Sinais en curto
El tiempo pasa y ¿nunca? vuelve atrás Por Fernando Solla
Stop studying strife
And learn to life “the unexamined life”
Dancing through life…
Hay dudas o inquietudes existencialistas que nos embargan durante nuestro devenir vital. Es algo intrínseco al ser humano y, muy posiblemente, a cualquier ser vivo. También es habitual (y algo bastante asimilado) la idea consistente en la toma de conciencia y comprensión del significado a partir de la capacidad de transformar en palabras y verbalizar todas estas tribulaciones.
Las sesiones de Sinais en curto suelen mostrar a través de sus propuestas la posibilidad de asimilar un nuevo lenguaje a través de las imágenes. Es cierto que el punto de vista y todos los factores que se aplican para desarrollar la narración cinematográfica son subjetivos, más todavía en las propuestas experimentales que nos ocupan aquí. La manipulación y el oficio de los autores reunidos en la presente edición, juega más que nunca una interesante partida ente objetivación y subjetivación.
Señales (sinais) que esta vez superan la barrera del hombre y se centran especialmente (y salvo alguna excepción) en aplicar estos criterios a los animales y al paisaje. A su convivencia y a su movimiento. El ser humano, aparecerá, por supuesto. Pero se convertirá en una especie de personaje secundario dentro de su propia concepción del mundo alrededor que da sentido (o no) a su existencia.
El poder de la imagen y, sin embargo, si tuviéramos que hilvanar todas las piezas mostradas en esta ocasión, a través de un elemento narrativo común, éste sería el tratamiento que todas ellas muestran del sonido. Por su capacidad expresiva y la correspondencia entre nuestra percepción de una misma imagen de un modo u otro en función de lo que captamos a través de nuestro campo auditivo.
Progresivamente, a través de las ediciones de la muestra, hemos pasado de preocuparnos por cómo nosotros impactamos en nuestros semejantes y el entorno que compartimos con ellos a asimilar y aprehender cómo nuestro alrededor configura nuestra manera de entender el mundo. Asimilación y, por lo tanto, certificación de veracidad de existencia, pero está vez a través de imágenes y sonido. Hemos dejado de percibir de dentro hacia afuera y hemos invertido el proceso, convirtiéndonos en un objeto más y descentralizando nuestro punto de vista. Siete señales o ejemplos, que ya sea a título individual o compartido, nos ofrecen distintas herramientas de autoconocimiento.
Rapa das Bestas. Jaione Camborda, 2017, super 8 a vídeo, 10 min.
Cine documental (o no ficción). La importancia está en la negación asimilada a través de la tradición y el folclore, en concreto a la ancestral tradición gallega que da nombre al corto. Experimentación a partir de la lucha cuerpo a cuerpo entre el hombre y la fauna equina. ¿Quién es la víctima y quién el verdugo?
El filme de Camborda muestra de manera ejemplar la elocuencia de la imagen y el sonido cuando la planificación y, especialmente, la convivencia entre ambos se capta con tan rotunda (y convincente) contundencia. El sonido ambiente que cede el primer plano al de las pezuñas de un caballo al trotar. Un caballo, luego dos y hasta cinco. Plano de imagen abierto cuando se desplazan en libertad y cerrándose cada vez más en la medida en que son montados, domados, quizá humillados. ¿Dónde queda la nobleza de la raza?
Gritos de hombres anónimos pero cada vez (imagen tras otra) menos. Cuando llega la doma y el presidio el plano se modifica por contraste. Cuantos más caballos haya más se cerrará el plano. La asfixia de la tiranía del humano mostrada mediante el cierre de obturador. Asfixia. De repente, un caballo blanco que no correrá mejor suerte que el resto. Más gritos y relinchos. ¿Quién chilla como muestra de su salvajismo y quién para manifestarse, dialogar y defenderse? Una polvareda se levanta donde ha habido lucha. Una mosca aparece. La muerte de los derechos adquiridos por naturaleza.
