Relatives
Hungría es una granja de cerdos Por Yago Paris
El cine de István Szabó en el siglo XXI es un modelo que se entrega a la simpleza formal y la apuesta total por hacer llegar su mensaje, sin sutilezas dramáticas ni complejidades narrativas —en él pasa a ser característico un tipo de hachazo de montaje: la escena, por lo general breve, construida de manera precaria, sin apenas entidad dramática, finaliza en cuanto el personaje termina de verbalizar lo que se pretendía transmitir en el fragmento en cuestión—. Como le ha pasado a tantos otros directores —los ejemplos más evidentes serían los de Clint Eastwood y Woody Allen—, es como si, llegado cierto momento en sus vidas, hubiera ciertos esfuerzos que ya no merecen la pena. Sin embargo, si, en los dos ejemplos citados, en muchas de sus obras se trata de condensar sus obsesiones en modelos de pulcra claridad expositiva —eliminar lo accesorio para centrarse en lo que de verdad se quiere transmitir—, en el caso de Szabó, el cine posterior a Sunshine (1999) destaca por el desdén formal, narrativo y subtextual. Si en los textos de este dossier ya se habían puesto de manifiesto los problemas artísticos del cine del director húngaro a partir de de los años ochenta, lo que sucede en el siglo XXI es un paso más en el deterioro de su filmografía, con filmes que, voluntaria o involuntariamente, adoptan por momentos las formas del telefilme menos inspirado. Esto ya se empezaba a observar en Conociendo a Julia (Being Julia, 2004), pero la mutación ya es total en Relatives (Rokonok, 2006). De esta cinta se puede destacar su vuelta al gran tema de su carrera, el de los problemas éticos y morales relacionados con la colaboración con el poder, así como su regreso a las ficciones ambientadas en Hungría, tras la citada Sunshine, y la primera rodada en húngardo desde Dulce Emma, querida Bobe (Edes Emma, drága Böbe, 1991). Como novedad, el filme parece iniciar una suerte de trilogía, junto con las dos obras restantes de su filmografía hasta la fecha, Tras la puerta (Az ajtó, 2012) y El médico de Budapest (Zárójelentés, 2020), sobre la vida en la Hungría alejada de la capital. Si el cine de Szabó ha estado intensamente unido a la ciudad de Budapest, a partir de esta obra pondrá el foco en la vida en los suburbios o directamente en las pequeñas ciudades del país.
Relatives adapta la novela homónima del reputado autor húngaro Zsigmond Móricz, cuyo estilo se caracteriza por exponer los males de su sociedad, especialmente los asociados a la vida en las ciudades de provincia.1 La acción se ambienta en la ficticia Zsarátnok, aunque todo apunta a que se toma como referencia la ciudad húngara de Debrecen.2 La película narra la historia de István Kopjáss (Sándor Csányi), un trabajador del ayuntamiento que, de manera totalmente inesperada —pues ni siquiera se había postulado como candidato—, accede a un puesto de cierto poder. Perteneciente a una familia de clase media, el joven pasa repentinamente a codearse con los más poderosos, lo que lo sume en una espiral de oportunidades, acuerdos y compromisos, donde debe decidir si está dispuesto a pagar el precio moral que implica subir en la escala social. Como tantos otros personajes del cine de Szabó, la colaboración con el poder y/o su ostentación tiene consecuencias negativas para el individuo, que es seducido con mejoras en la calidad de vida, pero siempre a cambio de renunciar a sus ideales. En este caso, Kopjáss comienza el filme ilusionado ante la inesperada oportunidad, y con la voluntad de llevar a cabo verdaderas mejoras para los ciudadanos. Sin embargo, pronto descubre que todo el sistema es un paripé montado para que exista una sensación de democracia, que en realidad mantenga invariable una jerarquía social entre poderosos y sometidos, entre quienes viven de manera lujosa y quienes pasan apuros económicos. Ya la propia elección del protagonista es fruto de esta fachada de honestidad y compromiso público: el candidato que estaba destinado a arrasar en la elección hace un comentario en público, delante de, entre otros, los miembros de la prensa, jactándose de que la elección es una farsa. Este gesto muestra lo enraizadas que están estas dinámicas en esta burbuja de la sociedad, donde el poder hace sentir impunes a quienes lo ostentan. Como consecuencia, nadie decide votarle como candidato, y pierde de manera rotunda. Esto, en ningún caso, se debe a que los votantes —miembros del propio sistema, pues se trata de una elección interna— se sientan estafados u ofendidos; el gesto tiene que ver con la necesidad de mantener la falsa impresión de que el oficio público se basa en el buen hacer, la vocación de ayuda al ciudadano y el trabajo honesto.
