San Sebastián 60 edición
Días de pesca, Draussen ist Sommer, La Playa D.C. y La sirga Por Manu Argüelles
Días de pesca (Argentina, 2012). Director: Carlos Sorín. Sección Oficial
Después del impasse del día anterior, que supuso un cierto relax para el cronista fatigado y devorador de imágenes, el evento reanudaba sus energías concentrándose en Lo imposible y el premio Donostia a Ewan McGregor. Ahí se presentaba Bayona exultante con su proyecto internacional para ocupar el lugar que antaño ocupó Amenábar en el seno del panorama español. Y el revuelo fue considerable, desde luego. Pero nosotros decidimos alejarnos del mundanal ruido y concentrar nuestras energías en la programación más periférica contenida en Horizontes Latinos y Nuevos Directores. Eso sí, también tuvimos tiempo de encontrarnos con otro viejo conocido del festival, Carlos Sorín, premio del Jurado con Historias Mínimas (2002), premio FIPRESCI con Bombón, el perro (2004) y nuevamente premio del Jurado con El camino de San Diego (2006). La apuesta argentina de la Sección Oficial resultó mucho más satisfactoria que la del año anterior con Los Marziano (2011) de Ana Katz y supone un retorno absoluto a las señas características que han hecho famoso a Sorín, después de la incursión en el thriller con El gato desaparece (2011). El retorno a su adorada Patagonia se localiza ahora en Puerto Deseado, un pueblo pesquero hacia donde parte Marco con el pretexto de iniciarse en la pesca del tiburón, aunque la finalidad real de su viaje se concentra en el intento de restituir los vínculos rotos con su hija.
Él mismo se encargó de sintetizar su estilo en dos palabras: Historias mínimas que, aunque no fue su primer filme, dio carta fundacional de su posterior trayectoria. Narraciones escuetas desde una aparente mirada llana que no hace énfasis ni establece jerarquías y prioridades, pero que nunca pierde la cercanía con sus personajes; caracteres que ocuparían un lugar residual en narraciones mayoritarias habitan en el cine de Sorín un lugar cenital para trazar una radiografía de personajes humildes, solitarios y en tránsito, como es nuestro protagonista, o como eran aquellos de Historias mínimas. No son seres propiamente a la deriva embargados en un atormentado poso dramático, aunque, Sorín, desde la ternura y la sutilidad, se encargará de hacer aflorar aquello que está escondido bajo la superficie. Sin aspavientos formales, reduciendo la puesta de escena a los actores y a las sugerencias que se desprenden del entorno geográfico (el espacio siempre rezuma una incorpórea melancolía, desprendida como una ligera brisa), Sorín proyecta en sus criaturas un tono compasivo y aboga por la fácil empatía del espectador, mediante el retrato de situaciones y personajes pintorescos, siempre en los márgenes de lo excéntrico, pero desde timbres suaves que no permiten que la película bascule hacia una pronunciada dirección.
El trabajo de lo minúsculo en Días de pesca se orienta para dar cierto contenido a lo banal, para extraer de la empantanada rutina aquellos conflictos invisibles que se resisten a materializarse. Por este motivo, el relato no parece contener una definición, simula la estampa costumbrista de lugares y personas sin relieve alguno, hasta que la esquiva progresión dramática muestra los confines de lo oculto, aquellos traumas que supuran a Marco en busca de una segunda oportunidad y su particular forma de encontrar la redención. Despojada de introspección psicológica y sustraída la información, la narración encuentra un cierto grado de suspensión hasta que desvela el clímax emocional, pero éste no se fragua como un pico de alta intensidad, sino como un desenmascaramiento de lo neutro, de aquello que parece pero no es. Los personajes hablan y hablan pero el valor está en lo que callan. Y cuando la presa no puede contener más el dolor emerge la veracidad de los personajes. En ese sentido, Días de pesca funciona como si fuese una película menor, como si se negase la importancia de lo que se cuenta, aunque en su tratamiento de lo íntimo alude a la gran batalla perdida de la condición humana: la inexorabilidad del tiempo y la complicada posibilidad de reconstrucción. Pero en Días de pesca no encontraremos ni grandes hitos ni estentóreos personajes anegados en una densidad dramática. Todo es en clave pequeña para que la resta amplifique la voluntad descriptiva y llegue a la emoción verdadera.
Días de pesca
Draussen ist Sommer / Summer Outside (Alemania, 2012). Director: Friederike Jehn. Nuevos Directores
Si Días de Pesca nos traía a la palestra los maltrechos vínculos familiares, Draussen ist Sommer nos metía de lleno en uno de los temas estrella del cine europeo contemporáneo: la descomposición de la familia nuclear a través de la adolescencia como estado de transición y el consabido acceso a la sexualidad. En el momento de construirse y constituir una identidad que conforme los puntales de la vida adulta, Wanda asiste impertérrita y con cierta coraza hierática a la putrefacción de su entorno familiar, enmarcado en un ilusorio paraje idílico que acaba corroído por los intentos vanos de edificar un hogar que como tal hace tiempo dejó ya de existir. Así, una nueva casa en un tiempo de luz estival acaba resultando un vestigio de los restos de un amor agotado, un vano e inútil proyecto armado como un castillo en el aire.
