O Ornitólogo
Blasfema y desmesurada oda ¿gay? Por Fernando Solla
Escandalizar es un derecho,
como ser escandalizado es un placer
El D’A 2017 ha contado para su sección Direccions con el quinto título de João Pedro Rodrigues que, de repente, nos ha endosado una película sobre la vida de un santo, concretamente de San Antonio de Lisboa (más conocido como Antonio de Padua). Con todas las transgresiones que se quiera, que las hay y muchas, pero un santo. La aproximación queer sobre el simbolismo y significado de la iconografía religiosa, combinada con el punto de vista de distintos pájaros nos acerca a las distintas fases de la transformación de este O Ornitólogo llamado Fernando (Paul Hamy)
A la vez, la proyección del director cinematográfico hacia el intérprete y protagonista principal resume a modo de jaque mate este juego de encarnación, de usurpación del cuerpo ajeno, así como de los mitos y leyendas propios de nuestro momento actual. La elección de un intérprete con el físico de Hamy para dar vida al protagonista principal es un reflejo de la divinización del cuerpo perfecto. Lo que en la tradición popular religiosa significó San Antonio hoy lo significa Fernando. Incluso en el terreno del liderazgo (gay) intelectual y del racionamiento, el exterior se venera de igual manera.
Resulta imposible (o por lo menos un servidor se ve incapaz) de analizar este largometraje de una manera tradicional y justificada. Es preferible dejarse llevar por sensaciones o impresiones. Indagar o seguir un sendero para abandonarlo, perdiéndose en un punto de fuga perpendicular que abre otro camino a seguir. ¿Caprichoso y gratuito? Por supuesto. Así funciona la narración del filme y así la sigue de manera ejemplar la fotografía de Rui Poças. Nos encontramos ante una película rodada íntegramente en exteriores, donde se explorará tanto la agonía como el éxtasis del ornitólogo titular. A partir de un incidente natural que lo aislará de cualquier posibilidad de entorno (y retorno) conocido, llegará su asimilación del santo de las personas y objetos perdidos o abandonados. La blasfemia que busca la entrega total y pagana a la diversión más desbocada.
No tiene ningún sentido evidenciar el significado de las imágenes, porque la experiencia que supone el visionado de O Ornitólogo sólo puede ser en primera persona. De lo que no hay duda es de la fidelidad que Rodrigues muestra hacia su propio estilo, investigando, indagando y desarrollando. Cualquier idea (sobre la narración o sobre el contenido) que podamos tener, incluso nuestras expectativas sobre el género o la forma del largometraje al que nos enfrentamos, se desmoronarán tras los primeros veinte minutos. Pasaremos de un tramo inicial en el que parecerá que estamos disfrutando de un semi-documental sobre el hercúleo ornitólogo. Sobre él o sobre los pájaros que observa, ya que la alternancia de planos modificará el punto de vista dentro de las mismas escenas o planos secuencia. A veces será lo que ve Fernando la que se mostrará en pantalla y a veces lo que ven (en él) las aves en cuestión.
A partir de aquí los giros son constantes, aunque el contacto con la naturaleza se mantendrá en todo momento. Aparecerán dos jóvenes chinas que se habrán desviado del Camino de Santiago con unas ideas poco abiertas al diálogo sobre el bondage y la castración. Las connotaciones erotizantes de la crucifixión quedan expresadas a través de una espectacular erección. Un pastor (curiosamente llamado Jesús) que beberá leche directamente de las ubres de sus cabras. Una celebración pagana (entendemos que con simbología folclórica portuguesa) que supondrá el bautismo alternativo de Fernando, que escondido recibirá una consistente e inconsciente lluvia dorada con una devoción manifiesta… Blasfemia tras blasfemia. ¿Transgresión? Relativa. La excusa o justificación no es otra que la diversión desmedida a costa de las imágenes tradicionales que configuran la identidad de un pueblo.
Entre la acción y la contemplación. Del protagonista y de los pájaros. Para el humano, el extrañamiento vendrá de contemplar la cotidianidad de los animales. Para los segundos, en cambio, el extrañamiento por la intromisión de Fernando en su hábitat y su rutina, el punto de vista será completamente distinto. El trabajo de montaje de Raphaël Lefèvre consigue que las imágenes evidencien y comuniquen con asertividad y poesía al mismo tiempo. Muy probablemente, aquellos no familiarizados en exceso con el santoral católico pueden perderse en algún momento, aunque los sucesos a los que se enfrenta Fernando (también nombre original de San Antonio) progresivamente serán similares a los que vivió este santo. La representación de la Iglesia como algo reducido a cenizas se muestra de forma tan alegórica (a través de las palomas) como certera, incluso hiriente.
Una institución que causa dolor en la vida de los fieles, aquí representados por el personaje protagonista. El encuentro con el pastor Jesús fue otro de los episodios de la vida del santo, aquí consumado en un coito gay entre el santo y el hijo de Dios, para la ocasión adolescente. La medicación, a la que se somete el protagonista para aferrarle al mundo terrenal, será otro de los objetos o símbolos a tener en cuenta. Será cuando deje de tomarlas que las ¿alucinaciones? serán más potentes y le acercarán al camino hacia su conversión.
Finalmente, y más allá de lo dentro o fuera que nos deje el trabajo del autor, hay que reconocer que, cinematográficamente, el filme es perfecto. No podemos apartar la mirada de lo que sucede en pantalla durante las casi dos horas de metraje. A veces con interés, con duda, con desconfianza, hasta con enfado en algunos momentos, pero siempre miramos. Nos gusta mirar y con lo exhibicionista que se muestra Rodrigues, la diversión transversal está asegurada. Inclasificable trabajo entre el drama introspectivo y el realismo mágico que nos pide dejarnos llevar cuanto más y más lejos mejor para disfrutarlo sin límites morales ni lingüísticos. Como última gran broma de la usurpación, no olvidemos que el actor francés esta doblado al portugués por el propio realizador, que, como decíamos, lleva sus ideas hasta el extremo mismo de la (auto)afirmación del artística a través de su obra.