Kopjáss se da de bruces con la corrupción, que va mucho más allá de lo gubernamental. El interés del filme, lo que lo diferencia del resto de reflexiones que Szabó ha realizado en torno al poder, tiene que ver con la ranciedad de la sociedad, y la facilidad con que quien ostenta el poder puede acabar rodeado de personas ansiosas por llevarse un pedazo del pastel. En otras palabras, en este filme se extiende la crítica al grueso de la sociedad, dando a entender que el poder tienta a todos por igual, y que los desfavorecidos, de ostentarlo, actuarían de la misma manera. A este respecto, John Cunningham recoge en su libro sobre István Szabó unas declaraciones del autor magiar tras la presentación del filme en la Semana del Cine Húngaro de 2006, en las que el cineasta asegura que la película reflexiona en torno a la Hungría actual, donde sigue existiendo una actitud feudalista que no se puede cambiar fácilmente. El propio Cunningham sospecha que estas duras palabras son consecuencia del resentimiento de Szabó hacia la sociedad del momento, pues durante aquellas fechas se había hecho pública su colaboración como informador de la policía comunista durante los años sesenta, lo que había levantado una enorme polémica en torno a su figura, provocándole un importante desprestigio.3 Sea esto cierto o no —pues la película se produjo antes de dichas revelaciones—, lo que es innegable es que la mirada de Szabó se recrudece más que nunca, al hablar de manera tan universal sobre las miserias humanas, como se refleja en el metafórico uso de la granja de cerdos para representar los males de la sociedad húngara. Yendo más lejos, la cinta también se propone reflexionar sobre las relaciones familiares —que dan título a la obra—, como se expone en la manera en que, en el momento en que Kopjáss accede al poder, toda una serie de familiares repentinamente se pone en contacto con él, para, más o menos explícitamente, tratar de conseguir tratos de favor o ayudas económicas. Esto se lleva a la parodia con personajes que buscan la forma de encontrar un parentesco con el protagonista, por lejano que sea, para así justificar dicho trato de favor. Se manifiesta así la idea de unidad familiar, de los clanes, como se referencia en la propia obra, entendida indisimuladamente como nepotismo.
La visión crítica de Szabó suele concluir de la misma manera: con el protagonista pasando a justificar sus actos en base a las oportunidades que los compromisos adoptados pueden ofrecer. Esta visión se confronta con la de su mujer, innegociable voz de la conciencia que ve, casi desde el primer momento, los problemas asociados a la nueva situación de su marido. Antes que ella, la propia naturaleza parece reaccionar ante lo que está por venir, como se refleja en la metafórica escena en la que, tras la noticia del ascenso de Kopjáss, un vendaval de viento entra en el salón del hogar de la pareja, lo que los obliga a correr a cerrar las ventanas. Este terremoto simbólico, que amenaza con poner patas arriba la vida de la familia, se convierte en literal posteriormente, en las sucesivas discusiones entre el protagonista y su mujer, y que giran en torno a asumir o no asumir la clase social a la que se pertenece. El primero contempla el nuevo panorama como una oportunidad, como un tren que no debe perder, metáfora que se utiliza de manera explícita en las tres escenas oníricas, en las que Kopjáss trata de subirse a un tren en marcha —idea no presente en la novela, sino añadida a la adaptación por Szabó, también en labores de guionista—.4 La relación del personaje con sus sueños permite al espectador entender las tentaciones a las que el protagonista está expuesto y cómo se relaciona con ellas —principalmente: dinero, poder y la posibilidad de una nueva pareja sentimental, más joven y seductora que su esposa—. Sin embargo, estamos ante un personaje de Szabó que todavía es capaz de enraizarse en sus creencias, de ahí que finalmente deje escapar el tren en la tercera escena onírica, justamente cuando, en off, el propio personaje le dice a su mujer «eres lo más importante para mí». Sin embargo, ya es demasiado tarde para Kopjáss, quien descubrirá que es imposible cambiar el sistema, y que ha sido utilizado todo este tiempo como un mero peón, lo que lo llevará a acabar mucho peor que antes de comenzar la historia: tendido en el sucio suelo de la simbólica granja de cerdos —el lugar en torno a la que ha girado la compleja trama política—, con un balazo en el cuerpo, autoinfligido, y peor que el vagabundo que lo vela en sus últimos instantes de vida, a quien ha estado dando limosna a lo largo del filme. Entre lo cómico y lo patético, o lo cómico en buena medida por patético, la ingenuidad idealista de Kopjáss se da de bruces con una realidad que, a ojos de Szabó, sigue imperando en la Hungría del siglo XXI, por mucho que la película se ambiente en el periodo de entreguerras.