Scarred Hearts

La vida encorsetada Por Bea González

Ayudante de dirección de Cristi Puiu en la peli que consagraría a éste internacionalmente, La muerte del señor Lazarescu (Moartea domnului Lazarescu, 2005) , cortometrajista de gran éxito (con Lampa cu caciula en 2006 arrasó en cada festival al que acudió), Radu Jude debutó en el largo en 2009 con La chica más feliz del mundo (Cea mai fericita fata din lume, 2009), una simpática comedia en torno a una familia agraciada con el gran premio del concurso de una marca de refrescos: un coche y el rodaje de un anuncio publicitario. En 2012 Jude se alzaría con el Corazón de Sarajevo con su segundo largo, Everybody in Our Family (Toata lumea din familia noastra, 2012), en la que un inmenso Serban Pavlu interpretaba a un padre divorciado al que su ex-mujer le pone alguna que otra traba cuando un día va a recoger a su hija. Ambos largometrajes navegaban con asombrosa naturalidad entre los diques de lo que acostumbramos a llamar el nuevo cine rumano, advirtiéndonos de la pasmosa facilidad de Jude para la tragicomedia socio-familiar de negrísima sonrisa y haciendo que hasta hace un par de años esperáramos las noticias del director rumano con la misma expectación que los nuevos proyectos de Mungiu, Puiu o Porumboiu.

Pero resulta que Jude se ha descubierto como un espíritu libre, al que le da bastante igual hacia donde nos gustaría a nosotros que se dirigiera su filmografía, y si el año pasado se presentó en Berlín con Aferim! (2015), un western atípico ambientado en el siglo XIX y que retrata un episodio oscuro (la esclavitud de los gitanos) de la historia de Rumania, en este 2016 nos lo encontramos en la sección oficial de Sarajevo con otro experimento personalísimo que vuelve a rebuscar en la historia de su país, esta vez para recuperar a uno de sus intelectuales más importantes y mayoritariamente desconocido en Occidente. Y aunque a mí, personalmente, ninguno de sus dos últimos trabajos me acaba de convencer, ambos nos presentan a un director con muchísimas cosas que contar y una libertad creativa enorme, que le permite arriesgarse a salir del paraguas de seguridad del llamado nuevo cine rumano y adentrarse en solitario en su andadura en esto del contar historias.

Scarred hearts

Scarred Hearts se inspira libremente en una novela de tintes autobiográficos de igual título de Max Blecher, un escritor judío rumano de entreguerras que obtuvo el reconocimiento póstumo tras su prematura muerte a causa de una enfermedad de la columna vertebral. En Scarred Hearts, la novela, Blecher basándose en su propia historia relata las experiencias de los pacientes que ingresan en un sanatorio para tratar sus dolencias, las mismas que le mantuvieron a él postrado en una cama los últimos años de su vida. En Scarred Hearts, la película, Lucian Tedor Rus da vida a Emanuel, nuestro protagonista, un joven enfermo, y en sus más de dos horas de duración Radu Jude nos hará acompañarlo, en la distancia, a través de los aparatosos procedimientos médicos (inmovilización del torso con escayola, dolorosísimas punciones abdominales sin anestesia y reposo absoluto en posición horizontal) que para su dolencia, una tuberculosis espinal, están descritos en el protocolo de tratamiento habitual del sanatorio especializado en la enfermedad de Pott, que allá por 1937 el Dr. Ceafalan (Şerban Pavlu) dirige a las orillas del Mar Negro.

Con Emanuel y sus compañeros en el confinamiento institucional, postrados durante la mayor parte de la película en horizontal, y el gusto y abuso de Jude y su habitual Marius Panduru por los planos estáticos, y además en formato 4:3, Scarred Hearts termina siendo una sucesión de viñetas con relativa continuidad argumental entre ellas, intercaladas con fragmentos de los escritos de Blecher sobre fondo negro, dónde el espectador se convierte en un mero observador pasivo de lo que en cada momento toque aparecer en pantalla, sea cual sea su valencia afectiva, toque punción sanguinolenta o bacanal colectiva entre pacientes y personal sanitario. A lo largo de los 141’ habrá tiempo también para escenas antológicas de carcajada universal, como las de los intentos de Emanuel con el torso inmovilizado de mantener relaciones sexuales con otra interna en similares condiciones, o discusiones filosóficas y políticas informales, bañadas por el vapor etílico y plagadas de referencias intelectuales sobre los convulsos acontecimientos que, en aquel momento, segunda mitad de los años 30, se cernían sobre el país y sobre Europa (el ascenso del nazismo y el antisemitismo) y frente a los cuales el sanatorio se erige como un microcosmos social que funciona bajo sus propias reglas.

Scarred Hearts 2016

La construcción de personajes está especialmente lograda, desde el mismo Emanuel, al que descubrimos pronto en su mordaz locuacidad y vitalismo irreflexivo a pesar de sus penosas circunstancias o sus conquistas, la luminosa Solange (Ivana Mladenović), una expaciente del sanatorio que revolotea durante las horas de visitas o Isa (Ilinca Harnut), protagonista de la mítica escena de apareamiento encorsetado, sin olvidarnos del Dr. Ceafalan, personaje pintoresco como pocos. Todos ellos ayudan en buena medida a mantener nuestro interés vivo por una historia que, a pesar de ello, termina pecando de reiterativa y falta de impulso narrativo. Una sensación muy parecida a la que nos dejó Aferim! por estas mismas fechas del año pasado.

Share this:
Share this page via Email Share this page via Stumble Upon Share this page via Digg this Share this page via Facebook Share this page via Twitter

Comenta este artículo

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

You may use these HTML tags and attributes: <a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <s> <strike> <strong>