Puzzled Love
Puzzled Love. Autoria Catalana Por Manu Argüelles
Con Puzzled Love es fácil hacer chistes malos del tipo: ¡Esta película es un escándalo! (en alusión al nombre de la productora asociada a la ESCAC, Escándalo Films, SL). O bien, “señores que hacen pasar sus proyectos de fin de carrera como si fuesen un largometraje”. Pero como uno no es humorista, lo cierto es que, tras los trabajos anteriores de la misma productora, Blog (Elena Trapé, 2010), film que ya estuvo en la anterior edición del D’A, y Tres dies amb la familia (Mar Coll, 2009), Puzzled Love es un sonoro traspiés. Lo de cine experimental le queda muy ancho, ya que se hace un experimento, sí, trece directores diferentes filman y escriben trece segmentos de una misma historia, pero el invento dista mucho de ser un intento de trabajar la puesta en escena, la narración y los elementos plásticos de forma inusual.
Los trece directores trabajan de forma autónoma su pieza y cada uno decide darle una forma estilística diferente al tramo del que es responsable, aunque esa dispersión formal es lo menos preocupante. Sí que resulta decepcionante que estén supeditados bajo una línea argumental gastadísima y muy endeble en lo que a historias románticas se refiere, con un principio y un final cerrado, falto de inventiva. Es un guión que haría las delicias del teórico Robert Mckee, ya que sigue el A, B y C de las fórmulas televisivas y cinematográficas más trilladas.
De hecho, con su catálogo de polvos totalmente profilácticos e higienizados, dignos de un Adrian Lyne en su esplendor publicitario de los 80, el film no queda excesivamente lejos de una serie como Física y Química. Ambos quieren aludir a relatos que retraten la juventud de hoy en día con su dosis tópica de sexo y drogas, pero acaban resultando una triste caricatura del referente real. El catálogo plástico y polimorfo del film responde más a una gratificación de cada director con su propia creación que a las necesidades orgánicas de una historia romántica de gente en la veintena, filmada con el magma de la cultura popular que se consume hoy en día (indicios gráficos de cómic, facebook, la split-screen para nuestra esfera cotidiana multi-pantalla, etc). Ni siquiera en ese gesto autocomplaciente y sin complejos -al fin y al cabo no se disimula en absoluto su condición de suma de proyectos de fin de carrera-, se alcanza atractivo visual, porque cualquiera que haga zapping por cadenas tipo MTV está más que habituado a esos códigos en los que Puzzled love asienta su razón de ser.
El problema con Puzzled love, aparte de unos actores que, o bien están despistados ante tanto director, o sencillamente les falta rodaje (ay, cuando tienen que ponerse en plan trágico-románticos), es que el sistema no se somete a ninguna turbulencia y fluctuación, porque no se salen ni un milímetro del esquematismo impuesto por el cartabón de lo convencional. Son morfologías huecas construidas en el aire que solo alcanzan su sentido como juguete inocuo.
Una diversión para el realizador, una desconexión para el espectador. Ya no se trata de demandar niveles discursivos o reflexivos, si de lo que se trata es de hacer un dibujo superficial y distendido para concentrar energías en otros ámbitos. Pero al menos, si demuestran la habilidad con una realización puramente de escaparate, se hubiese agradecido una mayor dosis de ironía consigo mismo. Todo lo que, por otra parte, resulta gratificante en Amanecidos (Yonay Boix, Pol Aregall, 2011), film también episódico de gente en la veintena pero sin arneses facilones, carece Puzzled love, topándonos con el film menos satisfactorio del D’A.
Imposible estar más de acuerdo con ud. Una película inflada por los amigos de la productora que no aporta un ápice de novedad, exploración o reto del que se vanaglorian. Un simple puzzle vacío como la carcasa de una tortuga fallecida hace años. Un refrito de convencionalismos narrativos que aburre, escandaliza (jiji sí no pude como ud.) pero no por subersiva sino por aburrida, facilona, burda y sobrevalorada.
La verdad es que me resulta desagradable tener que escribir en estos términos, pero como me decía a mí mismo, si estamos tratando de hacer una cobertura completa y ser sinceros, alguien tiene que hacer «el trabajo sucio». Aquí nos cuesta entender a la gente que disfruta escribiendo críticas negativas porque para nosotros es un engorro, muchas veces inevitable si queremos ser honestos e independientes. Un peaje por el que hay que pasar si queremos dar un reflejo total de lo que se ha visto.
Es cierto, no es plato de buen gusto, pero si nos limitamos a ser condescendientes, o subjetivos la profesión del crítico, que no es la mía, se va al sinsentido y deja de cumplir su función. Incluso creo que una crítica, aunque negativa, construida como la tuya, puede servir de ayuda a ver aquello que otros por unos u otros motivos no quieren remarcar. Tomar el camino fácil de la réplica, al copiar los argumentos de otros, y el querer ayudar, (des) o intersadamente, le hace un flaco favor a estos jóvenes cineastas que tienen por delante toda una carrera que desarrollar.