Pelo malo
Represión Por Manu Argüelles
La vida imaginada por tí pasa a ser más importante que la tuya propia
Estoy hasta el gorro del término película pequeña. Un lugar común de la crítica cinematográfica para a continuación ponerle un “pero”. Habitualmente se utiliza para decir que algo le queda grande. Y aunque me agote siempre acabo combatiéndolo. Lo hice el año pasado con Tú y yo y vuelvo a encontrarme la misma situación este año con Pelo malo.
Porque en lo que se refiere a mi percepción en el transcurso del festival nadie o muy poca gente le hizo caso a Pelo malo. Ni en mi entorno más directo, salvo una amiga, Laura M. Solano que colabora con Cinemaadhoc, y yo que parecíamos profetas en el desierto, ni más allá con la prensa que cubre el evento. Al alzarse con la Concha de Oro se dejaron entonces oír las voces y los disgustados, previsiblemente, tiraron del recurso fácil que comentaba.
Lo del premio para mí es lo de menos, no así para los responsables de la película ya que supondrá un espaldarazo para la trayectoria de un film que necesita de este tipo de reconocimientos para alcanzar una viabilidad comercial. No supone un refuerzo a mi argumentación de Pelo malo. Pero resulta coherente que siendo el presidente del Jurado Todd Haynes, este largometraje sobre la diferencia en la infancia, encerrada en un ecosistema duro y áspero como el descrito en el film, iba a conectar con la sensibilidad del director, realizador que ha trabajado sobre la misma constante en su filmografía. Cífrese al respecto Veneno (Poison, 1991), Dottie Gets Spanked (1993) y tangencialmente Velvet Goldmine (1998). Al parecer no sólo le convenció a él ya que el premio fue concedido por unanimidad.
Pelo malo se trata de una propuesta que se construye a partir de las miradas como instancia rectora del espacio diegético. Así se dibujan los límites del plano y así se marca el pulso y la tensión que se fragua entre madre e hijo, los dos principales protagonistas. Junior participa en el mundo adulto mediante ellas, su acción es introspectiva, siempre sometida, aplacada cuando debe hacer frente a lo impuesto. Es esa distancia que le separa y que le aísla, su expresión de resistencia frente a un entorno del que no quiere formar parte. Porque su existencia está en su fantasía, materializada en la música y en la iconografía artificial de la televisión, el recurso del niño para permanecer ajeno a todo aquello que le resulta sofocante, su refugio frente al entorno hostil con el que tiene que conciliar.
Sus miradas son las que marcan la frontera entre el mundo que va construyendo en su interior y el externo en el que forman parte una madre castradora y un lugar urbano en descomposición. Una barriada suburbial, una zona marginal interiorizada por los niños, Junior y su amiga, su único soporte y apoyo, que actúa en el film como imponente marco de hormigón, llena de seres sin rostro, espectros extraños sobre los que fabula y filtra en su vida imaginaria, aquella que le mantiene a salvo. Es su estrategia para combatirlos y en ese curso también lo alienan, magníficamente expresado por la directora en la elección de planos de Junior en su inmediato hábitat exterior. Una fisionomía de lo amenazante resaltada por potentes contrapicados que la definen perfectamente. Así pues, lo interno entra en fuerte confrontación con los estímulos que recibe desde afuera. Y aquí también se figuran los primeros tanteos de una sexualidad emergente. El deseo empieza a tomar forma, hay algo que le resulta incontrolable respecto a su vecino adulto que juega en la calle y las leyes de la atracción van empezando a marcar su conquista y hegemonía.
El pretexto, la excusa que desencadena el conflicto: su deseo de alisarse el pelo para la fotografía escolar. Su comportamiento no es el deseable. Junior se comporta diferente según el canon. Entra en tensión la expresión personal del niño con lo marcado por el género masculino, la adquisición psicosocial que debe constituirle en su recorrido hacia la vida adulta. Pero Junior es rebelde. No se somete fácilmente y se empeña en definir su crecimiento según sus propias reglas, lo que provoca una inevitable colisión con su madre. Y la violencia porosa, larvada como omnipresente corriente subterránea, va adquiriendo tonos sonoros, la madre encerrada en una áspera masculinización, sobrepasada por una situación personal acuciante (tiene que criar a sus dos hijos, a la vez que trata de recuperar su antiguo trabajo) va expandiendo su intolerancia y su fuerza de dominación. Pero Junior no resulta dócil, todo lo contrario, por lo que el conflicto acaba estallando, llegando a extremos grotescos. No es casual que Marta, la madre, le obligue a mirar cuando ella practica sexo. Es así como Marta marca su imposición, tratando de destruir aquello que pertenece a Junior.
Aunque la directora prefiere remitirse a la intolerancia en genérico lo cierto es que ella está concretada mediante la homofobia. Resulta hacerle un flaco favor al film si tratamos de enmascarar la homosexualidad en la infancia. Han pasado ya muchos años desde que una valiente You Are Not Alone ( Du er ikke alene, Lasse Nielsen, Ernst Johansen, 1978) la afrontara sin tapujos y con una libertad que incluso hoy resulta sorprendente. Porque aunque no se explicita está convenientemente perfilada y articulada para que el film se pueda conectar fácilmente con Tomboy, aunque el tono es muy diferente. Como si fuese una obra de cámara de Bergman, dado que el film centra su dialéctica en la confrontación entre madre e hijo, Mariana Rondón pulsa las teclas del drama social (inscribe el film en una realidad determinada que resulta un elemento activo), a diferencia de Céline Sciamma que prefería explorar la construcción de la identidad de Laure. Pelo malo es una historia de aprendizaje, de sometimiento y de secuestro de la inocencia. También de la distrofia de los géneros y como estos se escriben en el cuerpo de los personajes, desde los extremos violentos y patológicos de la madre, y desde el desorden y el cuestionamiento de las instancias reguladoras desde la vida imaginaria y deseada de un niño que debe aprender con virulenta dureza lo que significa ser hombre. La gestación de la represión.
Es interesante leer cómo se interpreta o se lee una historia tan local en otras latitudes.
Saludos desde Venezuela.