Cortar y marcar. Las crines y la piel del animal. Llegan los espectadores. Grabación. Espectacularización de la desgracia y enaltecimiento de la tiranía. Niños que imitan a sus mayores y se enfrentan a potros. ¿A qué se reduce la lucha entre clases y razas? Al tamaño del invasor e invadido. El infante que imita, que asienta y asimila su conocimiento del mundo a través del folclore. Y así se construyen los pilares de la sociedad, nuestro trasfondo y cimientos. Nuestra humanidad desnaturalizada. El polvo de la tierra ahora lo es el de la carne quemada sobre las parrillas. El caballo que arrastra la calesa. Selección en función de la utilidad.
Termina la jornada y los caballos se van. Quizá ultrajados, pero de nuevo felices. Empiezan la marcha cabizbajos y a medida que avanzan hacia la libertad el plano se vuelve a abrir. Ellos, libres y felices. Los hombres que quedan, presos de la obturación, deambulan sin rumbo y serios. Tristes.
Increíble película donde el lenguaje cinematográfico se convierte en protagonista absoluto a través del montaje de imagen y sonido.
Rapa da bestas
El paisaje está vacío y el vacío es paisaje. Carla Andrade, 2017, vídeo, 18 min.
El cortometraje de Carla Andrade comienza con una imagen fija del mar en calma. Cómo el vacío o ausencia de movimiento se convierte en algo casi físico, en cualquier caso, tangible y objetivable. Un sonido creciente en constante fade in, prácticamente invasivo, en contraste con una imagen estática. Esta combinación es una potente carta de presentación que asimila en imágenes esa sensación que podemos tener al bucear bajo el agua, lo que sentimos cuando sacamos la cabeza del agua para tomar aire y nos volvemos a sumergir. Todo esto sucederá en nuestro espacio sensorial. En pantalla eso se asimilará a la actitud de nuestra mirada sobre la imagen y nuestro oído en el audio.
Una estructura que cambia de paisaje, en la mayoría de los casos, cada dos minutos. El número par es muy importante. Canal y código. Pasaremos a ver una montaña. Mismo sonido en un plano distinto que mantiene nuestra sensación de cercanía y proximidad con la secuencia fija anterior. Como novedad en la rutina, el movimiento de las nubes y cómo se modifica la captación de la luz. Se añaden algunos sonidos vacilantes, centelleantes. Dos minutos más y cambiamos de cielo, mucho más nublado. Quizá el mismo, pero no lo sabremos. No hay transición ni travelling sino un montaje fraccionado. Esta vez sin sonido, quizá para mostrar la calma antes de la tormenta. Sonido natural editado y de nuevo silencio. Relámpagos. Otra vez, la luz modifica la imagen (o viceversa). Aquí el filme se convierte en thriller de la naturaleza. Inquietante.
A continuación, un terreno desértico. Aquí no habrá nubes, pero sí polvo. La rutina se mantiene, pero a la vez muestra elementos distintos. Veremos el polvo de la tierra, pero no. Aquí ya hemos objetivado el vacío y lo que realmente e mostrará será el viento invisible. Una proeza que consigue captar el movimiento de un (no) cuerpo a través de otro. Un cuerpo continente invisible y a la vez infinito. Dos minutos y otra novedad. Se integra la vida animal en el paisaje. De nuevo, veremos a las aves, pero lo que captaremos será el movimiento del mar y las olas. Dimensionamos el movimiento. Con la recuperación del sonido inicial, el filme se tornará en algo violento e todavía más perturbador. Dispersión y duda. ¿Se mueve el plano o los objetos? De nuevo sensaciones evocadas mientras vemos otra cosa. Esta vez, como cuando estamos dentro de un tren parado y a través de la ventana se cruza otro en movimiento y se invierte realidad y percepción de desplazamiento. Aquí, la autora introduce la idea de viaje.
De dos minutos pasamos a tres. No importa el porqué. El tiempo parece pararse, ralentizarse, comprimirse, expandirse… Combinamos territorio árido con un cielo nublado, pero menos que antes. Las nubes se mueven hacia el lado inverso que en anteriores secuencias. Poco a poco, vamos recomponiendo el puzzle. Si uniéramos todas estas imágenes, asistiríamos a una ráfaga de 360º. El dominio del ritmo es ejemplar, ya que aquí surge su efecto y la experiencia por fragmentos se torna completa. La luz se mostrará a través de los colores del arco iros.
