Psiconautas, los niños olvidados
La animación rebelde Por Mireia Mullor
En los Goya de 2012, un cortometraje de animación titulado Birdboy (Pedro Rivero, Alberto Vázquez , 2010) se alzó con la estatuilla al mejor film de su categoría. Aquella fue la semilla de un proyecto que, inspirado por un cómic de Alberto Vázquez, ahora se convierte en largometraje.
Psiconautas, los niños olvidados es probablemente el film más rebelde de esta 63 edición del Festival de San Sebastián. Por su humor, su estética, su mensaje y, sobre todo, por su fantástica personalidad. Produce una especie de orgullo saber que esto ha nacido en territorio español, gallego concretamente, de la mano del propio Vázquez y el director Pedro Rivero, autor de otras irreverencias animales en cortos como La crisis carnívora (Pedro Rivero, 2008). Ambos amplían esa fábula post-apocalíptica que era Birdboy y lo convierten en algo más profundo y certero, algo que lamentablemente ha pasado desapercibido en Donostia, pero que recuperamos encantados aquí.
BIRDBOY Short film/ Birdboy el Cortometraje from Khris Cembe on Vimeo.
Psiconautas, los niños olvidados mantiene el eje central del cortometraje que le precede: una historia de amor entre la ratoncita Dinki y el pájaro Birdboy, dos almas destinadas a encontrarse en una isla devastada por la contaminación y la falta de moralidad en sus animalados habitantes. Dada la obsesiva adicción de su peculiar compañero a las drogas, la ratoncita se apoyará en sus amigos para planear la huida en barca de ese futuro incierto, siempre contando con la incorporación del toxicómano chico-pájaro. Este éxodo les hará encontrarse con otros sujetos condenados como los niños olvidados (que no tienen ni padre ni madre) y que se dedican a rebuscar entre las montañas de residuos para encontrar el tan preciado cobre, el nuevo oro. Con todo, esta fábula tiene, como debe ser, su moraleja: una crítica sagaz a las miserias que deja a su paso el consumismo y su total desprecio a la naturaleza, y ya puestos a las personas. En su discurso, Vazquez y Rivero hacen referencias también a nuestra realidad más inmediata, con ácidas dosis de humor como la felicidad más instantánea al saber que tu hijo estudiará una ingeniería, que el aumento imparable de la basura se convierta en un patio de juegos para esos niños perdidos o que la compra-venta ilegal sea el negocio más utilizado.
El estilo de Psiconautas, los niños olvidados es más sucio y realista, con un toque dark que nos recuerda a personajes de la faceta de dibujante de Tim Burton, como Oysterboy. Los ojos negros y hundidos, el decaimiento de la figura, la tristeza de las facciones. Ese tipo de personajes cuyo mundo interior está fuera de todo alcance, hasta de ellos mismos, razón por la cual se busca a través de las drogas (dando sentido así a la referencia psiconáutica de su título) una respuesta a su propia existencia. Este estilo más cercano a lo emo se combina, y esto es lo genuino, con unos seres que parecen sacados de series infantiles al estilo de Peppa Pig. La fusión de ambos crea una combinación extraña pero que funciona, que va afín con el surrealismo que ya impregna el propio mundo de esta fábula post-apocalíptica. Sería casi como una versión perturbada de los mensajes ecologistas en mundos fantásticos del grande de la animación japonesa Hayao Miyazaki, del que se observan algunos curiosos puntos en común (o quizás influencias) en elementos como las bellotas doradas que hacen crecer el bosque, que en Mi vecino Totoro (Tonari no Totoro, 1988) tenían la misma función. Incluso también en el imaginario creado en La princesa Mononoke (Mononoke-hime,1997), como el lago que se encuentra en lo más profundo del bosque donde el entorno es verde y lleno de vida y el agua cura las heridas. Aun queriendo buscar coincidencias, está claro que Psiconautas, los niños olvidados se aleja del buenismo de Miyazaki para adentrarse más en lo sórdido de la sociedad en su relación con la naturaleza, una animación más perturbada y realista.
Con este carácter que describimos, es sin duda el humor negro el que no puede faltar. Ese tan libre y descarado que bien conoce Seth MacFarlane y su Padre de familia (1999 – ) que busca burlarse, a la vez que denunciar, una situación insostenible y una realidad llena de síntomas de enfermedad crónica. No obstante, si bien Psiconautas, los niños olvidados empieza con escenas de brillantes muestras de este humor (la escena del niño Jesús llorando sangre es simplemente espectacular), este carácter se va perdiendo conforme avanza la narración, para quedarse en algo más sobrio aunque igualmente reaccionario. El relato se acerca más a lo aventuresco y se aleja de comentarios más afines a los fans de la serie norteamericana.
En este contexto, no es de extrañar, siendo su antecedente cinematográfico un cortometraje a quien da título, que el personaje de Birdboy sea un elemento central en la adaptación de esta novela gráfica. Y no solo da nombre al corto que lo precedió, sino que también es el responsable de haber bautizado esta historia como Psiconautas, los niños olvidados. El por qué reside en su adicción a unas pastillas rojiblancas que le adentran en mundos paralelos y salvajes, un ejercicio de esa práctica que es la psiconáutica que mencionábamos antes, es decir, la exploración del espíritu y sus procesos a través de los viajes alucinógenos, la alteración del estado consciente, con el propósito de conocer mejor el entorno, el universo y la propia persona. En efecto, Birdboy no se droga de forma lúdica sino como un mecanismo de encontrar su lugar en un mundo que ya no es lo que solía ser tras la explosión de una fábrica contaminante. Un nuevo espacio propio para un nuevo contexto. Así, el chico-pájaro entra en contacto con la naturaleza escondida bajo la devastación de la isla y se descubre a sí mismo en los fieros pájaros negros que le arrancan las entrañas en algunas de sus alucinaciones. Del mismo modo, parece que esa búsqueda en su interior, y en el de la tierra, le hará encontrar la solución a esa realidad asfixiante (si es que la hay realmente).
En definitiva, Psiconautas, los niños olvidados va más allá de la animación, de la infantil y de la convencional, para adentrarse en un terreno rebelde e ingenioso, en una propuesta valiente y radicalmente diferente a lo que estamos acostumbrados en la producción española del género.