#SEFF2019: Parte II

La famosa invasión de los osos en Sicilia, Arima, Sinónimos, Atlantis y Encantamiento Por Ignacio Pablo Rico

La famosa invasión de los osos en Sicilia (La fameuse invasion des ours en Sicile, Lorenzo Mattotti, 2019). Sección Oficial

El primer largometraje en solitario del artista gráfico Lorenzo Mattotti supone una ruptura con el cromatismo tenebrista de la obra colectiva Fear[s] of the Dark (Peur[s] du noir, Blutch, Charles Burns, Marie Caillou, Pierre Di Sciullo, Richard McGuire y Lorenzo Mattotti, 2007). Sin embargo, existen concomitancias entre La famosa invasión de los osos en Sicilia y su cortometraje para aquel filme: en primer lugar, una apuesta decidida por métodos tradicionales de animación; y, más importante, una historia donde el hombre y la bestia confunden sus contornos morales. Mattotti toma como fuente de inspiración las ilustraciones de la novela de Dino Buzzatti para dar vida a osos y a humanos, pero en su recreación de los escenarios prefiere imaginar entornos reconociblemente mediterráneos a la abstracción del original. Un tema al que se vuelve siempre en las producciones europeas de animación «no mainstream» —desde las de Cartoon Saloon a las de Blue Spirit Animation— es el storytelling. La famosa invasión de los osos en Sicilia evita caer en ese tipo de reivindicación, algo pesada a estas alturas, del arte de contar historias, y da un paso más allá. Si bien en un principio se adopta un tono alegremente infantil para contar un mito fundacional arquetípico, más tarde el filme se reinventa como narración de tintes shakespearianos sobre la corrupción y declive de una civilización. Una melancólica meditación acerca de cómo reflejamos lo mejor y peor de nosotros en las historias que (nos) contamos.

Arima (Jaione Camborda, 2019). Las Nuevas Olas.

Concluida la proyección de Arima, notable ópera prima de Jaione Camborda, no podía dejar de pensar en las novelas de Adelaida García Morales; El Sur (1985) o Las mujeres de Héctor (1994), por ejemplo. Como en aquellas, un interrogante siembra la incertidumbre, secretamente, más allá de lo perceptible —idea que adquiere una dimensión literal en Arima—, en el precario orden cotidiano de un cuarteto de personajes femeninos. Camborda articula la realidad cinematográfica en torno al misterio —tomo prestado a Carles Matamoros el uso de este término aquí—. Un concepto —el de la imagen huidiza, la ausencia presente, lo no visto pero intuido— que forma parte medular del lenguaje audiovisual, aunque el cine contemporáneo parezca olvidarse de ello demasiado a menudo. El fantasma que recorre las calles del pueblo donde tiene lugar la acción permanece invisible en esta narración fragmentada por la subjetividad de la mirada y lo imperceptible de los susurros. El empleo del fuera de campo obtiene en Arima, por tanto, resonancias existenciales. En consecuencia, la frustración compartida por protagonistas y espectadores frente a lo irresoluble de una trama apasionante y neblinosa es profundamente consecuente con el espíritu que anima la película.