Cuando ya hemos introducido el color, última secuencia o paisaje narrativo. Tras las montañas nevadas contemplaremos el sol poniente. Finalmente, disfrutamos de este apasionante retablo paisajístico. Líneas de cordillera como múltiples puntos de fuga. Fade out definitivo del sonido y apasionante mutis final. Fin.
Fuerzas Invisibles. Marcos Flórez, 2017, super 8 a vídeo, 4 min.
El sonido lo invade todo en el trabajo de Flórez. El vigor de lo invisible. Muchas ideas comunes con el corto anterior, pero exploradas de un modo mucho más personal y emocional. Quizá la implicación personal también sea mayor. En este caso hay también la integración del vídeo doméstico, ya que el realizador incluye imágenes en Super 8 de un viaje realizado en 2009 a Almería.
En el caso que nos ocupa, la idea de viaje persiste, pero aquí toma mucho más peso la del paso del tiempo. Imágenes mucho más domésticas y un montaje en el que su saturación, así como la del color, sustituye a los cambios de obturación. La superposición y la distorsión acumulan imágenes como recuerdos y el ritmo encadenado se convierte en algo vertiginoso. Tanto y tan rápido como la velocidad y el tiempo que huye.
El montaje dota de un ritmo muy particular a este trabajo. Cuando vivimos una experiencia que será definitoria en nuestra vida, no solemos ser conscientes de ello. La urgencia del “directo”, la implosión sensorial y la selección que nuestro cerebro realiza no suele distinguirse hasta mucho después. Flórez consigue plasmar, imagen a imagen y audio a audio, este ejercicio subliminal y convertirlo en material cinematográfico. La anécdota transformada en material artístico. La urgencia, la necesidad, la angustia, la felicidad, la nostalgia… Todo está aquí.
Los objetos construidos por el hombre se mostrarán como evidencia del cambio que él mismo produce en el paisaje. Industrialización, quizá melancólica. El montaje sonoro también superpone y modifica nuestro espectro auditivo. Nuestra capacidad de escuchar y por tanto entender el mundo que nos rodea. Aparición de una mujer, del ser humano. Lejos de molestarnos o distraernos, la saturación nos paraliza a nosotros a través del movimiento que captan las imágenes. Como cuando nos tumbamos al sol con los ojos cerrados y, de alguna manera, la oscuridad cambia de color a través de la luz ultravioleta del sol.
Todo se difumina, en la narración a través del travelling horizontal. Colores fríos que se convierten en cálidos. Esto es Almería, esto es el abandono del hogar para encontrarnos a nosotros mismos y, quizás, ¿volver? Horizontal, decíamos, como puede ser el recorrido de un tren. Hacia delante puede ser hacia la izquierda de la pantalla (tal y como nosotros la miramos). Hacia la izquierda es mirar al pasado y hacia la derecha al futuro. Futuro en 2009. Pasado en 2017.
En manos del autor, las leyes geométricas, físicas y geográficas prescriben y se transforman, revolucionando cualquier eje de abscisas del sistema de coordenadas cartesianas cuando se aplican al plano cinematográfico.
Fuerzas Invisibles
Montañas ardientes que vomitan fuego. Helena Girón y Samuel Delgado, 2016, 16mm a vídeo, 14 min.
La importancia del sonido sobre un fondo, ya sea negro o paisajístico. Así podríamos definir el corto de Girón y Delgado. Filmar y dimensionar la oscuridad. Si el negro es la ausencia de color, nunca lo será de texturas. Percibir y, de nuevo, objetivar el viento de la noche oscura. Los autores apuestan por el montaje de estampas y fotografías intermitentes dentro de lo que progresivamente será nuestro descenso al cráter o volcán. Al centro de la tierra. A nuestro interior.
