Paraíso: Amor

Quitártelo todo Por Christian G. Carlos

Será osado decirlo, y quizás alguien se moleste, pero va siendo hora de reconocer que el alemán es un idioma mal hecho. O lo que sería peor, hecho con maldad. La estructura gramatical para querer es común en prácticamente todos los idiomas: 1) sujeto que quiere –elíptico o no- como Yo, Je, I, o Jo. 2) verbo, en acción de querer, como por ejemplo amo, aime, love, estimo. 3) Y el objeto amado, resuelto con te, t’, o you. Para expresar el querer en alemán se repite también esta estructura: Ich liebe dich. La crueldad alemana, pues, no está en el querer, sino en el no querer; que exige expresar amor primero para luego negarlo. Traducido literalmente, quedaría como Yo te quiero no / Ich liebe dich nicht. Verse obligado a decir un te quiero antes de negarlo. Y más cruel aún, a escucharlo.

Si hay una emoción que Seidl ha demostrado saber expresar a través del lenguaje cinematográfico, esa es la crueldad. Uno de los planos más característicos de un director con tantas obras documentales a sus espaldas es el plano fijo. Un punto de vista neutro, estático, que no interviene ni juzga la acción, sólo se preocupa de mostrarla. Lo habíamos visto tanto en Días perros (Hundstage, Ulrich Seidl, 2001) como en Import/Export (2007). Especialmente recordado en esta última, por esas escenas angostas de mujeres desnudándose delante de una webcam en cuartos estrechos que abarcan todo el plano. En Paraíso: Amor este plano es más frecuente de lo que lo había sido antes en estas dos obras de ficción anteriores. Seidl, como director y guionista, es el responsable de todo lo que sucede en la pantalla.
Pero en Paraíso: Amor  hace como que no, como que se está dedicando a filmar una realidad que existe, que está sucediendo, que no es ficción.

Un grupo de pacientes con síndrome de down en unos coches de choque, tutelados por Teresa, abren la cinta. Teresa, una mujer cercana a la jubilación planea unas vacaciones en Kenia, dejando la poca familia que tiene en Europa. Su hija adolescente quedará acogida en casa de una amiga. En cuanto al padre, no aparece ni se menciona. Tampoco lujo alguno, familia corriente. Pero esa mujer austríaca corriente dejará de serlo en África, donde el bajo nivel de vida le permite tener un alto status. En Kenia, Teresa será tratada como una mujer con opulencia, será el centro de atención. Los africanos la tratarán con mimo, y también lo hará Seidl, que la convierte en protagonista. Ambos, keniatas y Seidl, tendrán un interés común que motiva ese trato: arrebatárselo todo.

Paraíso Amor

La historia de la película evoluciona al ritmo en que los amores africanos aparecen en la vida de Teresa. Aunque ella tiene cierta predisposición, nada es fácil, le cuesta creer que los jóvenes que tratan de seducirla sientan atracción por ella. Gabriel es el primero, y el único que Teresa rechazará. Munga, todo un caballero de pelo largo, consigue que Teresa abra su corazón, tratándola como la mujer sofisticada que ella desea ser. Los primeros pasos de la relación nos traen el recuerdo de ese bellísimo amor que se da en Todos nos llamamos Alí (Angst essen Seele auf, Rainer Werner Fassbinder, 1974) entre un joven inmigrante y una mujer alemana mucho mayor que él. Pero Seidl es Seidl, no Fassbinder, y la belleza poética no cabe en sus retratos sobre la crueldad. Así, lo cruel debe estar siempre por encima de lo bello. Y debe estarlo porque, según ese punto de vista neutro y objetivo, lo cruel es mucho más real que lo bello.

Munga tiene problemas y quiere dinero. Teresa accede a dárselo hasta que se da cuenta del abuso. Pero cuando reacciona, se encuentra con que un nuevo amor, Salama, le está pidiendo lo mismo. Sin haberse percatado, creyéndose sus mentiras y la de sus romances, Teresa se ha convertido en un objeto de deseo por su poder económico, y no tanto por su poder de atracción. Seidl le ha quitado la capacidad de atraer. El mismo Seidl que la filma desnuda  y coqueteando, y lo hace como si sus imperfecciones físicas no fueran importantes. Lo hace con mano que pretende ser inocente y estar oculta, con gran cinismo. Porque la mano es cruel, y no tendrá suficiente con quitarle a Teresa la fuerza de la belleza. Josphat será el último en Kenia, y será el más duro. Ni siquiera el dinero servirá, porque el Seidl que te había dado todo, ya te lo ha quitado. Seidl te quería no.

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