Post Tenebras Lux, de Carlos Reygadas

Iudicandus Homo Reus Por David Martínez de la Haza

Donostia, al menos donde el Urumea va a encontrarse con el Cantábrico, a veces huele particular. Eso es un hecho. Quien vive allí lo mismo no se da cuenta, pero sí, huele particular.

El sábado 22 de septiembre de 2012, mientras oscurecía sobre San Sebastián, ese olor tan característico transmutaba discretamente en algo más tóxico. Había algo sulfúrico, algo casi intestinal en la atmósfera, que penetraba en el recinto del Kursaal aquella noche.

Tras ver Post Tenebras Lux, esa noche en aquel sitio, a mí me pareció entenderlo todo. Era el mismísimo diablo el que se había asentado allí mismo.

Esto ocurre cada día, pero realmente apenas nos damos cuenta. Asumimos esa maldad –un constructo tóxico formado por diferentes formas de pensar y de comportarse– como elemento inherente a nuestra condición humana desde que adquirimos consciencia de nosotros mismos, en la infancia, y no nos abandona hasta que volvemos a perder dicha autoconsciencia, en la demencia o en la muerte.

Las formas de creación artística han intentado reflejar esto de diferentes maneras, y el cine, como la forma de arte más rica –en mi opinión–, parece haber tomado la avanzadilla a la hora de escudriñar lo maligno en el alma del hombre.

 Post Tenebras Lux

Han pasado mis días, se han deshecho mis planes y las aspiraciones de mi corazón

Convierten la noche en día y dicen que en medio de las tinieblas la luz está cerca 1

Los cuatro largometrajes que componen el grueso de la filmografía del director mexicano Carlos Reygadas lo sitúan como uno de los cineastas que, en los últimos tiempos, más se ha ocupado y preocupado en retratar la culpa y la redención. No cabe otro extracto al hilar las relaciones entre el suicida solitario y la anciana en su excelente ópera prima Japón (2002), el chófer y la hija de su jefe en la desconcertante Batalla en el cielo (2005) y el menonita enamorado de una mujer distinta de su esposa en Luz silenciosa (Stellet Licht, 2007). Hombres en conflicto de culpa en busca de una cierta redención.

Algo de esto vuelve a haber en Post Tenebras Lux, de la cual, por otra parte, quiero contar lo menos posible, porque cualquier lector que aún no la haya visto, y espero que al leerme le entre la curiosidad para poner remedio a esto más pronto que tarde, merece disfrutar de ella en el estado más virgen, más inmaculado posible. Y es que es Post Tenebras Lux, no tengo duda de ello, la película de este siglo –junto con quizás Spring Breakers (Harmony Korine, 2013) y A Lullaby to the Sorrowful Mystery (Hele sa hiwagang hapis, Lav Diaz, 2016)– que mejor se adapta aquel dicho que reza que “hay que verla para creerla”.

 Post Tenebras Lux Reygadas

Hoy me preguntaba una muy querida amiga sobre la cinta de Reygadas. “No me suena, ¿de qué trata?”. Yo, que generalmente tengo retórica para dar, vender y regalar, me he quedado mudo un buen rato. No es pregunta baladí y no hay una sola respuesta posible. “Veamos” –he respondido– “Primera escena: una niña va hablando sola por una especie de prado rodeada de animales. Pronto oscurece y cae una fuerte tormenta. Segunda escena: interior de un piso, de noche, parece que hay una familia durmiendo. Entra entonces la figura de un diablo y se mete en una de las habitaciones”. Explicado así, me he sorprendido a mí mismo relatando una película de terror. Y Post Tenebras Lux puede leerse de facto como una excelente película de terror donde el único grito de angustia que nos provoca nace de la proyección especular que se genera sobre nosotros mismos. Fijaos bien: la única bondad en la película de Reygadas parece estar tanto en los animales domésticos y salvajes que acompañan en casa y en sus aledaños a la familia de Juan y Natalia, la pareja protagonista, como en los niños Rut y Eleazar, hijos de un matrimonio descompuesto, progenie en un estado aún primitivo previo a socializar y, simultáneamente, herir y ser herido. Post Tenebras Lux es por tanto, entre otras muchas demasiadas cosas, también una fábula donde la consciencia del sí trae consigo la abominación moral.

Y al igual que en estos tiempos no ha habido manera más bella de versar sobre la moral que en Post Tenebras Lux, tampoco ha habido manera más moral de retratar la belleza. Hay en la manera de filmar de Reygadas, en toda su obra, una cierta exuberancia a partir de una planificación milimetrada. Esto está llevado al paroxismo en su hasta el momento última cinta. Estructuralmente, Post Tenebras Lux es un puzle en el que algunas piezas no encajan, algunas piezas faltan, algunas están repetidas y algunas otras incluso nunca estuvieron allí. Esta descripción tan terrible, tan injusta, y sin embargo creo que tan precisa, pudiera hacer pensar que Post Tenebras Lux es una obra con carencias. Todo lo contrario. La última película de Reygadas bien podría verse como el reverso tenebroso de El árbol de la vida (The Tree of Life, Terrence Malick, 2011), un collage cosmogónico sobre el brote y la posterior infiltración en la sociedad (y aquí esencialmente en el núcleo social más íntimo: la familia) de la maldad. O, si más no, ya que el propio Reygadas se ha encargado de negar la mayor a propósito de la trascendencia de la figura diabólica en la obra, sobre la diseminación de la frustración. Y no creo que maldad y frustración sean términos moralmente tan alejados.

 Post tenebras lux Carlos Reygadas

It’s a dream

Only a dream

And it’s fading now

Fading away

It’s only a dream

Just a memory without anywhere to stay 2

¿Por qué me parece entonces Post Tenebras Lux la película más importante en lo que llevamos de milenio? Pues por cosas como esta cita a Neil Young recreada en un momento clave de la obra. Ese pequeño réquiem figurado al piano que le canta Natalia a su marido, a su familia, a todos nosotros, resume la esencia de la película de Reygadas, pero también la esencia del cine. Y, por qué no, la esencia de la vida: ese devenir que transita inaprehensible, como un sueño que se desvanece día a día, un recuerdo que busca donde alojarse.

Pero tanto la vida como el cine deben encontrar su sitio. Y Post Tenebras Lux, de un modo complejo y doloroso, ayuda a encontrar el sitio de la vida en el cine y el del cine en la vida.

Porque Post Tenebras Lux, finalmente, no es una película.

Es un milagro.

Tenebras Lux

  1.  Libro de Job: capítulo 17, versículos 11-12
  2.  Neil Young “It’s a Dream” (Prairie Wind, Reprise Records, 2005)
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