Romance Joe

Bienvenido y adelante, Lee Kwang-kuk Por Christian G. Carlos

Los padres de un joven director de cine van a visitarle pero este hace días que no se pasa por el lugar, según les explica su compañero de piso. Lo más probable es que se haya perdido, como la madre de un niño abandonado que ha salido a su encuentro, pero lo único que ha encontrado es una joven simpática que trata de deshacerse de él. Una niña también quiere deshacerse de algo, de todos los bochornos sufridos en su escuela, el ridículo al que le han sometido sus compañeros de clase por una complicada relación que se convirtió en la comidilla de todo el centro. La única salida que ve es el suicidio. Lo mismo que le sucede a un joven director de cine que ha perdido totalmente su inspiración y no consigue escribir ninguna historia que le convenza.

Todas estas historias se encuentran en el debut cinematográfico como director de Lee Kwang-kuk, quien hasta ahora había sido ayudante de Hong Sang-Soo en dos películas Hahaha (Ha Ha Ha, 2010) y Un cuento de cine (Geuk jang jeon, 2005). Sus anteriores colaboraciones con el para muchos considerado como Eric Rohmer coreano, se hacen muy visibles en su primera cinta. Una clara vinculación son los temas tratados: amor trágico, suicidio o bloqueo creativo. Esos puntos clave que conforman la esencia, el background utilizado en el lenguaje de Sang-Soo son tambén una constante básica para Lee Kwang-kuk, que los utiliza del mismo modo, compartiendo el mismo punto de vista. No se trata, pues, de una evolución distinta de las ideas del veterano director surcoreano, sino la confirmación de una apuesta sobre unas bases con las que el debutante se encuentra cómodo y convencido para hacer su cine.

 Otro de los aspectos a tener en cuenta y a situar en común entre ambos directores es el trato, la sutileza y la ternura al explicar la historia y presentar a unos personajes que en su mayoría están perdidos, desalentados.

Como si de un club secreto se tratara, prácticamente todos ellos tienen la marca en la muñeca que les acredita como desdichados. Es un cine que no está escrito con las manos sino precisamente con esas heridas en la muñeca. Lo que se nos explica brota de ellas, lo crea la herida; la mano sirve para que en lugar de que un chorro de dolor golpee la pantalla y esta quede goteada como un Pollock, el dibujo para el espectador sea dulce y apacible como un paisaje de Corot.

Es esa capacidad para dibujar, para trazar con dulzura las crudas emociones contadas lo que sobresale en Lee Kwang-kuk y lo que le augura un buen futuro en la dirección cinematográfica.

Con Romance Joe se propuso el gran reto de una narración con varias líneas argumentales que, en lugar de evolucionar como historias cruzadas –lo más común- procuran ir más allá, tratando de conseguir que esas historias se completen la una a la otra.

Y vaya si lo ha conseguido. Algunos han utilizado la comparación con las Matrioskas para ilustrar cómo evoluciona la narración. Aún siendo la imagen que más se aproxima, no es una definición completamente fiel. Imagínense que, además de albergar una nueva muñeca, la de su interior crece al mismo tiempo que aquella que la contenía. Pura magia y fantasía surcoreana.

Cabe subrayar la consciencia de reto con la que Lee Kwang-kuk se toma su debut, las ganas de presentar una maestría que queda demostrada, advirtiendo de una escena final y, sobretodo, de una de las líneas que tan ligeramente suelta uno de sus personajes: ¿Que mis historias son inventadas, que todo es falso? Pues qué quieren, “las historias se cuentan según los gustos del cliente”, dice la actriz que ejerce como scort. Y con eso tomamos nosotros consciencia del juego en que se ha convertido la película, de cómo Lee nos ha movido en su dirección. Partiendo de un bloqueo creativo que tenía en estado catatónico al director cinematográfico interpretado por Kim Young-Pil,  llegando a una scort interpretada por Shin Dong-mi, que cuenta las historias como más le convienen. Dos extremos para un gran ejercicio de metacine y reflexión, donde lo que importa no es lo contado, sino cómo se cuenta. Historias habrá muchísimas –y en Romance Joe veremos unas cuantas de lo más interesantes-, pero narradores como Lee Kwang-kuk hay pocos.

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