Our Everyday Life

Bosnian coffee Por Bea González

Recién bajados ayer del avión que nos devolvía desde Sarajevo a Barcelona, me vi rodeada de seres apresurados, molestos e impacientes que avanzaban zigzagueándonos camino de la recogida de equipajes. Me detuve un segundo, desubicada, sin saber muy bien qué extraña sensación se apoderaba de mí, y entonces comprendí cómo, junto con mi maleta, esperaban Barcelona y su tiránica y acelerada rutina. Que en los Balcanes el concepto del tiempo y su influencia en lo cotidiano es un poco diferente al nuestro es algo que podemos leer fácilmente en los párrafos introductorios de cualquier guía de viaje de la zona. Eso sí, experimentarlo en primera persona es otra cosa, como pudimos comprobar in situ, antes de que el taxi desde el aeropuerto hubiera llegado a su destino.

En Our Everyday Life, primer largo de la directora bosnia Ines Tanovic tras una prolífica trayectoria como cortometrajista en su vertiente fundamentalmente documental, hay una maravillosa escena cómica en un negocio local (una peluquería), entre bosnian coffees, charlas entre amigos y el olor de la laca de fijación, que ilustra de tal manera cómo se ralentiza el tiempo en Bosnia y cómo éste determina de alguna manera las costumbres y la manera de conducirse de sus habitantes que no pude más que emocionarme y sonreír cómplice en completa sintonía con el público local que había abarrotado esa mañana el pase de prensa en el Teatro Nacional, en la premiere mundial de la película.

Que no se me entienda mal, el debut en el largo de Tanovic, completado gracias a la dotación económica obtenida con el premio del CineLink Market del Festival de Sarajevo en el 2010, no deja de ser un soft drama familiar que recorre sin grandes sorpresas los lugares comunes habituales de este tipo de cintas: la brecha generacional entre padres e hijos que introduce elementos amables de comedia (especialmente gracias a la interpretación del conocido actor bosnio Emir Hadžihafizbegović en el papel de Muhamed, cabeza de la familia Sušić, que sigue esperando que su hijo consiga un contrato indefinido o la fecha de boda de su hija antes del nacimiento de su primer nieto); el ingrediente esperable de daddy issues que nos deparará momentos de gran intensidad dramática protagonizados por Uliks Fehmiu (Tomorrow Morning, 2006; Redemption Street, 2012) en el papel del hijo, Saša; o una oportunista condición médica de Marija, la madre, elemento crucial en el equilibrio del sistema familiar, e interpretada por la también conocidísima actriz bosnia Jasna Ornela Beri (Djeca, 2012; En el camino, 2010 o Grbavica, 2006), que devolverá el foco de atención a la unidad de la familia como valor fundamental y catalizará un reencuentro entre los hombres Sušić. Nada nuevo bajo el sol, o al menos nada que quizás si nos llegara desde otras coordenadas geográficas no hubiéramos mirado, lo admito, de lejos con desdén.

Our Everyday Life

Son, sin embargo, varios los aciertos de la cinta que la sitúan un paso por delante de sus compañeras de la liga de los dramas ligeros familiares con final feliz: una acertada y sobria dirección de Tanovic que enfatiza el acercamiento naturalista eliminando elementos sonoros extradiegéticos, un casting excepcional que reúne a los principales exponentes del cine regional, una austera fotografía que capta a la perfección la mortecina y melancólica luz de la ciudad en sus habituales días grises debido en parte a la orografía de la zona, y especialmente un tratamiento de la guerra, de amplia variedad tonal, como elemento contextual aún hoy omnipresente en el día a día del ciudadano medio de la capital de Bosnia-Herzegovina, que bien pudiéramos ser cualquiera de nosotros si el destino no nos hubiera depositado a este lado de la vieja Europa.

Hay otro momento de la película que, como el de la peluquería, se me ha quedado grabado en la memoria, en él Saša, el hijo de los Sušić, conversa con Lejla, antigua alumna de su madre y recién llegada desde Toronto a Sarajevo; Lejla que vivió el asedio a la ciudad en el extranjero (al igual que Senada, la hermana menor de Saša) está recopilando fotos de sus últimos días de colegio antes de la guerra para una exposición. En un momento dado Saša, excombatiente del ejército que defendió la ciudad, le pregunta por qué le interesa tanto la guerra. Lejla levanta la mirada y le contesta: ¿por qué no me iba a interesar?

Me detengo a repasar la lista de películas vistas durante el festival, a ordenarlas, y no acierto a entender muy bien qué me sucede con este primer largo de Tanovic, del que además hoy he descubierto que representará a Bosnia en la categoría de película de habla no inglesa de los Óscars. Salvando las distancias, me recuerda a cuando me tocó explicar la razón de mi simpatía por The Midnight After (Fruit Chan, 2014), tras su desastrosa recepción en Sitges. Entonces no dejaba de repetir que yo había visto la de Chan sentadita entre hongkoneses y claro…; con Our Everyday Life me ocurrió algo parecido, quedando ya para siempre ligada a su contexto de proyección, un Teatro Nacional abarrotado en el que, como en aquel día en Hong Kong, pude compartir algunos guiños locales sentada al lado de entregados sarajevenses (o sarajevitas). Así, difícil no sentir simpatía por los Sušić.

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