Perlimps

Annecy 2022 (IV) Por Samuel Lagunas

Podría comenzar diciendo que la última cinta del brasileño Alê Abreu, Perlimps (2022) es hasta ahora su película más pesimista y la que, a manera de testamento generacional, arroja una pesada losa sobre las infancias: la misión de salvar el mundo de la catástrofe ecológica.

No obstante, retrocedamos para entender mejor el “giro” que Abreu ha decidido dar a su obra. En el desarrollo histórico de la animación brasileña —y forzándolo un poco podríamos hablar en general de la animación latinoamericana— hay un importante número de películas que lidian con mitos indígenas, leyendas e historia oral, incorporándolo como materia prima para la construcción de mundos fantásticos. Un caso reciente y bastante popular, dada su distribución en Netflix, es Pachamama (Juan Antín, 2018) donde las creencias y la espiritualidad andina son el ingrediente principal de las aventuras y los conflictos que enfrenta el niño protagonista. Centrándonos en la animación brasileña, hay una clara tradición de cine amazónico que va de la pionera —y remedo de Bambi y Fantasía Sinfonía amazónica (Anelio Filho, 1953) hasta el drama romántico y de Ciencia Ficción Río 2096. Una historia de amor y de furia (Luiz Bolognesi, 2013), pasando por los westerns Piconzé (Ype Nakashima, 1973) o Rocky & Hudson (Otto Guerra, 1994). Perlimps, donde el propio Bolognesi funge como productor, viene a dialogar con toda esta tradición, poniendo en juego la fantasía, los mitos, la magia y la religiosidad para dar vida a una historia tan personal como ancestral y política.

La trama es sencilla y encantadora. Claé y Bruô son dos criaturas del bosque que, pertenecientes a reinos diferentes, deben unir fuerzas para combatir a los gigantes que amenazan con arrasar todo el ecosistema. En el combate, descubren, gracias a un viejo mentor, que sólo si encuentran los “perlimps” lograrán mantener vivo su territorio.

Si cedemos a la tentación de comparar el planteamiento de Perlimps con la anterior El niño y el mundo (Alê Abreu, 2013), muy probablemente quedemos desilusionados, pero estaremos perdiendo de vista el propio desarrollo de Abreu como animador. En sus cortos y largometrajes hay, al menos, dos vetas importantes y bien distinguibles. Una se centra en la representación de niñas y niños que padecen las adversidades del mundo moderno y aparecen en las películas como sujetos sufrientes (casi como víctimas) y pasivos que están a la espera de un milagro, como en Sirius (1993), o que aguardan el regreso o la aparición de una figura paterna o materna que les dé dirección, como en Espantalho (1998) o El niño y el mundo. En estas cintas, he aquí su rasgo principal, los protagonistas suelen relacionarse con el mundo desde la observación más que desde la acción, por eso son cintas mucho más estáticas y contemplativas (espectaculares en cierto sentido) donde los escenarios se presentan como enigmas sonoros y luminosos que hay que descifrar junto con las y los niños que los habitan.

La otra veta de Abreu es un cine tradicional de aventuras donde los protagonistas emprenden una serie de acciones para cumplir un objetivo principal y resolver así el conflicto que detona la trama. Garoto cósmico (2007) es la cinta que mejor encarna este estilo y donde Abreu se acercó más a un tipo de películas canónicamente infantiles.

Perlimps

Perlimps abreva de las dos fuentes. En su primera mitad, es más una cinta típica de aventuras donde los personajes se enfrascan en enfrentamientos, exploraciones y pequeñas hazañas. El estilo figurativo y excesivamente digital de estos primeros minutos nos hace echar de menos el minimalismo de El niño y el mundo, pero nos remite a los aprendizajes y a las incursiones de Abreu en el lenguaje serial con Vivi Viravento (2017). Aquí abundan las explicaciones en torno a la naturaleza de los reinos y las demostraciones de la magia del bosque. También, entre todo ello, empieza a florecer el misterio que llevará la segunda parte de la cinta hacia un horizonte inesperado.

El diseño de los personajes Claé y Bruô es una novedad en el universo de Abreu, puesto que hasta ahora este estaba habitado exclusivamente por humanos. Este giro perspectivista resulta una grata sorpresa, pues nos permite entender mejor la propuesta ética y política de Perlimps: necesitamos dejar de ser completamente humanos, si queremos tener una oportunidad de salvar los territorios de los gigantes que nosotros mismo hemos inventado. Pero es en este punto donde la película evidencia su maniqueísmo. Los adultos, al ser los responsables de las tecnologías y las máquinas que devastan el bosque, están impedidos para hacer y ser alguien más (el diseño grueso y afilado de sus cuerpos evidencia su maldad). En cambio, los niños tienen la posibilidad de cabalgar entre el mundo humano (groseramente dividido en clases y rangos) y el mundo mágico-animal, y en ese juego de espías hacer crecer los perlimps que salven el bosque (de nuevo surge aquí la oposición irreconciliable y hostil entre campo y ciudad).

