Norberto apenas tarde
La gaviota gris Por Manu Argüelles
El actor uruguayo Daniel Hendler, habitual en los films de Daniel Burman, debuta en la dirección con un largometraje minimalista que estuvo presente en la sección de Horizontes Latinos del Festival de Sebastián (2010) y en la Sección Oficial Internacional del BAFICI (2011).
Como dice el profesor de teatro de Norberto (Fernando Arabal), no caemos sino que nos dejamos caer. Norberto es despedido de su trabajo, aunque le miente a su mujer o, mejor dicho, maquilla la verdad, ya que le dice que ha sido él quien ha dejado el trabajo. Y ya sabemos lo que sucede con las mentiras, que una lleva a otra, con lo que nuestro personaje principal, un hombre prosaico y gris, entra en una cadena de ocultaciones que se extienden a todo su entorno: su mujer, con la que acaba rompiendo, con sus amigos, en su trabajo… Norberto va a la deriva hasta llegar a un estado de caída libre. Como le dice su nuevo jefe cuando entra a trabajar en una inmobiliaria, no importa que mientas mientras seas convincente. El problema es que Norberto no está muy ducho en lo segundo, aunque, no sabe muy bien cómo, siempre acaba saliendo airoso de los aprietos.
El mismo jefe de la inmobiliaria, dada su timidez y sus justas aptitudes como comercial, le aconseja que haga un curso de reafirmación personal. Tras asistir a una obra de teatro decide apuntarse a un taller para principiantes. Si bien Norberto se siente un pez fuera del agua, dada la edad del resto de alumnos mucho más jóvenes, no tardará por encontrarse en un ambiente cómodo y agradable en el que resguardarse de su mustia y su acuciante situación, agravada por los problemas económicos. De la misma manera que el apocado Norberto empieza en el taller sin saber propulsar su voz adecuadamente, a medida que van transcurriendo las clases, empieza a encontrar un camino que le permita salir del atolladero en el que ha caído. Sus avances en la interpretación, que en un primer momento le sirven para mentirse mejor a sí mismo y a los demás, corren paralelos a la evolución anímica y personal del personaje.
Precisamente las claves fílmicas del film cabe encontrarlas en el medio teatral; en la obra que representan en la finalización de primer trimestre: La Gaviota de Chejov. No solo actúa como metáfora de las frustraciones y (pequeñas) ambiciones de Norberto, sino que el estilo del escritor ruso le sirve de batuta a Daniel Hendler para orientar su film. Desprovisto completamente de acontecimientos narrativos, el uso de la elipsis anula por completo la fuerza dramática. De la misma manera, los cambios cargados de significado y con ellos la explotación emotiva siempre quedan fuera de campo. Por ejemplo, nos elude la ruptura con su mujer, aunque previamente les hayamos visto discutir. Hendler prefiere siempre mostrarnos los hechos ex post-facto. Y renunciando a un esclarecedor psicologismo, también sesga la explicitud de los efectos de dichos conflictos en Norberto. No obstante, pueden ser percibidos por pequeños gestos en aparentes planos intrascendentes, los cuales enuncian lo que recorre interiormente por el personaje. Baste un primer plano de la cara inexpresiva de Norberto, mientras el propietario del teatro les felicita a todos por el éxito de la obra, aludiendo a que esta obra necesita la fuerza de la juventud, para saber que se siente totalmente excluido y desubicado.
El director aboga por un estilo indirecto, sutil y esquivo; totalmente desapasionado y aséptico. En consecuencia, la puesta en escena es igual de anodina que su fútil personaje protagonista y el ambiente que le rodea. Este velo que se aplica sobre los sucesos, este minimalismo dramático que prefiere el retrato mecanicista e impersonal frente al trazado fuerte del relato, deja caer peligrosamente al film en una monotonía y en una insustancialidad de la que no acaba de salir del todo, por mucho que una observación atenta permita que vayamos desgranando las obtusas intencionalidades y la características internas del personaje. Es cierto que los mismos recursos le acotan para que el patetismo de Norberto no acabe cayendo en una ridiculización deformada totalmente contraproducente, pero no son suficientes para que rebasemos el interés moderado ante lo que vemos.
A Norberto apenas tarde le cuesta tanto arrancar como a su protagonista. Aunque percibamos la orientación y la perspectiva que Hendler decide darle al film, el film no logra zafarse de ese dibujo banal que gobierna el largometraje.
No se trata de que no sepamos extraer las revelaciones ocultas bajo la cotidianeidad más insípida, las cuales son las que dan valor a algo que va más allá del perfil naturalista. Lo que sucede es que Hendler no consigue resultar atractivo con su estrategia, por mucho que sus métodos sean coherentes y consecuentes. Es el riesgo que se corre con la atonía y lo mínimo como paleta de lo costumbrista y rutinario. Que puede caer peligrosamente en la insignificancia que caricaturiza. Hendler se salva por los pelos, porque aplica muy bien los principios que le inspiran a partir de Chejov, pero la comedia sin risas y sin sonrisas necesita de algún aliciente más para resultar seductora.
ay, manu, qué estricto!