Rhino Season y Asura
Por Manu Argüelles
Como todos los festivales importantes, San Sebastián, en su larga trayectoria, también cuenta con su caterva de directores que van repitiendo su presencia en el certamen a medida que van entregando nuevos trabajos. Este año, como Javier Rebollo o François Ozon, contaron con Bahman Ghobadi con el fin de asegurar calidad en la Sección Oficial. Ciertamente, tras un desfallecimiento en la programación a raíz de los días anteriores, a partir de Ghobadi, el certamen volvió a recuperar el vuelo. El ganador de dos Conchas de Oro por Las tortugas también vuelan (Lakposhtha hâm parvaz mikonand, 2004) o Media Luna (Niwemang, 2006), hizo acto de aparición en el día inusual de la jornada, ya que su presentación vino fraguada por la huelga general convocada por los sindicatos nacionalistas ELA y LAB. La maquinaria del evento no pudo ser impermeable a la realidad circundante y esa atmósfera enrarecida, curiosamente, acompañó muy bien a lo que se nos explica en el film, ya que la ciudad, en el previo a las manifestaciones, se despertaba como si hubiese enmudecido abruptamente, lo que me sugería cierto tinte apocalíptico (disculpen la analogía; me pierde mi pasión por el género). Además, la proyección provocó uno de los principales quebraderos de cabeza para la organización, ya que la copia que llegó no cumplía con los criterios de calidad según su propio creador. No solo Monica Bellucci se quedó sin alfombra roja, sino que tuvo que programarse otra sesión especial para prensa, mientras que la cinta deseada por el director llegaba desde Turquía.
Ghobadi ubica su ficción en Irán justo después de donde lo dejó Ben Affleck con Argo, tras la revolución islámica de 1978. Para ello, se sirve de la historia de un poeta kurdo-iraní que, tras haber sido encarcelado durante treinta años, trata de reencontrarse con su mujer, hija de uno de uno de los generales del Sha derrocado, a quien le hicieron creer que su marido había muerto. Alejado de la actualización de los principios neorrealistas que tan bien cultivó en Un tiempo para los caballos borrachos (Zamani barayé masti asbha, 2000) o Las tortugas también vuelan, Ghobadi en esta ocasión con Rhino Season se quiere hacer partícipe del tan cacareado cine poético, en consonancia con la obra del protagonista.
De esta manera, el realizador basa la fuerza de su film en la estela de la larga tradición cinematográfica que arranca desde las Vanguardias del siglo XX. Hablamos de aquel cine no narrativo que sustenta su engranaje a partir de la condensación y articulación de símbolos visuales que forman un todo coherente. La opción adoptada da una preeminencia a la fuerza visual y se hace acopio del silencio y del tiempo fraguado por la tragedia y la lírica grave. En consecuencia, su expresión plástica densifica el lenguaje cinematográfico al atribuirle una capa de sobre significados basados en la metáfora y la metonimia. Por ello, la naturaleza pierde su lugar referencial para ocupar un espacio expresionista que pertenece al sentir del melancólico, del que Freud 1 diría:
El melancólico nos muestra todavía algo que falta en el duelo: una extraordinaria rebaja en su sentimiento yoico {Ichgefühl}, un enorme empobrecimiento del yo. En el duelo, el mundo se ha hecho pobre y vacío; en la melancolía, eso le ocurre al yo mismo. El enfermo nos describe a su yo como indigno, estéril y moralmente despreciable; se hace reproches, se denigra y espera repulsión y castigo.
Esta encomiable apuesta por la experiencia trascendente a través de la belleza del arte, como si ésta fuese la preparatoria para la muerte (la auténtica, ya que el sentir corresponde con aquel que ha sido despojado de su existencia, desde una vivencia profunda de revenant ), recuerda en su sugestión a la fuerza abigarrada del romanticismo atmosférico de Nuri Bilge Ceylan, o a las búsquedas expresivas del Sokurov de Madre e hijo (Mat i Syn, 1997). Pero lo que en estos directores formalistas fuertemente pictóricos alcanza una discursividad arrebatadora y enriquecedora, en Ghobadi acaba situando al film en un callejón sin salida, ya que su formato críptico y ensimismado no permite que el film transpire con emotividad los rastros fantasmales que se lanzan a la palestra. Acierta en focalizar su atención en el bello e intenso rostro de Belluci como la expresión del martirologio, pero el pathos trágico a través de un triángulo amoroso no alcanza la penetración buscada.
