Sinais en curto 2019

El pasado presente Por Yago Paris

Una de las modificaciones más notorias que introdujo el cine modernista europeo en la producción cinematográfica fue la idea de la desconfianza hacia el relato como verdad clara y absoluta, hacia la realidad como representación firme e inamovible. Dentro de esta corriente artística, en este aspecto destacó con especial lucidez un director francés, que se apoyó en el inestimable trabajo de dos guionistas. Alain Resnais pasó a la historia del cine por su capacidad para convertir en imágenes toda una serie de ideas que venían bullendo en la nouveau roman, una corriente literaria donde destacaron Margarite Duras y Alain Robe-Grillet, la primera, autora del libreto de Hiroshima, mon amour (1959), y el segundo, responsable del texto de El año pasado en Marienbad (L’Annèe dernière à Marienbad, 1961). Ambos filmes representan una de las tendencias más destacables del grupo de cineastas que se desarrolló en paralelo a la nouvelle vague, el conocido como Groupe Rive Gauche, o Left Bank Group: la narración como persuasión, no como búsqueda de la verdad, de la descripción de la realidad, una situación que deriva en un retrato de la existencia donde se confunde imaginación con hechos reales, donde se mezcla el pasado con el presente y el futuro, en un continuo presente, que es la auténtica, última y desconcertante realidad que conocemos. Esta tendencia concede el mismo peso al pasado que al presente, puesto que el pasado no existe como tal. Como continua reconstrucción que el ser humano elabora cada vez que acude a él, este existe exclusivamente en el presente, cada vez diferente, y con idéntica entidad y validez que el propio presente. Pasado y presente coexisten en una realidad difusa donde no es tan importante lo que sucede, sino lo que nos sugiere, lo que nos provoca en nuestro interior.

 Sinais en curto

Todas estas ideas pueden recuperarse, como ese pasado que se hace presente cuando se piensa, a la hora de aproximarse a la sección Sinais en curto de la X Edición de (S8) Mostra de Cinema Periférico da Coruña. Se trata de un conjunto de obras de diferentes artistas donde temáticas como el tiempo y su paso, así como la interconexión entre pasado y presente, aparecen de diferentes maneras, estableciendo un diálogo que parece querer debilitar toda idea de rigidez establecida sobre el concepto de realidad. En Ilha (Alexandre Cancelo, 2019) se apuesta por un juego con la sincronicidad y desincronicidad entre audio e imagen. La narración transcurre en una isla, donde diferentes personas interactúan con el lugar y sus sonidos, o donde los crean para llenar y reformular el significado de los espacios. Unas mujeres recitan textos que no han sido creados por ellas. Tampoco les pertenece la voz que escuchamos. Como si se tratase de una especie de vehículo transmisor, los cuerpos de estas personas permiten la recuperación del pasado, que se manifiesta a través de sonidos. Lo mismo ocurre con el aparato de captación de sonido, que, al grabar lo que suena, fija en formato físico el sonido del pasado, lo que permite una constante reproducción en el presente. El propio formato de la grabación provoca una considerable modificación entre el sonido que se produjo y lo que posteriormente suena, a lo que se suma el hecho de que, con cada nueva reproducción, este se irá erosionando, y necesariamente el sonido se irá modificando. El pasado se hace presente, pero como una construcción que se modifica con cada nueva recuperación.

Más desincronía aparece en A auga branca (Margarida Ledo, 2019), esta vez a través de la combinación de fotos fijas a las que se les añade un sonido continuo. El pasado de la fotografía se combina con el sonido presente del momento de la grabación, en un diálogo entre ambas líneas temporales, que coinciden y se entremezclan irremediablemente. Esta idea se repite constantemente en la obra, como en los momentos donde personajes del presente explican aspectos del pasado del pueblo donde tiene lugar la grabación. En este punto se combinan imágenes del pasado con audios del presente que hablan sobre ese mismo pasado. Dos aproximaciones a una realidad pasada que tienen lugar desde el presente. Todo, en suma, está ocurriendo en el presente. El pasado es tan presente como el propio presente, la imagen pretérita dialoga con la imagen del mismo lugar filmada en el presente, dando la impresión de que el pueblo vive suspendido en un limbo donde la idea de la temporalidad se pierde. La intención parece ser la de rescatar el pasado que vibra bajo la superficie de realidad presente, como esa agua de la fuente del final del cortometraje, como esa auga branca que da título a la obra. En un momento alguien expresa que «a terra está habitada pola auga». En la tierra, en el lugar, habita el pasado, siempre presente, presto a ser recuperado.

