Previo 6ª Edición. Festival de Cine Italiano de Madrid
Por Jose Cabello
La cámara salió a la calle y así nació uno de los movimientos cinematográficos más influyentes del cine contemporáneo, el Neorrealismo italiano. Directores como Rossellini, Antonioni, Visconti o Vittorio de Sica, conocidos por cualquier amante del buen cine, conformaban algunos de los símbolos de este movimiento. Esta tendencia, resultado de la Segunda Guerra Mundial aunque importante para el reconocimiento y la exportación de cine italiano, lejos queda del presente. Y a pesar de vivir un esplendor con directores de la talla de Fellini, Italia, desgraciadamente hoy en día pertenece a esa lista negra de naciones obligadas a dar un salto de pértiga olímpico para llegar a las pantallas de nuestro país. No obstante, el jueves 21 de noviembre, la pirueta recibirá un empujón facilitando la acrobacia final:
Llega el Festival de Cine Italiano de Madrid. Un festival valiente, pues vino al mundo en 2008, un año que ya apuntaba maneras, y aún así encaró, y sigue haciéndolo, las contrariedades intrínsecas a estos eventos culturales donde el monto de dinero escasea.
En su sexto año, el Festival de Cine Italiano de Madrid se consolida como una oferta atractiva e ineludible para una toma de contacto con el cine italiano actual, ése que a duras penas asoma por la cartelera española.
Las secciones, en esta edición, se dividen en largometrajes, cortometrajes y documentales; las sedes, un año más, las forman los Cines Verdi y el Instituto de Cultura Italiano. Ambos atesoran una amplia oferta de actividades paralelas entre las que destacan el homenaje a Marco Bellocchio y a Luciano Berio así como el encuentro, con café de complemento, con Daniele Gaglianone.
Con sólo seis años de vida, este festival ya homenajeó en su quinta edición a los consagrados Hermanos Taviani cuando brindaron su particular visión de la obra de Shakespare con César debe morir (Cesare deve morire, 2012). La actriz Margherita Buy y el actor Toni Servillo viajaron hasta Madrid para constituir pieza clave en la cuarta y la segunda entrega, respectivamente. Un exquisito compendio fílmico del país alpino surca la ciudad año tras año, siempre en invierno, acercando títulos de destacado crédito que desde su primer fascículo ya prometía por cazar propuestas de alta consistencia como Gomorra (Mateo Garrone) y repitiendo proeza con El hombre que vendrá (L’ uomo che verrà, Giorgio Diritti, 2009), Baarìa (Giuseppe Tornatore, 2009), Il villaggio di cartone (Ermanno Olmi, 2011), Vincere (2009) o L’ultimo terrestre (Gian Alfonso Pacinotti, 2011).
En la gala inaugural, Marco Bellocchio recibirá el Premio a Toda una Carrera y durante los sietes días de duración, como obsequio de esta distinción, se proyectarán tanto su primera película Las manos en los bolsillos (I pugni in tasca, 1965) como una de sus obras más ilustres La sonrisa de mi madre (L´Ora di religione, 2002). Se dará cobijo a estrenos de importante relevancia, todavía vírgenes en las salas comerciales de estos lares, como La grande belleza de Paolo Sorrentino, o el documental sobre Bertolucci, Bertolucci on Bertolucci, realizado por el director de Io sono l’ amore, Luca Guadagnino en codirección con Walter Fasano, sin olvidar óperas primas de novísimos realizadores italianos: Valeria Golino presenta Miele y Matteo Oleotto, Zoran, il mio nipote scemo.
Ocasión irrepetible, hasta el año que viene, de emprender un éxodo de ida y vuelta a través de esta cata suculenta que propone el Festival de Cine Italiano. Formidable excusa para un acercamiento no neorrealista sino realista al cinema del país vecino.
La gran belleza