Rhino Season
Y aunque en este día inusual solo vimos la presente, ya que la programación vio reducida sustancialmente su oferta a raíz de la huelga general, rescatamos la que vimos la noche anterior, Asura, un anime ultraviolento y expresionista (alemán), dirigido por Keiichi Sato. Dentro del marco del Zinemaldi, se corresponde con la voluntad de ampliar el espectro tradicional de la oferta de este festival, ya que es un film que encaja mejor dentro de la idiosincrasia de un festival como Sitges o de su “hermana pequeña”, la Semana de cine fantástico y de terror. No obstante, aunque resulte algo anómalo cumple con la línea emprendida por Rebordinos desde el año pasado. Se pretende derribar un poco los parámetros convencionales de un festival de clase A, tratando de ofrecer películas que acostumbran a quedar fuera de un certamen generalista.
El film viene producido por la legendaria TOEI, responsable de míticas series de televisión como Mazinger Z, Dragon Ball o One piece. Con Asura pretenden fundar un nuevo sello destinado al cine de animación para adultos, por lo que supone un esforzado trabajo de animación (trabajaron en la obra más de 100 animadores durante 7 años), basado en el manga de George Akiyama de 1970-1971. En la presentación y posterior coloquio, Keiichi Sato contaba cómo la tragedia de Fukushima cambió la orientación del proyecto inicial, con lo que la historia ambientada en el Japón feudal del S.XV de un niño salvaje adquirió resonancias de la desgracia reciente de la historia del país. Sin querer negar esta afirmación, lo cierto es que, una vez visualizado el film, las huellas de Fukushima pueden detectarse muy superficialmente. Porque el abigarrado ambiente apocalíptico puede ser extensible tanto a Fukushima como al legado heredado en términos cinematográficos. Por consiguiente, si hablamos en términos alegóricos, la parábola funciona en el engranaje de forma un tanto sui generis. No obstante, su acentuado carácter místico, fundamentado en el budismo, podemos enclavarlo en ese amarre a las religiones prototípico en situaciones desestabilizadas.
La película se hace acopio del cel shading, técnica ampliamente utilizada en videojuegos -por ese motivo me vino a la cabeza la serie Viewtiful Joe– para tratar de conseguir una textura lo más similar posible al manga. La combinación de dicha técnica con el CGI produce un efecto híbrido entre la animación tradicional y el 3D, donde el uso de la iluminación y el recorte de las siluetas consiguen un efecto de profundidad curioso. Como Rhino Season, el film destaca por sus energías formalistas y su fuerte componente barroco y siniestro, ya que la narración es demasiado dependiente de la trayectoria episódica del manga. El acentuado carácter antinaturalista y la expresividad plástica de fuertes contrastes y retorcidos pasajes dota de un tremendismo al mito del salvaje. Al no estar socializado desata una pulsión instintiva indómita, plasmada en su desmesurada violencia. Siguiendo al mismo Freud, al que ya apuntamos anteriormente, será la cultura (aquí ritualizada por el budismo) la que tratará de imponer barreras a las tendencias agresivas del ser, como si esta acción, más que una tarea de domesticación suponga en último término un proceso de humanización, un desligamiento de la naturaleza animal, visible a través de la sentimentalidad primaria que posee el protagonista y que va progresando en términos evolutivos en su contacto con la joven Wakasa. Como vemos, no difiere en exceso de precedentes aproximaciones, pero Asura, al margen de sus motivos simbólicos recurrentes, sabe encontrar su sugestión a través de la visión espiritual y elegiaca de la imagen cinematográfica.
Asura
- Freud, S. (2003). Duelo y melancolía. En Obras completas (Vol. XIV: Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico, trabajos sobre metapsicología y otras obras, 1914-1916). Buenos Aires, Amorrortu. ↩