Shirley: Visions of Reality (Edward Hopper)

Un estado intermedio Por Fernando Solla

“Color and light…
There’s only color and light…”
George Seurat en Sunday in the Park with George (Stephen Sondheim y James Lapine, 1984)

El D’A 2014 ha incluido en su parrilla el último largometraje del austríaco Gustav Deutsch, que sigue experimentando con el poder cognitivo de la imagen, indagando además en cómo el cine, la historia y las experiencias individuales de todos aquellos que la configuran interactúan entre sí. Shirley: Visions of Reality consigue situarse en un estado intermedio entre una doble puesta en escena de la realidad (la de la vida en el cuadro y la de éste en la película) y un diálogo constante entre cine y pintura, en este caso la de Edward Hopper. También en el punto de mira, la literatura de Emily Dickinson y la historia comprendida entre los años treinta y principios de los sesenta del siglo pasado, tamizados por el punto de vista de una actriz norteamericana que será la protagonista de los retratos de la soledad de Hopper. Combinados con el desamparo y aislamiento inherentes a la vida y obra de la poetisa, Deutsch consigue superar lo caprichoso de la coyuntura, evitando caer en el cajón de sastre y aunando modos y motivos para crear un todo que, finalmente, dará forma al largometraje que nos ocupa.

Superado el efecto acumulativo que en un principio puede llegar a confundir al espectador, el realizador sigue una misma estructura que se repetirá hasta trece veces, como trece serán los cuadros de Hopper personificados, las escenas o los capítulos en los que se dividirá el relato cinematográfico. Doce más uno, para ser exactos, ya que Interior de tren se usará a modo de prólogo y epílogo. En el cuadro, la protagonista sostiene un libro en entre sus manos, que para la película será de Dickinson y en cuya portada veremos otra de las pinturas de Hopper. La cámara acercará el plano progresivamente hacia la cubierta del libro (cuyo título resultará oculto tras la mano de Shirley) hasta desenfocar completamente la imagen y, después de los doce capítulos, retrocederá hasta enfocar la imagen de nuevo. Deutsch jugará a filmar la pintura y la existencia de Shirley convertida en literatura para, finalmente, devolvérsela a su propietaria, que la recuperará y admitirá como propia una vez ya la ha vivido. Si el arte refleja la vida y la vida es un pedazo de historia, hablar de arte es hacerlo también de vida e historia. Y cuando el arte se cuestiona a sí mismo, también lo hace de los pilares sobre los que se sustenta.

Visions of reality

Stephanie Cummings, bailarina y coreógrafa, interpreta a Shirley y Christoph Bach a su marido, en un papel mucho más secundario. Si del personaje de él no se requiere más que un trabajo puramente figurativo, el de ella es un rol de planteamiento bastante más arriesgado. Es muy complicado por el tipo de propuesta que Deutsch se trae entre manos que un solo personaje consiga transmitirnos mediante expresión corporal y su constante voz en off un recorrido histórico de más de tres décadas. Cuando lo que se está viendo resulta innegablemente hipnótico, escuchar algo que ya conocemos y de lo que no se nos proporciona información novedosa ni un punto de vista o posicionamiento definido que podamos analizar, es difícil fijar la atención (era McCarthy, conflictos raciales, lucha por los derechos civiles…). El punto de vista y el papel de Shirley en todas esas etapas resulta demasiado exclusivo y excluyente como para englobar un modo de sentir y pensar colectivo con el que podamos empatizar.

No olvidemos que Deutsch no esconde que su principal motivación en el momento de rodar un largometraje no es el desarrollo argumental sino el poder de la imagen para transmitir una historia. Imágenes fehacientes pero también otras de carácter más alegórico. De este modo, Cummings interpretará mediante el rol de Shirley a otra actriz, que por su profesión estará habituada a reprensentar la realidad, moldeándola a placer o según convenga, para llegar a lo verosímil. Una actriz cuya trayectoria no culminará en el estrellato sino que creerá en su trabajo como un bien colectivo, cuya finalidad es servir a la sociedad (Bertolt Brecht asoma por aquí). Una mujer que citará a Elia Kazan (“Mi trabajo representa mis convicciones”) para denunciar su vinculación con McCarthy y lo contradictorio del mensaje de sus largometrajes con su proceder para con sus compañeros de profesión y, por extensión, al cine de Hollywood (algo reduccionista Deutsch en el contenido), a través del cuadro La acomodadora del cine. Vemos cómo, a pesar de ocupar un segundo plano, el contenido no se ha visto relegado a una función meramente decorativa.

Visions of reality 2

Lo verdaderamente interesante de Shirley: Visions of Reality son los espectaculares dioramas en que Hannah Schimek ha convertido a las pinturas de Hopper.
Apoyada en una fotografía minuciosamente pormenorizada (labor de JerzyPalacz), ha sabido jugar con la luz y las líneas geométricas tan características del diseño de Hopper, consiguiendo que al dotar de movimiento a la protagonista de sus pinturas, no se desequilibre el balance con el que el artista colocó la figura de los sujetos dibujados en armonía con su entorno. Modificando levemente las líneas horizontales y sus perpendiculares hasta convertirlas en diagonales para dotarlas de profundidad, y entendiendo que no se puede conferir a la puesta en escena el realismo de la pintura de Hopper, tanto Schimek como Palacz han mantenido la simplicidad en las líneas sin obviar ni un solo detalle, saturando el color (del mismo modo que los originales) para modelar los estados de ánimo por contraste. Rostros tristes voluminosamente iluminados. El cuerpo de Stephanie Cummings parece moverse cómodamente tanto en la figuración como en el movimiento, aunque lo que realmente trascenderá será la profundidad y expresividad de su mirada.

Sería sumamente interesante poder complementar el visionado de la película con su making off. De todos modos, Deutsch ha dotado (a través de la ordenación y el montaje de las trece secuencias) de unidad y uniformidad al conjunto, creando una obra independiente, aunque obviamente indisociable, de la de Hopper. De visionado algo imprevisible, pero perfectamente rematada con el epílogo, el realizador consigue (por poco familiarizados que estemos con la obra original) que, como dice Shirley, conozcamos los alrededores y a pesar de ello nos sintamos aislados. Como guionista, Deutsch ha conseguido dimensionar (apoyado por las diagonales que comentábamos antes) a la protagonista de tal modo que ha convertido al personaje en protagonista y no al autor, dibujando la vida de una actriz y su relación con todas las artes. Shirley renunciará a ser una figura estática sin pasado, negando ser sólo un cuerpo sin historia.

Finalmente, destacar las cortinillas que separan las escenas / cuadros / capítulos, indicándonos la fecha en la que nos encontramos, que a excepción de una siempre será el veintiocho de agosto del año que corresponda, marcando el paso del tiempo pero a la vez esa sensación de estancamiento y frustración, por no avanzar hacia donde se quiere. Un complemento de adecuación a la sugerente puesta en escena y a la fotografía que nos enseña cómo la luz es capaz de captar el movimiento de un modo fascinante. Shirley: Visions of Reality aporta no sólo al mundo de la pintura de Hopper pero sí especialmente lo mismo que Pina (Wim Wenders, 2011) atestiguó sobre la coreógrafa: su importancia y significación dentro del panorama artístico del siglo pasado y su influencia de (y para) la sociedad del momento y, especialmente, la actual.

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