Los proyectos expansionistas del presidente brasileño Jair Bolsonaro sobre el Amazonas completan el panorama político de Perlimps y revelan algo que ya se atisbaba desde El niño y el mundo: Alê Abreu es un animador activista y esa militancia por el medio ambiente, que ha venido creciendo con los años, junto con su sensibilidad excepcional por el sonido y la abstracción (una escena de ondas de colores que danzan sobre un fondo negro es bellísima en Perlimps) lo consolida como una de las figuras indispensables de la industria.

Perlimps

  1. S.: Alê Abreu toma la palabra

Durante los días del Festival, traté de concertar una entrevista presencial con Abreu para hablar sobre Perlimps. El encuentro fue pospuesto una y otra vez y finalmente fue cancelado. Me queda claro que Abreu es la estrella latinoamericana en Annecy, así que había una larga fila de medios esperando sus palabras. Por eso, no me pondré a especular hipótesis sobre las razones que impidieron que nuestra conversación se llevara a cabo. No obstante, Claire, la representante de Abreu, me ofreció la posibilidad de enviarle una lista de preguntas que Abreu respondería una vez estuviera más tranquilo. Así lo hice. El guion lo estructuré a partir de las ideas desarrolladas en este texto. Esto fue lo que respondió Abreu:

S.L.: Hay una tradición muy importante en Brasil de películas de animación que abordan los mitos indígenas, los cuentos populares, las leyendas y la historia oral; y los utilizan para construir mundos fantásticos como haces en Perlimps. Pienso en Sinfonía Amazónica y en Río 2096. ¿Qué opinas de esta tradición? ¿Te sientes parte de ella?, ¿o ubicas a Perlimps en coordenadas más globales?

A.A: Son cuestiones que no importan mucho en el momento de la creación que, para mí, es un proceso mucho más intuitivo y libre. «El arte no tiene pensamiento», cito al poeta Manoel de Barros, que cita al pintor Rómulo Quiroga. No saber, o mejor dicho, no pensar es una parte importante del proceso de expresión. Me gusta la sensación de no tener el control en el proceso creativo. Parece abrir las puertas a un lugar de mayor libertad. Así me parece que hay más espacio para lo no verbal, para la expresión más pura no mediada por el pensamiento lógico. Y en cierto modo esto está relacionado con la tradición indígena, por ejemplo, que considera los sueños y las mitologías como cosas no separadas de la realidad. Hay una conciencia de los temas relevantes de la actualidad, pero que entran en la película a través del filtro de la fábula, como, por ejemplo, las cuestiones medioambientales y políticas en el Amazonas, y la guerra en Europa.

S.L.: Distingo dos temas principales en tus películas. Uno, es el de los niños y niñas que aparecen en las películas esperando o deseando que algo suceda. El otro, tiene que ver también con los niños, pero representados en una posición más activa, afín al género de aventuras. Creo que Perlimps está entre estos dos polos; sin embargo, una cosa que es nueva es la inclusión de una perspectiva no humana. ¿Por qué decidiste incluir el punto de vista animal y sobrenatural en Perlimps?

A.A: Creo que el hecho de que sean animales pone a los personajes en una situación más mágica, reforzando la «burbuja» infantil en la que se encuentran. También crea personalidades interesantes, con poderes, y también fragilidades bien marcadas, algo casi chamánico. No puedo dar spoilers, pero creo que la perspectiva animal crea un contraste muy fuerte que revela lo desintegrado que está el hombre de la naturaleza, y de la propia naturaleza humana.

S.L.: Te considero un director activista que se compromete no sólo estéticamente con la animación, sino también políticamente. En ese sentido, ¿cuáles son tus expectativas sobre Perlimps, no sólo con el público infantil sino también con el adulto?

A.A: Creo que el arte y la política, en el sentido más estricto, son inseparables. La estética es un ideal de mundo que impregna el pensamiento político. Estética y ética. El arte materializa, revela, inserta en el mundo cosas que no se pueden expresar con palabras. La composición cromática, el baile de los personajes, el ritmo, el estilo de un dibujo, la relación entre el sonido y la imagen son tan importantes, o incluso más, que los mensajes textuales que aporta una película. Si el artista está realmente conmovido por ciertos temas, naturalmente los expresará en sus obras. Creo que la animación tiene un poder muy fuerte para conducir a la gente a un lugar muy profundo, llevando estas ideas, de forma y contenido, allí.

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