Sieranevada

La familia como reflejo Por Damián Bender

Dentro del mundo de la antropología genética se descubrió una regla general: al investigar poblaciones humanas, la variabilidad genética en su interior es superior a la que se encuentra si comparamos una población con otra. Esto quiere decir que es posible encontrar el 85% de toda la variabilidad génetica humana dentro de una sola población, variando un 8% entre poblaciones de un mismo continente y apenas un 7% si se compararan poblaciones de diferentes continentes.1

Ahora forcemos una analogía. Si cambiamos nuestro tema original (la variabilidad genética) por las inquietudes, preocupaciones e intereses que tenemos como seres sociales y tomamos como sujeto de investigación al núcleo familiar; tendríamos un resultado muy similar. La heterogeneidad dentro del seno familiar sería superior a la que se podría encontrar si comparáramos una familia con otra. El lazo de sangre que los une enmascara un microcosmos muy diverso de personalidades, aspiraciones y angustias, y al mismo tiempo ese mundo encapsulado se encuentra atravesado por la realidad social en la que se encuentra.

Siguiendo esta lógica, podríamos inferir que si observamos con cuidado a una familia, seríamos capaces de obtener un panorama general bastante acertado de nuestro estado como sociedad, ya que la diferencia entre familias no es demasiado grande a pesar de que todas sean un mundo particular. Si trasladamos este pensamiento al cine y elegimos la sociedad rumana, el resultado final se titularía Sieranevada.

Sieranevada

Cristi Puiu nos hace testigos de una reunión celebrada para conmemorar el fallecimiento del patriarca de la familia. Y digo testigos porque la cámara no es un agente estático, sino que se mueve permanentemente en los reducidos espacios del hogar buscando conversaciones, escaneando movimiento para posteriormente registrarlo. El estilo documental que lo ha caracterizado desde su debut con La muerte del señor Lazarescu (Moartea domnului Lazarescu, 2005) paga sus dividendos aquí pero priorizando el movimiento en búsqueda de la actividad permanente y de generar un agitado ritmo cinematográfico que solamente decae en los momentos necesarios.

En esta tendencia hacia lo frenético e incluso lo anárquico es reforzada por la puesta en escena. Los actores entran y salen con un timing milimétrico que se siente natural, cada detalle está cuidado especialmente para que la dinámica familiar se sienta auténtica, para que no sea tan diferente de cuando uno pasa por las habitaciones a saludar a todos y un primo te llama para que mires un video gracioso que encontró en internet. A esos niveles de naturalidad apunta Puiu en Sieranevada y los consigue con creces.

A tal punto llega esto que hasta el montaje es apresurado, empalmando planos en pleno desplazamiento de la cámara y en el costado sonoro las conversaciones por momentos se superponen entre sí, en una mezcolanza que remite a la democracia de los objetos sonoros que pregonaba Jacques Tati en sus filmes. Y como si estuviésemos hablando de la genial Playtime (Jacques Tati, 1967), estos conceptos es trasladan al protagonismo de los personajes: así como Monsieur Hulot no era el centro del filme y todos los personajes eran capaces de hacer gags y generar risas, en Sieranevada todos los familiares tienen su momento y acaparan el interés del espectador. Como en la praxis de la vida cotidiana, no hay un centro de atención sobre el cual el relato va a gravitar, sino que las conversaciones y las situaciones van dándole espacio a cada uno con naturalidad.

sieranevada 2016

Y al igual que Tati, Puiu comprende que la mejor forma de tratar los temas es desde la risa. El frenesí y la sucesión de situaciones convierten a Sieranevada en una comedia familiar en la que cada chiste esconde una reflexión o al menos pone en evidencia un punto en particular. Estos signos de exclamación funcionan como un refuerzo, como un valor agregado que ayuda a que el interés del espectador no decaiga. Y de la misma forma que con el trabajo de la puesta en escena, este recurso no se siente forzado, sino que tiene una naturalidad que asombra al momento de salir de la sala. Puiu siempre apuesta a lo orgánico, a escapar del mecanismo para acercarse a nuestra realidad.

