Propaganda (2014)
Basura electoral Por Jose Cabello
Las elecciones autonómicas y locales están a la vuelta de la esquina y lo políticos, en su encrucijada particular, una vez cada cuatro años, abandonan su universo paralelo en las altas esferas para postularse antes nosotros como una figura de representación válida. Cada cuatro años olvidan sus guerras particulares y sus pufos partidistas para aunar fuerzas y persuadirnos, ahora más que nunca, de que el sistema democrático actual es la única vía para el sostenimiento de un país. Nos venden miedo. Miedo en pequeñas cápsulas. Pero si rascamos un poco más, si ahondamos más allá de la superficie, comprobaremos que esas personas que aspiran a ser candidatos desconocen la realidad que al resto nos toca vivir, incluso con cotas de ignorancia máxima, como no saber el precio de un café. Una élite sin formación que vive a años luz de nuestra problemática.
La brecha entre la élite política y el resto de la población, cada vez más latente, provoca sentimientos como los escritos anteriormente. Ya no está de moda el eslogan “No nos representan” porque nunca nos representaron, solo representaban una vieja herencia adquirida de estafadores y corruptos que se instalaron en nuestros órganos de gobierno. La desconfianza llega al cielo. Y mientras, quieren hacernos creer que solo nos queda esperar pacientemente que ellos mismos arreglen aquello que estropearon. Pero no, no debería ser así, deberíamos clamar que rueden cabezas, porque las nuestras ya rodaron, y ahora estamos decapitados e indefensos ante un sistema neoliberal que no entiende de personas, sino de números.
Chile, un país que comparte, en cierta manera, parte de su historia reciente con España, a pesar de configurar casos muy diferentes -el país chileno incluso mantiene la constitución de Pinochet-, permite encontrar vasos comunicantes en cuanto a descontento popular hacia la clase política se refiere. Sin embargo, Chile posee una ventaja frente a nuestro país. La ventaja se llama MAFI (Mapa Fílmico de un País). MAFI es una organización sin ánimo de lucro que se dedica a hacer acopio de material audiovisual de Chile con el fin de provocar una reflexión en las cabezas de sus habitantes. La construcción del discurso audiovisual de MAFI se basa en la creación de microdocumentales caracterizados, fundamentalmente, por elaborarse exclusivamente a través de planos fijos. Uno de los brazos más importantes de MAFI es el documental Propaganda (Christopher Murray, 2014), un documental nacido en plena campaña presidencial del año 2013.
Propaganda es el remanente obtenido tras la decapitación de la ideología llevada a cabo durante una campaña electoral. El resultado de desarmar, o más bien filtrar, el marketing electoral, dejaría al trasluz aquello recogido en el documental de Propaganda, pues el título de la película viene a calificar, a cada uno de los partidos políticos que intentan abrirse hueco, como un spot en prime time. Los cimientos de Propaganda recurren a la desideologización, entendida como un proceso llevado a cabo durante la mitad y finales del siglo XX para explicar la situación actual de los partidos políticos en Chile, aunque sería perfectamente extrapolable a cualquier otro país. De esta manera vuelve a quedar al descubierto que los partidos políticos se han convertido en los llamados “partidos atrapalotodo” (catch all party) renunciando a su ideología primigenia -un gran ejemplo de esto es el Partido Socialista en España- a cambio de un acercamiento a las mayorías que traerán consigo mayor número de votos.
La vorágine de reuniones, actos y encuentros que Propaganda recoge entre los candidatos de los distintos partidos políticos reflejan cómo las hipotéticas opciones políticas ondean bajo la misma bandera. Además de la verborrea a la que nos tienen acostumbrados y las promesas incumplidas, los señores candidatos recurren, como constante, a la tendencia centrípeta de la ideologización. Como si de encontrar la piedra filosofal se tratara, los partidos políticos se afanan en alcanzar la mente del consumidor/elector para provocar la asociación entre sus candidatos y el centro ideológico. No quieren ser derecha. No quieren ser izquierda. Existe miedo a la ideología. De hecho, el sistema ha conseguido convertir en sinónimo de ideología al radicalismo, introduciendo un componente de extremista a todo aquél partido político que contenga un mínimo de ideología. No será esta semana la última que un telediario coloca el adjetivo de “radical” a un grupo de personas que se manifiestan a favor o en contra de alguna medida.
Propaganda, a través del silencio y de la pura observación -carece de instrumentos para ser un documento tendencioso-, manifiesta la irracionalidad de la desideologización. Un proceso que repercute negativamente en nosotros, como pueblo, ya que calma, mediante una burda palmadita en la espalda, el espíritu de Revolución que debería atestar las calles de la ciudades. Y más cuando es latente el escaso compromiso real de los partidos políticos posicionados como marcas blancas que sólo nos venden basura electoral una vez cada cuatro años.