En 16mm veremos el exterior siempre desde el interior. Desde las cavernas. Quemaremos rastrojo y nos confundiremos entre un rebaño de cabras. De nuevo planos abiertos para los animales y cerrados para los humanos. Aquí sólo uno (el pastor). También en este filme aparecerá la mujer, que descenderá con nosotros. Planos fijos de cuerpos y objetos en movimiento y viceversa. Nada perdura y a la vez todo sigue igual. La habilidad del trabajo de fotografía conseguirá que durante el tiempo que se para la cámara, ésta delimitará nuestro punto de vista, consiguiendo que tomemos conciencia del espacio, que lo dimensionemos.
Golpes de piedra e imágenes que se modifican, siempre al unísono. La ruptura de dos líneas narrativas para integrase en una sola. En este punto, ya seremos capaces de percibir las distintas texturas de las rocas y minerales. La erosión se mostrará esta vez sin sonido. Como principal novedad, la estética se manifiesta a través de su vertiente más filosófica y la dimensión psicológica de todo el asunto tomará el protagonismo.
La combinación de la imagen filmada y las fotografías nos hará percibir distintos tipos de registros en función del material empleado. Aquí, reflexionaremos sobre cómo el avance de la tecnología (aplicado a la imagen) repercute y modifica irremisiblemente nuestra manera de filmar y entender el paso del tiempo y nuestro registro y consenso de y con la realidad. La isla de la infancia o de la progresión a la vida adulta. El salto generacional filmando el interior de un volcán, máxima representación de lo intrínseco de cada ser humano.
El fin del mundo plasmado en un cortometraje que podría formar un tríptico tanto argumental como estético con Take Shelter (Jeff Nichols, 2011) y Viaje al centro de la tierra (Journey to the Center of the Earth, Henry Levin, 1959). La probabilidad de tormenta apocalíptica que aquí se mostrará específica pero alegóricamente a través de los efectos sonoros. La inquietud que provoca la incertidumbre. La oscuridad interior evidenciada a través del descenso al corazón del cráter. Los monstruos que sólo veremos en nuestra imaginación pero que, gracias al trabajo de Girón y Delgado nos acompañarán incasables durante (y después del visionado).
Montañas ardientes que vomitan fuego
Bomb Movie. Xurxo Chirro, 2017, vídeo, 4 min.
El cine de Xurxo Chirro siempre supone un reto tanto para el autor como para el espectador y es, precisamente, que el segundo comparta y adquiera la capacidad inmersiva y envolvente que desprenden todos sus trabajos. En anteriores ediciones, impactó con Jeanette (2016). En doce planos examinó el poder de la expresión facial de una adolescente que se enfrentaba a distintas personas y situaciones, para todos reconocibles pero que nunca habíamos mirado tan directamente a los ojos.
En esta ocasión, y aunque parece cambiar totalmente de registro, encontramos detalles narrativos reconocibles dentro de su particular universo. Más si tenemos en cuenta que, el título que nos ocupa, forma parte de la trilogía Movies, que el autor inició con Celullar Movie (2010) y que continuó con Textil Movie (también de 2017). Bomb Movie sorprende, entre otras muchas cosas, por la inmediatez con que ha sido concebida. Un filme que, sin sentimiento de culpa, pero con gran capacidad analítica, se convierte en reflejo de la actualidad más inmediata.
Análisis a través de las imágenes y su tratamiento. En un reciente 8 de abril de 2017, el ejército de los Estados Unidos lanza una bomba sobre Nangarhar (Agfanistán), en la frontera con Pakistán, refugio del ISIS. ¿Qué efectos puede causar esta explosión? Lo veremos a través de la distorsión por osmosis entre imágenes. El tratamiento del color se someterá a la misma penetración o difusión.
De algún modo, parece que asistimos a una intervención quirúrgica cuyo hiperrealismo llegará a nosotros a través de la exploración microscópica. Una biopsia que mantiene el estilo de Celullar Movie, así como su necesidad de integrar imágenes o elementos documentales dentro de la ficción que está creando para poder dar alguna herramienta de comprensión o aprendizaje. Cumpliendo en última instancia la función pedagógica de cualquier manifestación artística.