El escalpelo utilizado postula por la turbulencia y el desasosiego para registrar las disfunciones familiares, mientras el exterior se muestra extraño y opaco. Partícipe de timbres perversos y pegajosos, las tensiones y las falsas promesas eclosionan como una herida purulenta que acaban viciando un aire que se torna irrespirable. Friederike Jehn escarba en lo sórdido y se mueve entre la cirrosis de los sentimientos y el aspecto viscoso de un despertar sexual que se articula como una tumefacción, desarticulando de raíz el tono entrañable de los ritos de maduración. No hay nada idílico en una madre agresiva-pasiva que se consume delante de sus hijos, un padre-ausente que huye hacia adelante y un vecino con tendencias pedófilas que se siente atraído por Wanda, con quien tendrá su primera desafortunada experiencia sexual. Draussen ist Sommer rompe sin piedad todos los tópicos de arcadia feliz asociados a la edad de la adolescencia y se hace acopio de una desagradable mancha sucia que se filtra por la iridiscencia de la luz solar al proyectarse en la clase media, falaz máscara del bienestar y de la complacencia.
Draussen ist Sommer
La Playa D.C. (Colombia, 2011). Director: Juan Andrés Arango. Horizontes Latinos.
De la reparación de Días de pesca al momento agónico de la disolución en Draussen ist Sommer para llegar a las cenizas de la familia patriarcal en La Playa D.C, la primera de las muestras del cine colombiano que pudimos ver en San Sebastián. En contraposición a la última de las que comentaremos en este artículo, La Sirga, La Playa D.C se hace partícipe de latido frenético de la ciudad, de la muchedumbre y el pulso crispado de la metrópolis de ruido, humo y alquitrán. El título referencia el lugar de procedencia del protagonista, Tomás, también en búsqueda de su propia identidad como Wanda, al que se le suma el D.C de Bogotá, la jungla de asfalto que marca los pasos de Tomás y de sus dos hermanos, el menor atrapado en las drogas y el mayor con la idea fijada en la huida, la marcha a los Estados Unidos, lugar del que ha sido deportado.
La Playa D.C como película urbana cumple a rajatabla las figuras de estilo típicas para captar la aquiescencia suburbial: cámara en mano y seguimiento pormenorizado al personaje filmado desde la nuca, apegado a él para transmitir el espacio como lugar de opresión, aparte de un énfasis en colores eléctricos como metástasis de la estética de la ciudad degradada. Su cartografía errática y dispersa aunque siempre centrada en el costumbrismo del trapicheo, en la militancia de la calle y la consustancial supervivencia de aquel que trata de hacerse valer en un entorno árido, deja una cierta sensación de déjà vu y no acaba por rematar adecuadamente el sustrato dramático. Su aspecto de filme deshilachado, que parece señalar muchos frentes pero que no se apuntala en ninguno, provoca un ritmo renqueante. Su vocación no es la de definir un corpus concreto, pero se pierde en divagaciones que lastran y demoran la atención del espectador. Como Draussen ist Sommer sitúa su enclave en la conjugación de tiempos: el pasado como añorado y el presente como sofocante y trémulo sin alcanzar una resolución concluyente. Porque La Playa D.C fija su atención en la exploración de los habitantes que están en los límites del tejido social, pero desde un impresionismo insuficiente y escaso en consideraciones incisivas que le permitan alejarse del cliché cuando se retratan entornos como el presentado en La Playa D.C.
La Playa D.C
La sirga (Colombia, 2012). Director: William Vega. Horizontes Latinos.
La Sirga, última del cuarteto comentado, también es una producción colombiana pero situada en las antípodas de La Playa D.C. Un cine más hermético, lleno de silencios y lírica mortuoria, más plegado en la configuración de una atmósfera espectral, situándonos en un confín aislado donde va a parar nuestra protagonista huyendo de la violencia.
La Sirga es una pensión remota en una zona anegada, cuya propiedad le pertenece a su único pariente vivo, su tío, quien tratará de rehabilitar la cabaña en ruinas con su ayuda y con la de su hijo. Un cine contemplativo que cierne sobre sí mismo una capa omnipresente de amenaza, mediante las sugerencias visuales y sensoriales construidas a partir de un meritorio trabajo formal y estético, donde William Vega sabe sacar provecho de la naturaleza como síntoma de la desesperanza y desarraigo de los personajes. Hay cierto halo inquietante en cuanto se figura la inminente llegada de un mal endémico, una violencia cancerígena que riega todas las zonas y que se cierne sobre ese lugar erigido en un autoexilio, naufragando así los sueños de que aquello se torne un lugar de pertenencia, un refugio lejano y protector de una sociedad enferma. Es un filme exigente, que antepone la denotación de lo representado pero que consigue extraer una poética del vacío en un espacio fantasmagórico y tenebrista.
La Sirga