Nanni Moretti: Piccolo uomo
Por Javier Acevedo Nieto
“Una cosa que sobrepasa la creencia, y también maravillosa. ¿Y por qué no? Porque, precisamente por eso, el hombre es llamado, con razón, un gran milagro y un ser digno de toda admiración.” A través de sus decenas tesis, Pico della Mirandola vislumbró un ideal humanista que imaginaba un hombre de imagen indeterminada: una criatura que trasciende cualquier imagen para ser uno con una divinidad más allá de toda representación. Empresa mística de búsqueda de un hombre que atraviesa sus emociones, pulsiones e ideas para hallar el reflejo pequeño y enorme en el gran esquema de las cosas.
El humanismo era, ante todo, una reivindicación del poder transgresor de la imaginación y la creatividad humana para afirmar que la humanidad era una creación capaz de rivalizar con aquello se alumbraba más del firmamento. Siglos después, las tesis de Mirandola parecen haber caído en una ingenuidad invisible ante una contemporaneidad empeñada, una y otra vez, en poner en escena la misantropía determinista. Por eso, decir que un cineasta es humanista resulta casi un ejercicio de pensamiento mágico y melifluo razonamiento. Sin embargo, hay unos pocos cineastas humanistas y quizá Nanni Moretti sea uno de ellos.
Humanismo no es optimismo, ni indefinida fe en el poder positivo de una abstracta humanidad ni una esperanza ciega en que somos buenas personas. Moretti es humanista porque, en su permanente interrogatorio sobre quiénes somos parece encontrar solo respuesta para el qué: seres en permanente crisis que bajan los brazos porque la desesperanza es, quizá, la creencia de que la esperanza, por imposible, es posible. Solo a través de la reconciliación con el poder de la imaginación Moretti es capaz de edificar un proyecto sentimental —y también político frente a ese otro cine apolítico y sí discursivo— en el que la dignidad humana se revaloriza a través de sus categorías ontológicas más absolutas: el amor, la tristeza y la alegría. No hay contradicciones y sí una permanente celebración sedimentada en constantes instantes de miedo, pena, alegría, muerte y vida para recordarnos que la vida es aquello que parece un océano en la infancia, un mar en la adolescencia, un río en la madurez y una fuente en la vejez/caudales que navegamos en mares de lágrima y risa.
Moretti es un piccolo uomo que nos recuerda que amar la vida es algo conflictivo, desesperado, necesario, contradictorio. No sabremos si aprendió a bailar, sí que mirar sus imágenes es correr el riesgo de traicionar nuestra tristeza, de fallar en nuestro cariño, de pensar que quizá nuestro amor se ha ido, pero, como nos recuerda siempre, está esperando para transformarse en algo más.
Películas:
Sueños dorados (Sogni d´oro, 1981).
Bianca (1983).
La misa ha terminado (La messa é finita, 1985).
Vaselina roja (Palombella rossa, 1989).
Querido diario (Caro diario, 1993).
Abril (Aprile, 1998).
La habitación del hijo (La stanza del figlio, 2001).
Habemus Papam (2011).
Mia madre (2015).
Tres pisos (Tre piani, 2021).
Música:
The Trip, de Still Corners.
Bookends, de Simon & Garfunkel.
Festa, de Raffaella Carrà.