Safari
Reinterpretaciones de una cacería Por Diana Callejas
Gerardo Herrero irrumpió en el mundo del cortometraje, a nivel nacional –Biznaga de oro en el Festival de Málaga, Mejor cortometraje del año en Cortogenia- e internacional –10th Tribeca Film Festival (Nueva York), Festival Cinematográfico Internacional de Uruguay-, con Picnic en el 2011. Una historia apacible en sus formas pero desasosegante en su fondo, que planteaba unos daños colaterales de la guerra bosnia, a los que raramente se les da cabida en la pantalla cinematográfica de nuestros días. Aunque utilicemos el verbo ‘irrumpir’ para contextualizar la figura de Gerardo en el panorama del cortometraje actual, la trayectoria del director asturiano se ha ido fraguando a fuego lento. Su carrera profesional se desarrolla entre cortometrajes en video digital, piezas documentales y videocreaciones para la productora de cine Telespan 2000, responsable de éxitos como El otro lado de la cama (Emilio Martínez-Lázaro, 2002) o Días de fútbol (David Serrano, 2003) . Entre otros títulos de su filmografía podemos recoger: Anuncio por palabras (2004), Circuito Cerrado (2005), 18 fotogramas por segundo (2006), Clocks (2006), Un Valladolid de cine (2007) e Historia de dos gotas de agua (2008).
Tras realizar sus estudios en la Escuela de Cinematografía y del Audiovisual de la Comunidad de Madrid (ECAM) y fruto de los mismos, realiza su primer corto profesional en 35mm: Del blanco al negro (2007) un primer ejercicio manierista homenaje a Hitchcock demasiado anclado en las normas académica clásicas. Será con su siguiente proyecto Picnic en 2011 cuando dé el pistoletazo de salida a su carrera cinematográfica. Llegó para quedarse, sin duda. Seguidamente en ese mismo año crea la productora Dynamite Films con la que realiza sus dos cortos siguientes: The Acrobat (2012), una oda al suicidio que muestra al espectador las diferentes caras del prismas vital al que es difícil resistirse -premio Telemadrid/La Otra en la 14ª Semana del Cortometraje de la Comunidad de Madrid- y Safari, su último corto hasta la fecha, que le ha propiciado múltiples triunfos, como ser estrenado en la 53rd Semaine de la Critique – Cannes Film Festival 2014 o el Premio Madrid en Corto 2014 pero como se suele decir, no es oro todo lo que reluce… A pesar de tener aspectos dignos de destacar y ensalzar en una industria cinematográfica tan raquítica como la española, también es cierto, que el último de sus trabajos se queda en las formas pero no ahonda en el tema, o mejor dicho, no aporta nada nuevo al tema que por desgracia está tan presente en la cultura americana contemporánea.
Gerardo a la hora de abordar Safari realiza un asombroso ejercicio de mimetización, al igual que ocurría en sus otros films, y nos hace creer de una manera prodigiosa que nos adentramos en un instituto de la costa Oeste Americana, rodeado de estudiantes autóctonos ensimismados en sus asuntos sociales en el recreo de clase. Sin embargo estamos en San Blas, un barrio humilde de Madrid, y los figurantes son jóvenes extranjeros que atraídos por el rodaje participan de la magia del cine con el director asturiano en el caluroso mes de julio de 2013. Depuración exquisita en la forma, pero vacío total en el tema, más allá de plantear que tras un título tan sugerente como Safari, lo que se esconde es una caza de seres humanos, trayéndonos títulos tan míticos a la memoria como Elephant (2003) de Gus Van Sant, Bowling for Columbine (2002) de Michael Moore o la menos conocida, pero no por ello menos valiosa, The Klass (2007) de Ilmar Raag, poco más… Se nos vuelve a mostrar la historia de un chico de instituto que tras sufrir algún tipo de acoso por parte de sus compañeros, decide tomarse la justicia por su mano con un rifle al hombro.
La acción se centra en unos cuantos personajes: Leonard Proxauf (La Cinta Blanca, 2009), Helen Kennedy, Joseph Jarossi, Tabitha Wellsde que encarnan cada uno de los sentimientos que experimenta el espectador, el miedo, la angustia, la expectación o el desafío. Por ejemplo, de una forma muy acertada, se escoge a una profesora del colegio que junto a una joven se escapan momentáneamente de su verdugo, protagonizando uno de los momentos de máxima tensión del film.
A lo largo del film vemos a un joven que nos relata a través de su teléfono el posible móvil del protagonista del film, el cazador que ha comenzado su ‘safari particular’ en el patio del instituto.
Estos puntos de vista resultan muy elocuentes a la hora de empatizar con cada uno de los protagonistas de la acción, pero también es cierto, que este planteamiento, está un tanto manido a estas alturas en cuanto al tema que trata, el autor español no arriesga ni un ápice, según va pasando el tiempo cinematográfico vamos entendiendo que el juego visual de los distintos puntos de vista entre el móvil y la realidad de la situación, nos viene a contar la historia de siempre, contada como siempre… Se apuesta por un aquí y un ahora, lejos de buscar otro tipo de trama menos explotada y realmente sugestiva como la de explicar el porqué de la matanza, por ejemplo, hecho en el que se basa el film como el Tenemos que hablar de Kevin (We Need to Talk About Kevin,2011) de Lynne Ramsay, que pasó por la carteleras en su momento, de una manera injusta, sin pena ni gloria.
Hordas de jóvenes corriendo por pasillos más o menos oscuros, con una fotografía milimétricamente claustrofóbica, disparados a bocajarro e incluso la máscara antigás típica de la Primera Guerra Mundial tiene aquí cabida, como encubridora del rostro del muchacho protagonista como encubría al protagonista de Dioses y monstruos (Gods and Monsters, 1998) de Bill Condon, cuando su protagonista se dedicaba a realizar hechos deplorables.
Finalmente el cazador es cazado y aquí Gerardo sí se quiere diferenciar de lo exhibido en otros films del tema dejando un final abierto, que el espectador agradece aunque sea en el último minuto, ya que nos hace reflexionar y plantearnos una serie de interrogantes que salvan definitivamente el visionado del cortometraje, haciendo entender, en cierto modo, el éxito del mismo.