Sister

Un perturbador paraíso blanco Por Samuel Sebastian

Hay algo inquietamente lógico en la conducta del niño protagonista de Sister y es que, con su comportamiento de Robin Hood de los suburbios, es el único que ve un negocio allá donde otros no lo ven: robar a la gente rica que se divierte en la estación de esquí situada en la parte alta de la montaña para vender la mercancía a un precio muy barato en la parte de abajo.

Es tan lógico que parece increíble que nadie más lo haya visto tan claro antes que él. Es más, por la actitud que tiene y su ingenio a la hora de hacer negocios sucios, nos hace pensar que cuando sea mayor estará llamado a participar en robos de más altura como dirigir un banco, presidir una hidroeléctrica o, por supuesto, hacer carrera política, porque además es adorado por sus vecinos que ven en él una especie de triunfador dentro del aurea mediocritas que los rodea.

Sin embargo, la relación con su hermana, que es la que ocupa la columna vertebral de Sister es más bien difícil y, en realidad, se basará en la misma lógica crematística que impregna toda la película: el capitalismo te quiere por tus habilidades, nunca por lo que eres. En cualquier caso, la metáfora planteada al inicio y cimentada en los binomios arriba–abajo y ricos–pobres funciona muy bien durante toda la película, porque al fin y al cabo se nos están hablando de una historia que nos resulta ya muy familiar, la de los desheredados que tratan de entrar en el reino de los cielos y de cómo este tiene el acceso vedado a quienes no pertenecen a las clases poderosas. Al igual que La caza (Jagten, 2012) de Thomas Vinterberg nos mostraba los puntos negros del paraíso a través de la historia de un idílico pueblo en el que un hombre es acusado falsamente de pederastia, en Sister se nos habla del extrarradio de la felicidad, de la puerta trasera por la que desaparecen los sueños y las ilusiones de la vida. En ambos casos se nos muestra la basura que se oculta debajo de la alfombra de dos sociedades (la danesa y la suiza) en apariencia perfectas pero cuya perfección se basa únicamente en sus mecanismos para expulsar la miseria.

De esta manera, Ursula Meier, una directora a la que se le da mejor ilustrar sus películas que narrarlas, como ya demostró con la anterior Home (2008) evita en todo momento buscar las fáciles imágenes de postal, tan tentadoras cuando se trata de poner en escena una historia que transcurre en los Alpes suizos. Al contrario, la directora sitúa la cámara a la altura del protagonista y solo nos permite ver lo que él ve: la nieve sucia, los edificios grises y nos transmite una continua sensación de desamparo. Por mucho que el niño busque arriba el mundo que no puede disfrutar en la parte de abajo, nunca llegará a encontrarlo. Su máxima aspiración será la de llegar a ser un rey de la nada, una especie de Lope de Aguirre que, cuando todo el mundo desaparece, pensará que la montaña le pertenece. Aunque haya esperado durante meses su momento, su triunfo es melancólico y solitario, imposible de compartir con nadie. El paraíso súbitamente desaparece y será cuando los desheredados tengan derecho a acceder a él.

Sister 2
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