Sinais en Curto 2018
Un salto a otras realidades Por Yago Paris
Sinais en curto es un apartado dentro de la sección Sinais, en la que los programadores de (S8) Mostra de cinema periférico de La Coruña recopilan lo mejor de la producción gallega del año en el formato cortometraje. En esta edición se han reunido cinco piezas que, desde lugares opuestos y mediante mecanismos que poco tienen que ver entre sí, reflexionan de manera conjunta sobre la experimentación con la irrealidad, ya sea a través de vórtices espacio-temporales, mediante el juego con el encuadre o a partir de la manipulación de la película fotográfica. Un salto al vacío de la cinematografía, único lugar en el que el modelo experimental encuentra hueco suficiente para manifestarse sin restricciones.
Al cortometraje A mosca (Alberte Pagán, 2017) le sobra con el minuto y 37 segundos que dura para desplegar un torbellino de sensaciones. El cineasta Alberte Pagán parte de metraje encontrado, que desmonta fotograma a fotograma para posteriormente remontarlo al azar, una situación que le permite reflexionar sobre la imposibilidad de replicar lo que se ha desintegrado. La base del found footage, que consiste en tomar lo ajeno para darle un nuevo significado, ya sea a través de la alteración del montaje, del formato o de la propia modificación física del fotograma, es explotada por Pagán para crear un viaje alucinatorio de ritmo vertiginoso. El autor toma un conjunto de imágenes puramente realistas, con especial presencia de primeros planos de personas conversando, y las transforma en un universo imposible de caos, ruido y frenesí, como si el Michael Bay de la saga Transformers (2007-2017) hubiera trasladado toda la furia de sus imágenes al formato experimental. El resultado es una irrealidad que se siente a la vez cercana e inalcanzable, un universo perfectamente reconocible y a la vez inexistente.
Un universo similar es el que crean las hermanas Noa y Lara Castro en Pezas imposibles (2018), pues a simple vista ya se intuye el espacio en el que se ha rodado, pero, en este caso por el tipo de encuadre que se ha escogido, el escenario se convierte en un lugar irreal. La pareja de cineastas ya había experimentado con las posibilidades de encuadres imaginativos en su obra O ollo cobizoso (2016), que participó en la edición de 2017 de la mostra. En aquella ocasión las hermanas escogían encuadres atípicos para retratar elementos cotidianos, tales como una pareja de ancianos caminando, un caballo o una columna de humo, lo que permitía la creación de imágenes sugerentes que podían dar significados distintos a lo cotidiano, a aquello que ya se ha convertido en algo tan habitual que uno apenas repara en su presencia, como si se le diera una especie de segunda vida a aquello en lo que ya nadie repara.
Si en aquella ocasión también se jugaba con la propia proyección de las imágenes -todas en vertical-, en Pezas imposibles invierten la cámara para convertir el arriba en el abajo y viceversa. Se repite la filmación en entornos naturales, que son parte imprescindible del resultado final: en este caso, la cámara se sumerge bajo las aguas de la cascada del río Castro, lo que permite un juego con la imagen que, a la postre, es la clave del poder etéreo que atesoran las imágenes del filme. Dividida en nueve piezas, el cortometraje crea una atmósfera de ensoñación en la que, a pesar de sentir que se está observando el mundo real, el metraje arrastra al espectador por un manso reguero de imágenes cargadas de poesía.
En ocasiones, el viaje hacia lo irreal pasa por un salto espacio-temporal hacia el pasado, una idea con la que da comienzo Plus ultra (Helena Girón y Samuel Delgado, 2017), película en la que se recrea la época de conquista del imperio español en tierras de ultramar para reflexionar sobre la idea de territorio. Para ello se valen de una de las momias del Museo Canario, representación de los aborígenes que vivían en el archipiélago hasta la conquista del mismo por parte de España, a la que filman en película, con baja exposición de luz y con colores tétricos. La escena, granulada y repleta de suciedad en el fotograma, se acompaña de un sonido etéreo que abre una suerte de vórtice espacio-temporal que permite el salto a la época citada, en la que el absurdo de la misión de conquista se da cita con la incomprensión mutua entre ambas culturas, en un ambiente boscoso en el que el aire que agita los árboles podría ser el mismo que el de Twin Peaks (1990-2017).
Otra obra de la selección de Sinais en curto también le concede cierto espacio a la narrativa. Es el caso de M. (Manuel Moldes – Pontevedra Suite, 1983-1987) (Ángel Santos, 2017), obra con la que Ángel Santos repite rodaje en Pontevedra tras el excelente largometraje Las altas presiones (2014). El autor retoma el formato cortometraje y la no ficción a partir de una sencilla premisa: retratar al artista pontevedrés Manuel Moldes, con motivo de la retrospectiva que se organizó en el museo de la ciudad en 2017. A partir del formato documental, Santos reflexiona acerca del mundo interior del pintor, de la necesidad de un espacio físico íntimo en el que crear, que contrapone con el espacio exterior. Las imágenes muestran a un artista ensimismado en su propio arte, recluido en su espacio de creación, que parece haberse convertido en la única realidad en la que se siente cómodo, a diferencia de un mundo exterior, de una realidad, en la que ya no encuentra lugar. Mediante esta contraposición, realidad e irrealidad intercambian papeles para fundirse en el tramo final, en el que Manuel Moldes saca su espacio de creación a las propias paredes exteriores del museo, que hace suyas a partir de su arte.
El último filme de la sección también permite un estimulante diálogo entre realidad e irrealidad a partir de la contraposición que se establece entre el objeto de estudio y la puesta en escena escogida para retratarlo. En Fogos (Marcos Pérez y Martin Pawley, 2017), sus autores parten de una idea en principio básica: filmar lo más cerca posible un espectáculo de fuegos artificiales, algo que de manera presencial siempre debe ser observado desde la lejanía, puesto que es una actividad de gran riesgo. Para poder captar toda la esencia del acontecimiento, los realizadores colocan la cámara en el suelo, apuntando hacia el cielo y utilizando un objetivo de tipo ojo de pez. Todos los aspectos de la puesta en escena apuntan hacia una experiencia de realidad expandida, pero el resultado final es bien distinto. Aunque espectaculares, las imágenes lucen de todo menos realistas, una situación en la que el uso de dicho objetivo resulta determinante para generar la sensación de irrealidad, como si se estuviera observando algo que sin duda es espectacular pero que dista de formar parte del mundo tal y como lo conocemos. En última instancia, el mecanismo formal se delata a sí mismo y rompe la ilusión de cercanía; en el fondo sabemos que estamos más lejos que nunca de los fuegos artificiales.
Estas han sido las cinco obras que han conformado la sección Sinais en curto de la edición de 2018 de (S8) Mostra de Cinema Periférico. Un conjunto de filmes que, cada uno a su manera y haciendo uso de diferentes aproximaciones formales, divagan en torno a la idea de irrealidad. Una nueva hornada de talento que demuestra un año más que lo cinematográfico late con fuerza en Galicia.