El punto de unión entre ese primer título y el que nos ocupa, fue Textil Movie. Allí, continuando con las premisas anteriores nos situamos en la Bangladesh de 2014, concretamente el 25 de abril. El incendio de una fábrica textil en el que murió medio millar de personas y hubo cantidad de heridos. A través de las fibras y los materiales, Chirro manufacturó (nunca mejor dicho) un retrato tanto de la situación como del impacto causado por el suceso.
Y así hasta llegar a Bomb Movie, una pieza cinematográfica que (como todas las del autor) merece ser descubierta y disfrutada en primera persona, porque la experiencia nunca será igual y la participación activa de cada uno es muy importante. Esto es así en la medida en que el posicionamiento y sensibilización ante los conflictos y situaciones que suceden en nuestro mundo, más o menos inmediato, será mayor o menos en función de nuestras prioridades o carencias antropológicas y filantrópicas.
De nuevo, quedamos impresionados por la teatralidad y fuerza expresiva de la superposición de planos y los efectos de perspectiva. Y especialmente, por la posibilidad de disfrutar de esta pieza tanto a título individual como en conjunto. La ética y la estética van de la mano hasta conseguir remover las consciencias sin que percibamos ningún tipo de adoctrinamiento evidente. Cine urgente y resistente.
Bomb Movie
O ollo cobizoso. Lara y Noa Castro, 2017, 16mm a vídeo, 8 min.
Dos hermanas son las autoras de esta película y quizá porque dos puntos de vista sobre un mismo entorno nunca serán iguales, las imágenes se muestran volteadas entre 90 y 180 grados. La miscelánea donde todo tendrá cabida, en la misma medida de cuando cualquier cosa de descubre por primera vez. Del lienzo en blanco a la infinidad de posibilidades. La nada que lo contiene todo, porque todo puede surgir todavía (en ese momento iniciático) de ella.
La novedad cognitiva a modo de collage como una manera de enfrentarse al mundo, de convertirlo en algo subjetivo pero tangible y de definirlo. Objetos, sujetos y animales en aparente armonía y convivencia. Segunda ocasión en esta sesión en la que objetos industriales surgirán de entre los entornos naturales, cada vez menos infranqueables.
El sonido (montado y superpuesto) evocará el de una carretera. Lo que en un trayecto habitual no veríamos porque pasaríamos de largo será lo que se muestra en el filme. Todo aquello que nos perdemos cuando nos desplazamos en línea recta. La naturaleza y los animales se mantendrán estáticos y, sin embargo, vivos. En cambio, los humanos posarán e impostarán su posición para quedar fijos y retratados en la memoria.
El presente (de nuevo, el futuro pasado) como algo fingido. La configuración selectiva y aleatoria. La manipulación de la realidad. La naturaleza y la fauna que se integran en el tiempo y el espacio en contraposición al ser humano, que como en el primer título de la sección, deambula perdido y desconcertado y no sabe qué camino seguir para llegar a su destino.
Muy destacable el efecto conseguido con el giro de las imágenes. En este título, las rectas se convierten en ángulos. Agudos y llanos. Cóncavos y convexos. La planificación de la imagen es importante, pero aquí lo será más el ángulo de cámara. Lo que sucede en su interior, pero también en el exterior. Si una escena puede ser filmada desde distintos ángulos al mismo tiempo, lo que aquí se retrata es una misma experiencia asimilada desde distintas emociones y percepciones.
En combinación con el sonido editado y superpuesto, tendremos la sensación de delimitar un tiralíneas invisible y multidimensional. Un título que avanza considerablemente en el cine de autoría colectiva, normalmente concebido como varios relatos breves unidos por una misma idea o leitmotiv. Aquí la correspondencia es tal, que si obviáramos los títulos de crédito nunca sabríamos que son dos las mujeres (futuras) que nos regalan sus vivencias a través de su particular manifestación artística. Ya lo dijo, Darren Aronofsky: “Si quieres ser un cineasta, lo mejor que puedes hacer es entregarle al mundo parte de tu propia historia”.
O ollo cobizoso
Quiasma. Tono Mejuto 2017, vídeo, 12 min.
