Oscar 2013: Nominaciones a mejor película en habla no inglesa
Los Oscars, ¿miran al mundo? Por Samuel Sebastian
Un año más, el mundo del espectáculo cinematográfico mirará hacia la gala de los Oscars que se celebrará este domingo 24 en Hollywood. Para quienes no estamos tan interesados tanto en el espectáculo como en el reconocimiento de ciertos trabajos, no deja de despertarnos la curiosidad saber cuál será el desenlace de una de las categorías que, en principio, se encuentra menos sometida a las presiones de los académicos poderosos, la del Oscar a la mejor película en habla no inglesa. Cada año, una gran cantidad de países (en 2012 han sido 71) presentan a la Academia la película que consideran más representativa de su país durante el último año y, a partir de esta elección, son los académicos americanos los que otorgan el premio a la mejor película de lengua no inglesa. Recordemos igualmente que el galardón a la Mejor Película no tiene restricciones lingüísticas, es decir, en principio puede ser nominado cualquier film (este año, Amour) aunque la tendencia siempre es a nominar películas anglófilas.
Este es el primer punto que hay que hacer notar en las nominaciones. Nunca representan lo que podríamos llamar como un «estado del mundo cinematográfico», al contrario, se guían por unos criterios básicamente eurocentristas (y no solo referidos a la Europa geográfica sino también a la extensión de su cultura) a la hora seleccionar sus películas. A pesar de su prestigio, la Academia americana tiene sus preferencias, como todas las academias, y eso provoca que muchas decisiones no solo sean discutibles sino incomprensibles desde el punto de vista de la calidad cinematográfica. La otra fuerza que actúa en las decisiones de los académicos es la nula visibilidad que tiene el cine no anglófono en los Estados Unidos, ya que ocupa menos del 1% de la cuota de pantalla (una proporción similar al cine subtitulado en España). De esta manera, la influencia de los distribuidores se puede hacer mucho más patente. Aunque sea un Oscar menor, no deja de ser un Oscar, y el precio de la estatuilla está muy cotizado tanto en California como internacionalmente.
Así, en los últimos años se puede observar, por un lado un llamativo crecimiento de la calidad de las películas seleccionadas para las nominaciones finales. Recordemos que han pasado películas más que notables como Vals con Bashir, La cinta blanca, Un profeta, Biutiful, Canino, Incendies, Bullhead o Monsieur Lazhar, además de reconocer con el máximo premio a otras películas de calidad indiscutible como En un mundo mejor, El secreto de sus ojos o Nader y Simin: Una separación. Sin embargo, junto a esto, hay que señalar un punto débil que se repite en la selección anual de las películas y es la poca relevancia del cine no occidental: las películas asiáticas y africanas suelen quedar fuera de la selección, aunque con honrosas excepciones como Nader y Simin. Por otro lado, el auge del cine latinoamericano se debe sobre todo al aumento de académicos latinos, lo cual es bastante de agradecer.
La selección de este año, pues, no es muy diferente a la de otros años aunque hay que incidir que la calidad de las películas es bastante alta: Hay cuatro películas «occidentales» (con algunos matices), tres europeas y una canadiense, y una película latinoamericana. El año pasado, por ejemplo, hubo también cuatro «occidentales» y una iraní, que a la postre fue la vencedora.
Sin lugar a dudas, la gran favorita es Amor (Amour, 2012) de Michael Haneke, no solo por su carrera cinematográfica previa, cosechando premios por todo el mundo, sino porque es la apuesta de la distribuidora Sony Pictures Classics, la división de películas artísticas de Sony Pictures, una de las seis productoras-distribuidoras más importantes del planeta. El impacto de Amour, con sus nominaciones a mejor película, director, actriz, guion original y película en lengua extranjera ha eclipsado a las otras contendientes. Su narrativa poderosa, la fuerza de sus imágenes e interpretaciones y, al mismo tiempo, la sencillez de su puesta en escena, son realmente cautivadoras. Habitualmente, una película en lengua extranjera que también es nominada en otros apartados importantes, suele ganar el Oscar, ya que demuestra que ha recibido el reconocimiento de los académicos. Sería una sorpresa que no se llevara la estatuilla.
Como segunda película con opciones a la nominación del Oscar a mejor película de habla no inglesa, No (ídm, 2012) de Pablo Larraín sería la apuesta más sólida.
La nominación de No (primera película chilena que opta a los Oscars), trae a la memoria el impacto que tuvo en su momento Desaparecido (Missing, 1981) de Costa-Gavras, con una inolvidable interpretación de Jack Lemmon y el Oscar al mejor guion adaptado.
Ahora, Larraín vuelve a la época de la dictadura para explicar una historia de política pura a través de los entresijos de un referéndum mediante el cual se pretendía derrocar el régimen de Pinochet. La sabia integración de las imágenes reales con las de la ficción es uno de los puntos más fascinantes de esta película que confirma, por un lado, el reconocimiento internacional de una cinematografía que hasta ahora la veíamos solo de manera dispersa y, por otro, el poder dentro del cine chileno de los hermanos Larraín.
Con menos opciones se perfilan Un asunto real (En kongelig affære, 2012) de Nikolaj Arcel y War Witch (Rebelle, 2012) de Kim Nguyen, representantes de Dinamarca y Canadá, respectivamente. La primera es un preciosista relato de época muy del gusto de la Academia, que mezcla romance y locura en las relaciones triangulares entre el rey Cristian VII de Dinamarca, su consorte Carolina Matilda y el físico de la corte, también dedicado a la política, Johann Friedrich Struensse. El estudio de los personajes es impecable, así como la minuciosa descripción de la época, sin embargo su impacto es mucho menor que el de las dos anteriores o incluso que el de la otra película, War Witch, una película canadiense en torno al drama de los niños soldados en la guerra del Congo mezclado además con la problemática de los albinos en las comunidades africanas. Una propuesta valiente que demuestra como el cine canadiense sí que mira al mundo y los recientes reconocimientos en la Academia así lo demuestran: Incendies (ídm. 2010) de Denis Villeneuve trataba sobre la guerra Palestina, Monsieur Lazhar (ídm., 2011) de Philippe Falardeau sobre la migración en las escuelas canadienses y Agua (Water, 2005) de Deepa Mehta, nominada en 2006, sobre los matrimonios forzados en la India.
Tal vez la película con menos posibilidades, aunque nunca podamos afirmar esto con seguridad, recordemos el Oscar a Despedidas en 2009, es Kon-Tiki (ídm., 2012) de Joachim Rønning y Espen Sandberg. Sin duda, forma parte de la cuota de los hermanos Weinstein, que distribuyen el filme en los Estados Unidos, y que hacen valer su peso en casi todas las categorías de los Oscars. Noruega, hasta ahora, solo había recibido dos Oscars en su historia y ninguno de ellos en la categoría de lengua extranjera. El primero fue, precisamente, para el documental homónimo que describe los acontecimientos de este filme de aventuras y que tiene como protagonista a un explorador que decidió hacer un viaje en ocho mil kilómetros para demostrar el origen sudamericano de una tribu del Pacífico. Bajo su aire de película clásica de aventuras, su planteamiento es tan disparatado como su desarrollo y, en principio, no parece que este año vaya a haber muchas opciones para la sorpresa.
Estas son, a grandes rasgos, las películas presentadas en la 85 edición de los Oscars, una edición que en principio se presenta muy desigual ante el poderío exhibido por la película de Haneke, la gran favorita. En todo caso, el ser premiadas o no, no hará ni mejores ni peores a ninguno de los filmes seleccionados.