Pajaritos y pajarracos

La confusión de los viajes en el tiempo Por Pablo López

Estimado signore Pasolini:

(Mejor me ahorro lo de signore, suena a que me las estoy dando de listo.)

Estimado Pier Paolo Pasolini:

Disculpe que perturbe su sueño eterno invocándole, pero me he metido en lo que en España se conoce (a principios del siglo XXI al menos) como un marrón. Verá usted, me he ofrecido a escribir un texto sobre una de sus películas, Pajaritos y pajarracos, y me encuentro en la desagradable posición de tener que hacerlo habiendo entendido más bien poco. Como a pesar de todo el filme me resulta muy atractivo y un compromiso es un compromiso, aquí estoy, tratando de sacar adelante algo que no le resulte del todo inútil al lector. El caso es que había pensado que, si no está muy ocupado, podía usted acompañarme durante lo que dure este proceso y quizá ayudarme a entender de qué demonios va todo esto.

Sí, sí, lo entiendo. Una película no va de algo, el sentido es algo que se construye en complicidad con el espectador, pero, con todo, estoy convencido que las decisiones que usted y su equipo tomaron durante la producción no fueron aleatorias, iban encaminadas en alguna dirección (ese era su puesto, al fin y al cabo), así que me resisto a vomitar aquí lo primero que me pase por la cabeza. No sé, valoro el tiempo del lector y no creo que le vaya a ofrecer nada útil simplemente alineando palabras que representen mis sentimientos, personales e intransferibles como las tarjetas de crédito. Me gustaría encontrar algo más, por lo menos algo que evite a los que vengan después el cacao mental que yo tengo.

¿Cacao mental? Es una expresión española, no sé si muy frecuente, también de principios del siglo XXI. ¡Ah, entiendo! Si quiero entender Pajaritos y pajarracos debería salir de la España del 2018 y viajar a Italia en 1966, cuando se produjo la película. Suena bien. Pero, antes de nada, para centrarnos, voy a ver lo que sí entiendo.

 Pajaritos y pajarracos

La película muestra a un padre y un hijo, Totò y Ninetto, que recorren la periferia de una ciudad italiana cualquiera para llevar a cabo una serie de tareas algo indeterminadas. En su viaje se encuentran con un cuervo parlante dado a la filosofía (“Mi padre es la Duda y mi madre la Conciencia”, dice el pájaro) que se une a ellos y les cuenta una historia para aligerar el viaje. Terminada la historia, y tras una serie de aventuras relacionadas con la dificultad de cagar en propiedad ajena o cómo empujar el coche de una peculiar troupe de artistas, los tres llegan a su destino, la casa de una mísera familia a la que pretenden cobrar unas deudas que esta no puede pagar. Pero el viaje no termina ahí. Después, llegan a la mansión de un rico que les amenaza si no son capaces de pagar sus propias deudas. Finalmente, padre e hijo se cansan del parloteo del cuervo y “se separan” de él. A todo esto, habría que sumar unos créditos recitados, algún que otro interludio musical y una ruptura, casi al final, en la que usted, señor Pasolini, documenta el funeral de Palmiro Togiliatti, líder del Partido Comunista de Italia desde 1927 hasta su muerte en 1964.

Y esto último me lleva de vuelta a su consejo y a por qué me parece sensato. Esas imágenes documentales me hacen pensar que Pajaritos y pajarracos es una película fuertemente contextual, hecha para expresar una serie de ideas que flotaban en el aire de la Italia de 1966. Al menos, en los aires que respiraba la izquierda. Al fin y al cabo, estamos hablando de uno de uno de los países europeos donde el comunismo tuvo más fuerza durante la segunda mitad del siglo XX. En las elecciones de 1968, dos años después del estreno de la película, el Partido Comunista consiguió más de ocho millones de votos, casi un 27% del total. Si a esto le añado que puso usted a sus protagonistas cagándose, literalmente, en la propiedad privada y que hay constantes referencias a la pobreza de las clases bajas y su indefensión ante los abusos de los poderosos, tiendo a pensar que el foco de Pajaritos y pajarracos está puesto en el comunismo, y más concretamente en el comunismo italiano de los años 60.

Su película tiene además una fuerte carga religiosa. Al fin y al cabo, si el segundo partido más importante de la época en Italia era el comunista, el primero era el democristiano, por lo que la relación entre comunismo y cristianismo era vital para entender el futuro del país. Ahí es donde tiene un gran peso el relato del cuervo filósofo (¿cómo consiguieron que el pájaro fuera tan diligente? ¡Qué gran actor!): la historia de un par de discípulos de San Francisco que han de convertir a los gorriones y a los halcones en devotos cristianos. No creo que sea gratuito que sea precisamente San Francisco quien hace este encargo, el mismo San Francisco que defendía la pobreza entre las filas de la Iglesia, pero lo que resulta más indicativo es el final del relato. Tras muchas aventuras, los dos discípulos logran comprender la lengua de los pájaros y convencerles de que se rindan al amor de Cristo. Pero, cuando ambos aceptan, los halcones devoran a los gorriones. Al fin y al cabo, esa es su naturaleza.

