprete, que sufrió dos robos en su casa de Los Ángeles como los que suceden al comienzo de la película,2 refuerza la condición de esta como una fantasía de virilidad desde una perspectiva tragicómica y cinéfila. La fantasía de ser, por un día, John Wick, no Juan Nadie.
NADIE QUIERE SER JOHN WICK
Las diferencias entre John Wick y Nadie estriban precisamente en el modelado de su justiciero, cuya mirada y relaciones determinan también su consumación de la violencia. La frustración de Hutch Mansell es la de un hombre que lo tiene todo pero que no siente que nada sea suyo, que ha visto devaluado su capital específico y al que le urge recuperarlo. Y lo recupera precisamente en la aplicación de la coacción física, al refrendarse como hombre de acción. Es precisamente esa virulencia antisocial que tenía achaparrada la que lo legitima como esposo y como padre en última instancia. Pensemos en el segmento en que retorna a casa pasada la medianoche, ensangrentado tras haber impartido justicia contra los camorristas que molestaban a una joven en un autobús: ha de esperar al momento en que se planta con el cuerpo lacerado y plagado de cicatrices para que su mujer, Becca (Connie Nielsen), lo toque, para que haya un momento de intimidad entre ambos. La agresividad creciente no separa a su familia de él; mas al contrario, estrecha sus lazos y refuerza el vínculo, haciéndoles conocedores de su identidad verdadera. Nadie recupera así su lugar dentro del sistema, un lugar prioritario y decididamente acomodado. John Wick transita en sentido opuesto. Persigue una “paz irretornable”, resarcir una pérdida irreparable concretada en su mujer, fallecida no por obra de un criminal sino del cáncer, un mal absoluto ante el que solo cabe un impulso destructor y autodestructivo 3: ahondando en sus raíces homéricas, cada nueva iteración de la serie condena a su personaje a seguir perdiéndolo todo mientras continúe con vida, sometiéndolo a un sacrificio eterno que trasciende lo material -el perro muerto y el coche robado en John Wick; la casa destruida en John Wick: Pacto de sangre (John Wick: Chapter 2, Chad Stahelski, 2017)- a lo físico (el dedo anular amputado como tributo al Anciano, el dios último que ordena el mundo criminal, en John Wick: Capítulo 3 – Parabellum). El estatus legendario al que aspira Hutch Mansell no es admisible dentro de una existencia terrenal plena como la que pretende afianzar, el del pater familias de clase media-alta.
Dicho de otro modo: si ordenáramos estas películas dentro de un sistema, Nadie sería solo un espejismo fabuloso, una simulación sobre la simulación del mundo que propone John Wick. Es por ello que toma un tono más vitriólico, más festivo en su ejecución de la venganza. Más retorcido, sin duda, pues por momentos adquiere un aire puramente psicopático. El último acto, ambientado en la fábrica donde trabajaba -y que también ha hecho suya, pues la readmisión de la violencia se liga a la recuperación de unos fondos económicos con los que poseer aquello que no podía tener de acuerdo a la economía real- puede remitir al de otra portentosa vigilante movie contemporánea, The Equalizer (El protector) (The Equalizer, Antoine Fuqua, 2014), aunque ante el taimado carácter de Robert McCall, el frenesí homicida de Hutch se aproxima más al de filmes colindantes con el slasher como The Guest (ídem, Adam Wingard, 2014) o sobre todo con la exquisita Nadie vive (No One Lives, Ryuhei Kitamura, 2012), cuyos protagonistas también aparentan ser hombres normativos, correctos, pero ocultan pulsiones irrefrenables. Frente a la limpieza y precisión en el tiro con la que Baba Yaga reduce a sus enemigos, se observa en Hutch un gusto por el sadismo y por el dolor, lo que deriva en un aumento de las truculencias y el gore: de los matones ensartados por lanzas de hierro, al rostro del villano desfigurado por la deflagración con la que se resuelve el conflicto. Las paredes se forran de gotelé rojo alrededor del personaje, sin que comparezcan equipos de limpieza para hacerse cargo del caos. La destrucción solo desaparece con más destrucción, más derroche. Resulta pues sintomático que Mansell decida hacer arder la vivienda familiar para borrar el rastro de sus asaltantes, sabedor de que tiene un futuro asegurado y feliz por delante. Nadie tiene la vida asegurada.
Así arribamos a un desenlace que otorga el retorno a la convención, con Hutch y Becca bien avenidos y acurrucados en plena búsqueda de un nuevo hogar. La visita a una mansión, si cabe más ostentosa que la anterior, se interrumpe cuando la agente inmobiliaria recibe una llamada destinada a su cliente, una llamada que apunta a la vuelta a las andadas para el héroe/monstruo. Un final abierto que allana el terreno para la posible arquitectura de una franquicia. No en vano, su guionista, Kolstad, afirmaba tener ideado una primera escena ya durante la campaña promocional, donde aceptaba con cierto agrado que se refirieran a esta como un Bob Odenkirk’s John Wick 4. Los guiños puntuales a cámara de actores cómicos como Odenkirk o un entusiasmado Christopher Lloyd como su padre, después de aniquilar a esbirros sin identidad con pasmosa facilidad apunta a esa estrategia distanciadora sobre lo que estamos viendo en pantalla, sobre una tragedia que ya conocíamos pero que aquí no lo es tanto. Nadie se gusta, y mucho, a sí misma porque reconoce en ella algo que ya existía, algo con lo que comparte espíritu y formación, pero sin llegar a serlo. La fantasía de ser, por un día, John Nadie, no John Wick.
- Tras su experiencia en Hobbs & Shaw, el matrimonio firmó en abril de 2019 un acuerdo con Universal Pictures para la producción de contenidos a través de su nueva empresa, 87th North. Nadie es el primer título que sale de esta alianza. KROLL, Justin (2019): “‘Hobbs & Shaw’ Director David Leitch, Kelly McCormick Sign First-Look Deal With Universal”. Variety, 22 de abril de 2019 (Fecha de consulta: 05.05.2021): https://variety.com/2019/film/news/david-leitch-hobbs-and-shaw-director-first-look-deal-1203192704/ ↩
- «Creo que la mayor parte de la gente que vea esta película no será consciente del nivel de autobiografía que hay aquí», declaraba Odenkirk. El robo en la vivienda del protagonista se inspira, de hecho, en lo que le ocurrió en uno de los dos que sufrió. Declaraciones extraídas de: LEE, Chris (2021): “How Bob Odenkirk Actually Transformed Into a Badass for the Ass-Kicking Nobody”. Vulture. 25 de marzo de 2021 (Fecha de consulta: 03.05.2021): https://www.vulture.com/2021/03/bob-odenkirk-nobody-transformation-interview.html ↩
- TEJERO, David (2017): “El justiciero revisado en el neo-noir siglo XXI”. Cine Divergente. 22 de junio de 2017: https://cinedivergente.com/el-justiciero-revisado-en-el-neo-noir-siglo-xxi/ ↩
- WEINTRAUB, Steve (2021): “‘Nobody’ Screenwriter Derek Kolstad on Why He’s Cool with People Calling It «Bob Odenkirk’s ‘John Wick'»”. Collider. 16 de abril de 2021 (Fecha de consulta: 03.05.2021): https://collider.com/nobody-screenwriter-derek-kolstad-interview/ ↩