Remate de oro para una sesión que, como las mejores de Sinais en Curto, permite disfrutar de las peculiaridades de cada título de manera individual pero también comparar y analizar su magnitud en conjunto. El cortometraje de Mejuto nos acerca, por primera vez, el trabajo de otro, en este caso del coreógrafo Javier Martín.
Nos encontramos ante un ejercicio de investigación sobre un artista que, visto a través del montaje de las imágenes constata que no parece conocer reglas concernientes al movimiento del cuerpo. Ese peculiar universo cobra una nueva forma a través del estilo narrativo del autor.
La capacidad y el dominio de la alegoría se magnifica con la decisión de incluir en la banda sonora la música de Oleg Karavaichuk, al que recientemente pudimos conocer mejor gracias al documental Oleg y las raras artes (Andrés Duque, 2016). De niño prodigio a artista loco que, además, compuso numerosas bandas sonoras tanto para cine como para montajes escénicos. Doble evocación, pues. Karavaichuk a partir de las creaciones de Martín que, a su vez, es visto a través de las creación de Mejuto.
Este ejercicio resulta muy generoso y, a la vez, enriquecedor para el espectador. Estamos hablando de dos artistas (Karavaichuk y Mejuto) que dedican la totalidad de una de sus obras y, por tanto, parametrizan su vocación artística, postrándose ante una figura ajena. Pocas veces, los referentes e influencias se muestran de manera tan explícita. La citación eludida sería otra de las virtudes y novedades del filme.
Del trabajo conjunto de las tres figuras trasciende su capacidad para retratar el particular universo del personaje filmado. A través de imágenes superpuestas, aceleradas y repetidas, descubriremos los secretos del montaje del filme. La danza o coreografía será doble. La de Martín, por supuesto y la del montaje de las imágenes. En apariencia, un trabajo en las antípodas de Fuerzas invisibles pero que guarda distintos puntos comunes, especialmente a nivel estético. Si allí hablábamos de horizontales, aquí la vertical se convierte en perpendicular y transversal.
Un eje imaginario que convertirá al bailarín en una suerte de maniquí articulado cuyo motor será, precisamente, el universo de sus propios movimientos y coreografías. De alguna manera (y de nuevo omitiendo cualquier línea de diálogo textual), Mejuto desposeerá a Martín de su esencia artística para devolvérsela (a él y a nosotros) a partir de su composición visual. La perspectiva y punto de vista de la cámara como verdaderos marcadores de la figuración.
Un hermosísimo tratado sobre el cuerpo en movimiento. El tributo es evidente, aunque la actitud del realizador nunca será la de enaltecer y postrarse ante la figura retratada. El logro más relevante de esta pieza es, principalmente, el asentamiento del cine como arte que aporta y los contiene a todos. Espectacular y sentido homenaje que, sin duda, ya se ha ganado un lugar privilegiado dentro de la sección de ésta y cualquier edición del certamen.
Quiasma
Hasta aquí la presente edición de Sinais en Curto. Impresiona la convivencia en una misma sesión de todos estos títulos y autores. Sin explicación explícita, hay una actitud programadora que de un modo tan sutil como taxativo consigue delimitar un discurso e hilo común a través de cada pieza. No hay explicación verbal posible en la medida en que todo lo que suceda durante el visionado lo asimilaremos a través de las imágenes y el sonido.
El paso hacia la vida adulta, la angustia e incertidumbre provocada por nuestro devenir vital y nuestra construcción del mundo a partir de los imperativos sociales y culturales de nuestro entorno inmediato, la relación ya no del hombre con la naturaleza sino el protagonismo del paisaje que nos convierte en seres pequeños y secundarios, la supremacía animal y la lección de nobleza que nos aporta y la necesidad y papel imprescindible del arte en cualquiera de sus manifestaciones artísticas (así como la capacidad del cinematográfico para incluirlos a todos) encuentra en Sinais una ejemplar y enriquecedora muestra. Tan trascendente como significativa por todo lo expuesto título a título. Será muy interesante asistir a la evolución de esta sección y ver cómo se magnifica todavía más en futuras ediciones.