Olivier Ducastel, Jacques Martineau y Geoffrey Couët

Theo y Hugo, Paris 5:59 Por Mireia Mullor

Sólo dos colores iluminan la oscuridad del sótano de un bar gay parisino: azul y rojo, el agua y el fuego, la calma y la pasión. Estas dos sensaciones cromáticas encajan a la perfección con los dos protagonistas de Theo y Hugo, Paris 5:59, que mientras participan en una orgía sexual en ese ‘sex club’ de la capital francesa sus miradas se encuentran. Es entonces cuando las luces de ambos colores se disipan y sólo queda un foco de luz natural que les aísla de todo y todos los que hay a su alrededor. A partir de ese momento, sólo hay lugar para ellos y su recién comenzada historia de amor, que seguirá sus andaduras por las mágicas calles de París.

Hemos hablado con los cineastas franceses Olivier Ducastel y Jacques Martineau, responsables de este film, así como con uno de sus protagonistas, Geoffrey Couët (Théo). Con ellos descubrimos cuáles son las claves de este moderno relato romántico.

¿Cómo surge la idea?

Jacques Martineau: La idea surgió gracias a Olivier. Lo cierto es que los dos queríamos rodar una película sobre el nacimiento de una historia romántica entre dos hombres, pero fue a partir de las experiencias de Olivier en uno de esos ‘sex club’ lo que definió la historia. Él cuenta que, cuando va, observa que mucha gente que entra sola acaba saliendo en pareja. Y fue entonces cuando nos preguntamos, ¿qué pasa a partir de entonces? De ahí vino la idea.

Pasa de una orgía sexual a una historia de amor por las calles de París. ¿La definiríais como una historia de amor moderno?

J.M.: Para nosotros es un poco más complicado que eso. Es realmente durante el acto sexual que los protagonistas se dan cuenta de que se están enamorando. Han ido a este ‘sex club’, ha habido un flechazo y mientras están haciendo el amor realmente se dan cuenta de que nace el amor entre ellos. El resto de lo que pasa en el club deja de existir, y a partir de ahí vamos a ver cómo se va desarrollando el amor con el paseo y todo lo que hablan. El caso, lo importante, es que el amor nace propiamente en el ‘sex club’. No sé si tiene que ver o no con la modernidad.

Olivier Ducastel: Sí, sí tiene que ver. Pero quería destacar dos cosas muy importantes que decidimos a partir de ese concepto del enamoramiento en el ‘sex club’: que se iba a rodar en tiempo real y que la cámara no se iba a separar de los dos personajes desde el momento en que se juntan.

Olivier Ducastel, Jacques Martineau

La primera escena en el ‘sex club’, como ya apuntáis, es muy importante. ¿Cómo fue rodarla?

O.D.: Sí, es muy importante. Al escribir el guion pensábamos que esa escena iba a ser la más difícil, pero al final acabó siendo una de las más sencillas. La habíamos preparado bien, habíamos sopesado las dificultades y la manera de explicarla, aunque sinceramente no pensaba que llegáramos a conseguirlo. Pero una vez en plató, todos esos miedos que teníamos inicialmente se disiparon gracias al trabajo del equipo técnico y los actores. Lo hicieron todo muy fácil. La dificultad vino del aspecto técnico y narrativo: cómo contar algo así y que resultase creíble. Pero cuando empezamos, y Théo y Hugo empezaron a besarse, vimos que aquello funcionaba perfectamente. Y fue gracias a ellos.

Como actor, ¿cómo lo viviste?

