Retribution
La voz de la verdad Por Raúl Álvarez
«El hombre siempre está poseído por una idea superior»
La sorprendente capacidad de Kiyoshi Kurosawa para crear imágenes pregnantes alcanza en Retribution (Sakebi, 2006) una cima que tiende a olvidarse. Considerada la hermana pobre, quizá por su explicitud, de Cure (Kyua, 1997) y Pulse (Kairo, 2001), los dos pilares clásicos del J-Horror en la carrera del director japonés, Retribution es, sin embargo, una de las películas que mejor expresan una inquietud fundamental en el cine de Kurosawa: el poder condenatorio o redentor de las imágenes. Pero no unas imágenes cualesquiera; las imágenes que nacen en la mente y se proyectan sobre las personas y los objetos físicos. Buena parte de lo que ocurre en las películas de Kurosawa no es real, al menos en términos fenomenológicos, sino una ilusión vivencial que tiene lugar en ese escenario llamado mundo. Por esa razón, su cine es un cine imaginado, fantástico en el más profundo sentido de la palabra, fruto de la vida interior de unos personajes que son, sin saberlo, símbolos de sí mismos.
El espectro de la mujer vestida de rojo que impregna poco a poco las imágenes de Retribution es un ejemplo maravilloso de esta idea que bien podría considerarse metacinematográfica si, como Jung, se entiende la psique humana como la ficción inconsciente que sirve a la ficción consciente de las apariencias. Es en este juego de muñecas rusas que se despliega de dentro afuera donde cabe buscar la extraña cualidad icónica del cine de Kurosawa. Me resisto a calificarla de onírica porque el director de Tokyo Sonata (Tōkyō Sonata, 2008) no es un surrealista. Sus imágenes no están tejidas con el mismo material del que están hechos los sueños. Al contrario, son generadoras de sueños tanto en sus personajes como en el público. Prefiero tomar de Jung el término primordial porque son imágenes que, al igual que los arquetipos, son anteriores a cualquier experiencia visual. Están dentro de nosotros, pero no las vemos, o, si lo hacemos, no las reconocemos. Kurosawa las busca, las captura y nos las devuelve, en una inmersión por los ángulos muertos de lo inconsciente que tiene algo de suicida y a la vez de milagroso.
Como todo demiurgo, el director traslada esa búsqueda a su obra. Este hecho podría explicar que el argumento de casi todas sus películas consista en una investigación que pretende descubrir un misterio, un secreto, un asesinato… Es indiferente, son excusas para cazar las imágenes que nos conforman y nos hablan, como afirma el personaje del psiquiatra en Retribution, con la voz de la verdad. Y la verdad, lo sabemos todos, es el fantasma más aterrador que existe. La obsesión del detective Yoshioka (Kōji Yakusho) por encontrar al asesino de la mujer vestida de rojo (Riona Hazuki) es el enésimo requiebro narrativo en la obra de Kurosawa. Un exorcismo doloroso que oculta, entre símbolos memorables, su propia investigación sobre la verdad que esconden las imágenes que proceden de la mente. El árbol de Charisma (Karisuma, 1999), la casa de Loft (2005), el polen de Barren Illusion (Ōinaru gen’ei,1999), las calles vacías de Tokio en el díptico Revenge (Fukushū, 1997) o la mujer de rojo en Retribution son algunos de esos iconos que nos resultan insólitos precisamente porque son propios. La verdad asusta porque es un fantasma interior que nos negamos a ver, y de repente se manifiesta. Siempre lo hace.
El espectro encarnado que atormenta a Yoshioka no es una forma abyecta del Mal, si es que este existe fuera de nosotros. Es una imagen interior de Yoshioka, sepultada en la memoria de un pasado olvidado, la cual se proyecta sobre una serie de asesinatos que comparten el mismo móvil: el egoísmo, que es olvido y pena infinita. Los fantasmas de Kurosawa nunca son demonios, sino ángeles que reclaman ser mediante el reconocimiento que no se les otorgó en vida. ¿Acaso hay una justicia más elevada que la visibilidad?
El grito sordo de las mujeres que someten a Yoshioka en el tercio final de Retribution —la joven de rojo; Harue, la novia del detective, que se revela como otro espíritu; y la secretaria asesina— configura una hermosa expresión contemporánea de la prakrti (materia) de la filosofía samkhya, una de las seis doctrinas fundamentales del hinduismo. Se trata un concepto pretérito que, referido a la idea superior de lo femenino, puede representar bondad, pasión y/o tinieblas. Una imagen primordial que revela una verdad inconsciente —todos hacemos daño— y su proyección consciente —todos amamos—. Retribution no es una película de terror; es la película más romántica de Kurosawa. Temer a la mujer de rojo es temernos a nosotros mismos. Solo un abrazo al vacío puede romper la maldición. Atrevámonos.