Es esa naturalidad la que abre una vía de escape a las estructuras tradicionales y la que permite que el filme funcione. Porque si uno se detiene a pensar, somos testigos de una situación y no de una narración. La situación en este caso es esta reunión familiar y lo que captura es precisamente eso, los eventos que suceden en la reunión, sin enfatizar en unos u otros. La decisión de mantener un orden cronológico y no manipular la duración de los acontecimientos para elaborar una pseudo curva dramática es la clave para generar esa sensación de autenticidad que acerca al filme a la realidad particular del espectador.

Aquí es donde retomo la analogía inicial, ya que como mencionaba antes, las diferencias estructurales entre las familias de un continente y otro no son tan diferentes como se podría pensar: a pesar de estar signada por el pasado y presente de Rumania, Sieranevada nos habla a todos por igual. Hay una matriz de universalidad en los temas que trata, porque son temáticas en las que está inmersa la sociedad toda: las dicotomías entre el socialismo y el liberalismo, la invasión de productos culturales procedentes de países anglosajones, la perpetua sensación de miedo que infunden los medios periodísticos sobre los ciudadanos. Me resultaba imposible no trazar paralelismos mientras miraba la película, cada cruce entre familiares reflejaba otro choque ideológico que ya había visto con otras personas y otros nombres, pero con la misma esencia.

En definitiva, Cristi Puiu transforma un pequeño y congestionado hogar rumano en una caja de petri para hablar de la sociedad toda por dos horas y cincuenta minutos.

Si bien antes dije que cada uno de los miembros del clan tiene su momento, es necesario hablar en particular del personaje de Lary, interpretado por Mimi Branescu. Y es que su posición dentro del nuevo esquema familiar tras el fallecimiento del padre lo ubica en un lugar incómodo: el rol de cabeza de la familia empieza a pasar a sus manos y él no está dispuesto a tomarlo en absoluto. Su mirada sobre los temas de conversación y las diversas situaciones que suceden en la reunión es sarcástica en líneas generales. Él prefiere observar la situación antes que tomar partido apresuradamente, y antes que sumarse al tren del drama, se toma todo con humor. Lary es el personaje más cercano al espectador durante todo el metraje, ya que al igual que nosotros reflexiona al mismo tiempo que se ríe. Entiende lo que pasa a su alrededor, pero para él es mejor tomarse los asuntos con gracia.

Aunque en el fondo sea una máscara. Aunque por momentos parezca un cínico que se toma todo “con soda”, Lary también tiene sus problemáticas. La diferencia es que no todos pueden manifestar sus emociones de la misma forma, o al menos de manera pública. Por eso en esta película algunos lloran en la mesa y otros lo hacen en el auto. Finalmente, Lary es la llave que nos recuerda que ninguna familia está exenta de secretos y tensiones internas, sea rumana, española o argentina. La disfuncionalidad es universal y las “fachadas” son lo primero en caer por mucho que se quieran sostener.

Sieranevada Puiu

En conclusión, este filme nos habla sobre los lazos familiares y sobre las posiciones que ocupamos en la sociedad, sobre lo macro y lo micro. Sus casi tres horas de duración son descomunales debido a todos los ángulos que intenta captar utilizando una pantalla gigante y dos parlantes. Afortunadamente no fracasa en este objetivo, ya que logra capturar todas esas inquietudes de manera tal que cada fotograma se siente anclado en el paradigma del presente y no en una construcción artificial. La coherencia interna de cada recurso estético y la magnífica puesta en escena ideada por Puiu consiguen que el resultado final sea uno de los mejores filmes del año pasado. Inmensa pero entretenida, cómica pero profunda, artificio pero realidad, así es Sieranevada.

  1.  AVENA, Sergio; DI FABIO ROCCA, Francisco; POSTILLONE, María Bárbara; DEJEAN, Cristina (2013): “¿Existió el “Crisol de Razas” en Argentina? Una respuesta desde la antropogenética”, en GUREVICH, Beatriz, La Complejidad Después de Babel, Buenos Aires, ed. Lumiere, págs. 281 -314.
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