San Sebastián 2012, 60 edición
Sleepless night y A Caretaker's Tale Por Manu Argüelles
Si el primer día las películas que veíamos nos daban pistas de esa búsqueda del sujeto por recuperar vínculos con su tradición y con su entorno natural como una retórica de la espiritualidad, el segundo día, la programación a la que accedíamos estaba claramente mediada por los vínculos que establecemos con el tiempo histórico, desde un cariz marcadamente político. ¿Cuál es el impulso que lleva a Assayas a revisar los agitados años 70 o a Larraín sumergirse en los últimos coletazos de los años 80? El desconcierto que genera un film como Après mai o la desmitificación ácida del ejercicio político como la que se lleva a cabo con No, ¿cómo se inscribe y se procesa dentro del malestar actual y la pérdida de confianza en los estamentos políticos? ¿Assayas nos está hablando del fracaso de la insurgencia de los indignados, reflejando los directos precedentes de un movimiento de rebeldía y de protesta ciudadana? Si la respuesta es afirmativa, ¿por qué parece filtrarse a través de las imágenes desvaídas y erráticas un moralismo que censura y, en cambio, Larraín, que parece más escéptico, acaba siendo el más vitalista? Aunque cada uno con una escritura que se debe a la específica personalidad de cada realizador, son largometrajes que nos movilizan, en cuanto activan nuestra mirada crítica, resitúan las fricciones de la ideología en un lugar preferente tal como sucedía en los años 60 y 70, aunque ahora debamos situarnos en las fisuras que las imágenes revelan. No hay espacio para las certezas y sí para los estadios movedizos
Sleepless Night (Layali Bala Noom, Líbano, 2012). Directora: Eliane Raheb. Nuevos Directores
Sleepless Night
Y en esos resbaladizos códigos morales, completa el escenario el largometraje libanés Sleepless Night, que trata de indagar sobre los oscuros acontecimientos que se sucedieron un 17 de junio de 1982, en un tiroteo en una facultad de Ciencias, dentro del contexto de la guerra civil libanesa. Este último, por ser un documental, es el que apela explícitamente a un discurso de la transparencia, a cierta estructura institucional que busca como objetivo último la verdad. No se limita a una exposición de los hechos, donde el realizador ejerce de mediador entre la crónica histórica y el espectador, sino que la realizadora se adentra en el espinoso páramo de la intervención, con resultados nefastos. Es, digámoslo ya, un documental obsceno, totalmente maquiavélico, porque el fin no siempre justifica los medios. Pretenden investigar la desaparición de un joven comunista y para ello cuentan con el testimonio de la madre, Maryam Saiidi, que reclama saber donde se encuentran los restos de su hijo, y con Assaad Shaftari, un ex alto cargo militar de la facción cristiana. Tal como les increpa un arrepentido pero críptico Assaad, con toda la razón del mundo, el equipo, con el pretexto de ayudar a Maryam, acaba cayendo en el más cuestionable sensacionalismo sentimental, bajo una coartada bienintencionada. Buscan el scoop, el impacto, el flash y todo ello con el pretexto de constituir un documento visual que quiere ahondar en la reconciliación.
La realizadora no oculta nunca la trastienda de la realización. Se muestra el off de record significativo, aunque eso no le impida manejar ciertos procedimientos bastantes cuestionables, tanto en lo que se refiere a Assad como a Maryam. Valga el ejemplo del principio del film cuando Assaad pide que no se le incluya en el mismo plano con Maryam, petición que se incumple vilmente cuando tiene lugar el encuentro forzado, dado que ninguno de los dos quiere en primera instancia que se produzca y solo acaba realizándose bajo la persuasión del equipo del film. Eliane Raheb pretende visualizar cómo el formato de no ficción siempre lleva implícito una construcción, por más que se enmascare más fácilmente la manipulación. Está también reconociendo que no ha respetado las voluntades de sus testimonios y que ha jugado sucio, pero que lo muestre no significa que pueda ser justificable. Porque resulta muy poco tolerable el episodio de la psicoterapeuta, cuando llevan a Maryam a que la conozca y se inflamen las imágenes con sentencias baratas de autoayuda que lo único que hacen es alterar todavía más a una mujer marcada por el dolor enquistado ante la pérdida de un hijo. Sí, presumiblemente, logran desentrañar el misterio de aquel día donde desapareció el hijo de Maryam, pero el trayecto recorrido es casi un decálogo de las perversiones que se pueden aplicar en nombre del formato de no ficción.
Viceværten (A Caretaker’s Tale) (Dinamarca, 2012). Director: Katrine Wiedemann. Nuevos Directores
Viceværten
Con una jornada así que invitaba a la reflexión, deberíamos haber parado. Pero un festival siempre invita a la deglución más que a la digestión, con lo que ese día lo terminamos con una fábula que rompía la matriz política en la que San Sebastián nos había colocado desde primera hora de la mañana.
La película en cuestión es Viceværten (A Caretaker’s Tale) que casi podría considerarse como el reverso perverso de Le Havre (2011), porque el conserje y sus amigos parecen salidos del universo de Aki Kaurismäki. También la película danesa gravita en torno a la solidaridad entre los desfavorecidos, pero aquí está plasmado desde un punto de vista en el que egoísmo y generosidad acaban asemejándose tanto que resulta indiscernible dónde empieza uno y acaba el otro. La lucha de contrarios que acaban confundiéndose se sirve del pretexto fantástico cuando un día, el protagonista, Per, un conserje con un hijo drogadicto y ex presidiario, se encuentra en un apartamento vacío con una chica desnuda. Ni corto ni perezoso, ante la nula resistencia, hace el amor con ella. La chica en cuestión resulta ser una especie de muñeca hinchable humanizada, en la línea de Air doll (2009), aunque aquí esté ausente el aliento poético del film de Hirokazu Kore-Eda. La particularidad de este film, aparte de que cada acto sexual la humaniza más, deriva en que hacer el amor con ella tiene efectos curativos. Una curiosa vuelta de tuerca a la virgen de Lourdes, donde el sexo produce milagros. Literal. Desgraciadamente, aunque parece, como digo, que Katrine Wiedemann esté cuestionando explícitamente los preceptos humanistas del finlandés jugando con sus mismas cartas (lo que en apariencia es solidario en realidad es mezquino), la idea se queda en anécdota, el desarrollo se torna mera reiteración con previsible desenlace y Viceværten (A Caretaker’s Tale) acaba pareciendo involuntariamente un cortometraje con una buena idea que se ha inflado lo suficiente para convertirlo en largometraje.