Arima

Sinónimos (Synonymes, Nadav Lapid, 2019). Sección Oficial

La profesora de parvulario (Haganenet, 2014), el filme más reconocido del israelí Nadav Lapid hasta la llegada de Sinónimos, poseía una debilidad que resultaba aún más evidente a la luz de su remake estadounidense, La profesora de parvulario (The Kindergarten Teacher, Sara Colangelo, 2018): la ausencia de un trasfondo generacional o social capaz de conectar lo relatado con el presente. Sinónimos supone, a ese respecto y a otros, un paso adelante en la carrera de Lapid, quien se ancla en el cine del Godard de los 60, pero no se limita a remedar sus rasgos de estilo. En cambio, el exilio en París de Yoav, un ex soldado israelí, sirve para mediar un diálogo entre la revolucionada y revolucionaria Francia de entonces y la de nuestros días, reconfigurada a partir de la paranoia terrorista. Si los inquietos jóvenes bohemios de Banda aparte (Bande à part, Jean-Luc Godard, 1964) y La Chinoise (Jean-Luc Godard, 1967) conseguían concretar su sed de aventuras literarias en vivencias trágicas, la peripecia de Yoav es meramente lingüística: un chico de Israel que intenta comprender las retóricas que justifican estructuras absurdas de poder, como las que derivan en la creación de fronteras. Si Godard hacía de la realidad una experiencia literaria, el rol de Yoav es el de «desliteraturizar» ese París soñado del que apenas restan sombras. Queda para la memoria una «Marsellesa» interpretada a viva voz por inmigrantes procedentes de distintos rincones del mundo. En algunas ocasiones, los estrafalarios arrebatos de Sinónimos tienen más de ingeniosidad que de idea brillante; con todo, es meritorio que en dos horas de metraje a golpe de extravagancia nunca decaiga.

Atlantis (Valentyn Vasyanovych, 2019). Sección Oficial

El enfrentamiento armado entre Rusia y Ucrania ha terminado, pero la guerra continúa. Una batalla que sigue repitiéndose en el corazón de quienes participaron en el conflicto, pero también, de un modo muy distinto, para aquellos que limpian la tierra de minas, o desentierran cadáveres de fosas comunes con el fin de darles una sepultura digna. Precisamente, Sergey transita entre una guerra y la otra; es decir, de la incapacidad de aceptarse como superviviente a la consciencia de que, con el tiempo, un nuevo mundo puede surgir de las cenizas. Quienes transitan por la tierra sumergida a la que se refiere Atlantis aún recuerdan la normalidad previa a la oleada de destrucción. El director Valentin Vasyanovych demuestra en su cuarta producción una madurez que impresiona. Nos referimos, para empezar, al asombroso fragor estético de las imágenes: una mirada monumental —rebosante de matices fotográficos y escénicos— a un paisaje en ruinas, que tiene mucho de labor arqueológica. Pero también debemos aludir a su concepción del plano, apoyada en dilatados encuadres en los que Sergey trabaja concienzudamente, o se las arregla para aprovechar el entorno y, simplemente, vivir. De esta contemplación sosegada del esfuerzo, individual o colectivo, emerge la gran epopeya de lo cotidiano: una política de la resistencia.

Atlantis

Encantamiento (Tlamess, Ala Eddine Slim, 2019). Las Nuevas Olas

La cámara se aleja del minar de una mezquita y comienza a sobrevolar la ciudad. La música inunda el plano desde el momento inicial, pero aunque esperamos escuchar el adhan («Allahu akbar, Allahu akbar…»), la melodía que suena es de una estruendosa monotonía. Cuando llega a los límites de la urbe, el ojo del cineasta cambia de dirección y se desplaza hasta una carretera donde algo que no identificamos arde. Más allá del influjo de Dios, en un territorio extraño para el hombre. Esta extensa y enigmática escena —que comienza en un recinto consagrado a la oración y termina en las llamas— acaso contenga la esencia del viaje que se produce en Encantamiento: la renuncia a la comunidad, al orden social vigente y hasta a la propia identidad por parte de un soldado. Sus acciones tienen mucho de deserción espiritual, y no pueden sino culminar en muerte y renacimiento como ser visionario y trascendente. Un lirismo audaz —oscilando entre la ferocidad y el despojamiento— guía las imágenes de la película de Ala Eddine Slim, Una arriesgada fractura parte en dos la narración, y aboca finalmente Encantamiento a una noción primitiva de la existencia marcada por lo mítico. La complejidad de este trabajo no tiene que ver con su discurso, particularmente transparente, sino con las herramientas audiovisuales que nos permiten entender el visionado como una experiencia a la par sensorial e indescifrable.

Encatamiento

Share this:
Share this page via Email Share this page via Stumble Upon Share this page via Digg this Share this page via Facebook Share this page via Twitter

Comenta este artículo

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

You may use these HTML tags and attributes: <a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <s> <strike> <strong>