Pajaritos y pajarracos PP Pasolini

Los poderosos alimentándose de los débiles, la religión fracasando como mediación entre ambos. Creo que ahora lo voy entendiendo. Aunque su mirada hacia la religión tiene algo entrañable, con ese retrato dulce que hace de los dos franciscanos que se embarcan en una misión tan absurda con amor y paciencia, la sátira sigue siendo demoledora. La sociedad necesita otro agente social que tenga los pies en la tierra, ¿verdad?

¿Cómo? Estaba asumiendo que se trataba de una sátira del cristianismo, pero lo que me dice lo cambia todo. Que usted defendiese que comunismo y religión no eran incompatibles me lleva a pensar que su sátira está dirigida a los cristianos antes que al cristianismo. De ahí, supongo, el cariño con el que nos muestra a esos discípulos y la sabiduría que derrocha el propio San Francisco. Estaríamos entonces hablando de una de esas ideas hermosas que los humanos acabamos por estropear…. Lo entiendo, aunque, siendo ateo y ajeno a esa Italia profundamente religiosa me resulta difícil estar de acuerdo, ignorar los muchos desastres en los que la religión parece haber estado involucrada. ¿Es posible que en mi cabeza catolicismo y cristianismo sean una misma cosa, mientras que usted las asume como algo totalmente diferente, idea y práctica? De todos modos, nadie ha dicho que las películas más interesantes sean aquellas que se ajustan a nuestras ideas, así que igualmente le agradezco que me haga plantearme estas cuestiones.

Esto cambia totalmente lo que había pensado sobre el momento, aún más desconcertante, en el que Totò y Ninetto se encuentran con la troupe de artistas, todos ellos representantes de grupos sociales desfavorecidos (prostitutas, inmigrantes, homosexuales, ancianos), y ayudan a una joven a dar a luz. Vista desde este punto de vista, la escena parece convertirse en un juego entre iconoclasta y cariñoso con la Natividad. No, iconoclasta no es la palabra correcta. Sabiendo lo que sé ahora, no creo que usted quisiera destruir la religión, más bien repensarla, precisamente para no destruir todo lo que encontraba de hermoso en ella. Y supongo que es ahí donde encajan San Francisco y el comunismo. También es ahí donde no encajan los humanos y esas ideas de amor y fraternidad.

El final de su película parece llevarnos en esa dirección. Padre e hijo han amenazado a una familia con arrebatarles su casa. ¡Qué trágico momento, qué fascinante lo que conseguía usted con actores evidentemente no profesionales, arrancados de las calles para expresar, llenos de miedo y confusión, emociones tan sinceras! El cuervo, inquieto por lo que acaba de ver, le recuerda a Totò que siempre hay peces más grandes, el riesgo de ser devorado no desaparece nunca. Finalmente, hartos de la verborrea del cuervo, o hartos de que les eche en cara sus miserias, Ninetto y Totò acaban por devorar al pájaro y se alejan de los restos felices por su recién recuperado silencio ignorante. Parece bastante claro, pero me genera alguna que otra duda. Por un lado, se diría que vuelve usted a plantear en tono jocoso la incapacidad del ser humano para controlar sus más bajos instintos y vivir a la altura de sus grandes ideas. Pero, por otro lado, ¿es posible que note también algunos dardos dedicados al propio cuervo? ¿Es cosa mía o el hecho de que no pare de hablar, pero en realidad no haga nada, le resulta tan irritante como a Totò y Ninetto?

Pajaritos y pajarracos Pasolini 1966

Comprendo que una película no tiene por qué ofrecer ninguna certeza, que suele ser más enriquecedora la duda, pero entiéndame, señor Pasolini, a todos nos gusta tener de vez en cuando una respuesta clara. Esto es blanco, eso es alto, aquello es malo. Pero supongo que tiene usted razón, cualquier respuesta es válida mientras se observe con calma. Así que supongo que tendré que vivir con la duda. Es posible que su fascinación por el misterio religioso este muy cerca de su amor por el misterio cinematográfico, que le interese tanto aquello que se puede verbalizar como lo que solo se puede sentir. Eso explicaría todo lo demás, lo que parece un simple juego, como esos maravillosos títulos de crédito cantados. Tenemos la costumbre de pensar en una película como una entidad totalmente redonda, en la que todos sus puntos están conectados, pero no siempre es así, por mucho que eso resulte incómodo para nuestro carácter obsesivo-compulsivo. Pero, si es así, ¿cómo demonios voy a resumir Pajaritos y pajarracos en unas pocas frases?

Intuyo que esta charla empieza a resultarle un poco cargante, al fin y al cabo, usted está muerto y yo tengo un texto que entregar. No se preocupe, le dejo ya en paz. No estoy seguro de si salgo de aquí con más o menos confundido, pero al menos creo que he alcanzado cierta iluminación. Es posible que no le entienda mejor a usted ni a su película, pero me vale con comprender que no todo el cine debe leerse con el cerebro, que sentarse delante de una pantalla debería ser siempre un acto en el que uno pone en juego todo su ser y no solo una parte. También que, si ver una película es siempre un viaje en el tiempo, debemos aplicar esa misma movilidad temporal a la hora de pensarla: no podemos leer solo desde el presente. Y, por supuesto, me ha recordado usted una idea aún más valiosa: jugar y pensar no son acciones que se anulen entre sí. Obviamente, esto también se ajusta a-

Vaya, creo que llevo un rato hablando solo…

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Comentarios sobre este artículo

  1. Eduardo dice:

    Excelente tu análisis de la película. Muy original.

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