 Sinais en curto 2

Se establece un intenso ejercicio con los recuerdos en Cómo desaparecer (Carlos Martínez-Peñalver, 2019). La cinta utiliza la suciedad de la película física para proponer una metáfora sobre el deterioro de los recuerdos, las modificaciones que se producen en la mente cada vez que las memorias tratan de recuperarse, con especial atención al deterioro inevitable que el paso del tiempo ejerce sobre estos. Algo que no impide que los recuerdos retornen e invadan el presente. Revivirlos, repensarlos, modifica el presente, y lo hace desde la memoria. Presente y pasado se funden en un único instante, inseparables, indiferenciables. En esta ocasión, además, se añade el elemento de la imaginación, que se combina con la realidad presente y pasada, elevando el nivel de complejidad de la percepción que el ser humano tiene de la realidad en la que vive.

Mediante la ruptura de la redundancia entre sonido e imagen y el uso de diferentes lentes, Stockroom (Sol Mussa Juane, 2018) parece hablarnos de las diferentes realidades posibles que cohabitan en un mismo universo, las diferentes maneras de entender, experimentar y transmitir una situación dada. El contexto es el de la inmigración en el Londres post-Brexit. Subtítulos aparecen en la pantalla sin que haya audio al que hacer referencia. Al mismo tiempo, las palabras no se corresponden con aquello que se muestra en pantalla. Se produce una ruptura entre diferentes realidades, que se enfatiza en un momento dado con el uso de diferentes lentes, cada una ofreciendo una visión ligeramente diferente de lo que se está filmando. El filme, en su conjunto, explora las grietas de la realidad como discurso único, hegemónico y oficial sobre los acontecimientos vividos.

Dos obras de la sección pueden analizarse en conjunto, por su manera de relacionarse con el espacio, con el paso del tiempo y con el uso de la forma como elemento que posibilita la aparición de una realidad hasta entonces oculta. Irmandade (Helena Girón y Samuel Delgado, 2019) y Uluru (Alberte Pagán, 2019) se acercan a diferentes espacios naturales, que han sobrevivido a la influencia destructiva del hombre, para filmar el tiempo a través de sus consecuencias: la erosión del paisaje natural. El primero mediante la modificación de la velocidad narrativa, alternando cámara rápida y lenta, y el segundo mediante un intensivo uso del montaje, con la introducción de insertos en un principio y con un clímax final de corte casi alucinógeno donde la duración de cada plano queda por debajo del segundo de duración, ambos cortometrajes dialogan acerca de las diferentes aproximaciones posibles al pasado que habita en el presente, al pasado que retumba en los espacios de nuestra realidad actual. Al mismo tiempo, este uso intensivo del lenguaje formal permite una especie de manifestación de lo sobrenatural, como si se invocase a los espectros del pasado, posibles habitantes de las tierras que ahora aparecen vacías, o que las habitan en nuestro presente pero somos incapaces de verlas. El cine como catalizador de otras realidades, como llave de acceso a realidades alternativas a las que percibe el ojo humano.

Todas estas ideas culminan en 7 limbos (2019), proyección especial dentro de la sección Sinais, donde repite Alexandre Cancelo, esta vez en estrecha colaboración con el artista sonoro Berio Molina. El largometraje recoge siete fragmentos que tienen lugar en diferentes lugares, tanto naturales como urbanos, a los que diferentes grupos de personas enmascaradas acceden para crear sonidos, en un intento de recuperar el pasado de los lugares que visitan y su sonoridad, o como si tratasen de darle un nuevo significado a lo antiguo para que perviva en el presente. Un puerto industrial, una calle de una ciudad, un río o una antigua iglesia en ruinas en plena ciudad son algunos de los espacios donde, mediante la experimentación con el sonido, pasado y presente se fusionan para darle un nuevo significado a la realidad.

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