Nomadica: cuerpos latentes
Cosquillas garabateadas Por Javier Acevedo Nieto
I. La mano
¿Qué es el cine, salvo la conjura de imágenes acariciando nuestra vista hasta convertirlo en el sentido más pulsátil y sensible? Una mano mece el sol en cabellos dorados de blanco y negro/fulgores que mueren frente a la cámara. El dispositivo queda anulado y toda metáfora de la visión se elide en el gesto performativo de la mano grabando las imágenes que golpean nuestros ojos. Modelar la luz para dar forma a emociones que viven en el punto ciego de nuestro nervio óptico. En Sole in mano (o appropriazione, a propria azione, azione propria) Marinella Pirelli construye un universo háptico de luces, sombras y claroscuros que tan pronto ensombrecen como iluminan los extraños resortes de nuestra memoria abriéndose sobre el horizonte. Si la metáfora fundacional del cinematógrafo fue la del tren realizando un travelling a través del paisaje, Pirelli condensa un siglo de experimentaciones cinematográficos acudiendo al componente corpóreo de la imagen: una proyección de todos los gestos que sentimos como miembros fantasmas hormigueando en todo aquello que querríamos haber aprehendido. Hay aquí una genuina fenomenología del tacto construyendo esencias que se disipan a partir de la muerte de la intensidad de la luz. Un miembro-obturador opacando la imagen y reafirmando que la acción dentro del encuadre es una performance capaz de marcar el ritmo de nuestros parpadeos: ¿y si nuestro cuerpo fuera el obturador de una inquieta luz solar avivando nuestro universo emocional de tenues entes luminosos? Cuando el negativo invierte la imagen los grises borbotean y el objetivo parece emborronarse. Sopla el viento y los destellos blancos y negros ahora son unas obsidianas manando desde el fondo. La mano blanca hundiéndose en la oscuridad hasta hacernos sentir el vértigo por un horizonte que parece tan profundo y tan vertical, casi como si quisiéramos caer en el mar negro que supimos podía ser blanco y dorado. Invirtiendo la imagen, el cuerpo convertido en obturador y el diafragma acariciado por los dedos: la vista como sentido sensible, el cine modelando el cuerpo, la fantasmagoría de la luz invirtiendo la mañana en noche y la noche en mañana.
Doppio Autoritratto
II. El rostro
Doppio autoritratto es un cuerpo. Un cuerpo dolorido, un cuerpo celebrado, un cuerpo fragmentado. Es un rostro. Un rostro brillante, un rostro ajado, un rostro en el que el tiempo se detiene a observar. Es, ante todo, una declaración sellada con el cuerpo de que el dolor, la felicidad, el deseo, la frialdad y, en definitiva, los contrarios conviven en el espacio de indeterminación que solemos llamar vidas. Imágenes desenfocadas, encuadres temblorosos y un tímido montaje que descubre a cada instante el concepto de intimidad y lo público mientras Vivaldi y Monteverdi recuperan los latidos perdidos de una cineasta que se exhibe para conmover(se) y reelaborar el sentido catártico del cine. Quizá entre la maraña de planos detalle que cierran el rostro hasta cicatrizar poco a poco todas las heridas intuidas en el rastro de los ojos pueda intuirse el dilema entre ser vista y ver, entre percibir y ser percibida o, más concretamente, entre existir entre las imágenes o morir en las imágenes para que el cuerpo observador y observado sea un poco una esencia orientada hacia el reconocimiento mutuo.
Extremity N 2
II. El ojo
Por si no había quedado claro, esta selección de cortometrajes italianos experimentales de los 60 y 70 son un manifiesto sobre el cuerpo, la intimidad y la exposición. Recordatorio de la capacidad embalsamadora, pero también resucitadora, de las imágenes. En Extremity N 2 Gianfranco Brebbia emplea los 8mm para construir un ejercicio de siluetas y fondos en los que los límites nunca están exactamente definidos: qué es cuerpo y qué es espacio es una pregunta irrelevante a medida que el proyector lanza ruido visual en geometrías llenas de ruido y colores que rebotan contra todo lo que encuentran a su paso. El ojo se satura a medida que el montaje acelerado se adentra en las partículas proyectadas y los cuerpos geométricos desvelan una anatomía irreconciliable con su espacio más cercano. Vulnerar el cuerpo para mostrar una intimidad que nunca está cómoda: el ruido de fondo que ensordece la posibilidad de encontrar una forma de mirar al mundo. Brebbia viene a demostrar con su peculiar amalgama de texturas aceleradas que el primer plano es un afecto que fagocita el rostro hasta erigirlo en una imagen de dolorosa contemplación: el dolor de mirar, el dolor que sana a partir de la conjura del propio dolor. La copresencia entre un rostro vulnerado y un universo encuadrado genera un conflicto que, de nuevo, lleva a l límite el discurso sobre la relación entre nuestra anatomía y la capacidad del cuerpo para moldear y amoldarse a la imagen.
El ciclo Nomadica: El cuerpo latente cierra con sendos cortometrajes de Piero Bargellini (Nelda y Trasferimento di modulazione). Pequeños nomadismos audiovisuales que exploran los confines del cuerpo filmado para ahondar las pulsiones escópicas y voyeuristas, para mostrar qué difícil es reconciliar el cuerpo con una mirada cansada de ver los flujos del deseo, la observación y la escopofilia enclaustrados en regímenes de visión que siempre nos van a encorsetar poco a poco. Estas pequeñas cosquillas textuales tan solo pretenden avivar la curiosidad por un cine que pensó el cuerpo como espacio de confluencia de todo lo que podríamos llegar a mirar: disecciones del yo frente a la imagen de la otra.