Geoffrey Couët: Nunca había hecho algo como esto, pero era un tema que me interesaba. Sobre todo porque me gusta el cine, y en él hay muchas escenas de sexo, algunas muy interesantes, como las que se encuentran en El desconocido del lago (L’inconnu du lac, Alain Guiraudie, 2013). Además, porque es algo que no aprendí en la escuela de teatro, lo que lo hace más interesante aún (ríe). Cuando leí el guion tenía ganas, y también mucho miedo. Pero después lo volví a leerlo con detalle y vi que habían muchas cosas con las que actuar, que era un auténtico reto porque la película no sólo trata del sexo de la primera escena. Me ayudó mucho hablar con los directores y con el otro actor, pero sobre todo nos vino genial que una semana antes del rodaje hiciéramos una escena de sexo de prueba, de cuándo Théo y Hugo se encuentran y empiezan a follar juntos. Ahí pudimos practicar cómo controlar los movimientos y demás. Aquella preparación fue muy importante, teníamos mucho miedo, estábamos muy nerviosos, y nos ayudó para estar bien el día del rodaje. Cuando llegó, fue muy agradable, la verdad.

Se habla mucho del SIDA, y se antoja como una llamada a la sensatez. ¿Era eso lo que queríais transmitir?

J.M.: Sí, pensamos que es una llamada a la reflexión.

O.D.: Sí, por supuesto, pero no necesariamente en ese sentido. Queríamos plantear una película sobre el nacimiento del amor entre un chico seronegativo y otro no, y, claro, hay que decir que hay que tener ojo, porque si uno de ellos es seropositivo hay varias cosas que hay que tener en cuenta. Hay que tener cuidado. Pero no hemos ido, a priori, con esta mentalidad, sino simplemente con la idea de trazar la historia entre los dos personajes.

 Olivier Ducastel, Jacques Martineau 2015

También me llamó la atención del film la presencia de París, de la que parece hacerse un retrato a través de conversaciones intrascendentes, como la mujer del metro que dice: “Me gusta París, porque es un lugar grande y anónimo”. ¿Lo es?

J.M.: Es cierto, por supuesto. Teníamos muchas ganas de rodar en París, un lugar tan cercano a nosotros, y sobre todo en esa zona, que es donde vivimos. Durante la noche, queríamos mostrar esas personas de las que se habla poco, porque viven un poco al margen, pero que están ahí.

¿Qué papel tiene el tiempo? Porque va apareciendo durante todo el film, y además forma parte del título.

O.D.: Por supuesto, el tiempo juega un papel fundamental. No sé si los espectadores tienen consciencia de lo que es el cronometraje de una película, pero es como cuando vas leyendo una novela y ves que cada vez quedan menos páginas para el final. Esa era la sensación que queríamos conseguir. Además, hay varias películas contemporáneas que han estado presentes a la hora de plantearnos la película en tiempo real. Una, de las más conocidas, ha sido Locke (Steven Knight, 2013), donde aparece con mucha regularidad la hora. El otro referente es Cléo de 5 à 7  (1962) de Agnès Varda, donde ella va marcando de forma formidable los tiempos. Lo que queríamos era eso, no con su exactitud, pero sí con esa tendencia de mostrar los intervalos, y ser conscientes de la noción del tiempo.

¿Pero con qué función?

O.D.: Al principio Théo utiliza mucho su teléfono, consulta constantemente la hora y las novedades en él, que es además una constatación de una costumbre moderna real. Ahí se crea una función de crear tensión, porque piensas que algo tiene que pasar. Además, el título internacional es París 5:59, así que conociéndolo puedes pensar que algo va a pasar cuando llegue esa hora. Es eso, sin más.

Cuando vi la película, inmediatamente la identifiqué como una película romántica. Pero hay cierta tendencia a etiquetar las películas de este tipo como “gay” o “LGBTI”. ¿Qué pensáis de esto?

J.M.: Es una cuestión realmente complicada y sutil. Nosotros no vamos a decir que sea diferente por el hecho de que los protagonistas sean dos chicos, pero hay un doble movimiento con eso de que sea una película LGTBI o una película “normal”. No estamos en contra de eso. Hay una parte que lo va a rechazar y dirán que este tipo de películas no es sólo para gays, y otros que se niegan a ver la parte romántica. Pero por otro lado vivimos en un mundo en el que no se puede negar la realidad del márquetin, y la identificación de este tipo ayuda a que la película se mueva más. Así que a nosotros, en la medida en que nos interesa, no nos importa llevar esa etiqueta.

 Olivier Ducastel, Jacques Martineau Theo y Hugo

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