Sitges 2014

Filth, el sucio, Jamie Marks Is Dead, Der Samurai y Night Flight Por Manu Argüelles

No tenían otro remedio. Justamente en el tiempo de la libre elección, en la era de no comprometerse con nadie ni con nada, en la época de la liquidez, donde un día estás y al día siguiente no. Cuando ya no importan ni las despedidas ni los vínculos. Un baile de espejismos, de ilusoria sintonía de afinidades. Donde poco importa, donde nadie tiene valor. Y, ellos, sin embargo, están atrapados en un laberinto que sólo les devuelve la imagen de sí mismos, distorsionada, desfigurada, la viva estampa del terror porque están enclavados en un espacio de desesperanzada soledad. Una soledad que impregna los poros de las cuatro películas. Los personajes están solos, muy solos. Y sufren, padecen, se revuelven, dan tumbos, persiguen y no llegan a ningún sitio, sólo tratan de alcanzarse a ellos mismos, a sentirse en aquello que se les escapa, en su identidad desvencijada, en su agonía por sentir. Porque quieren recuperar el espacio de lo íntimo, necesitan del otro, pero ya es demasiado tarde. Ninguno de ellos puede luchar contra ese destino al que parecen abocados, cruel paradoja, ya que los protagonistas de las cuatro películas están atrapados en la horquilla de la mutación. Aquí es donde emerge el drama, en ese movimiento de cambiar de piel, de querer hacerlo.

Filth, Der Samurai, Jamie Marks is dead, Night Flight

Arriba: Der Samurai y Filth, el sucio (mundo adulto). Abajo: Jamie Marks Is Dead y Night Flight (adolescencia)

Filth, el sucio (Filth). Director: Jon S. Baird. Reino Unido, 2013. Oficial Fantàstic Òrbita

Podemos agruparlos en dos pares, dos espejos simétricos. Der Samurai y Filth, el sucio por un lado. En el otro extremo, Jamie Marks Is Dead y Night Flight. Pero esas correspondencias se van a complicar, ambos juegos de pares van a estar predestinados a cruzarse. Tenemos con la película alemana y británica, en la primera cara, el ámbito adulto, casualmente garantes del orden y cómo en su rol, a partir de su quiebre psicológico, éste se distrofia. Son dos policías. El de Der Samurai circula por una remota e indeterminada villa de Alemania, en un ambiente cercano a lo rural. Pero a través de la noche y del trabajo atmosférico todo está calibrado en el terreno de la fantasmagoría. Bajo esos timbres nos deslizamos por un espacio de comunidad cerrada donde parece que todos se conocen, cercano al bosque, al espacio abierto, lejos de lo humano, de lo social. En contraposición, pero mucho más cerca de lo que en apariencia parece, Filth, el sucio, deambulando en Edimburgo, un escenario urbano, no de una gran metrópolis, pero inundado en otra neurosis, la de la ciudad y la obsesión por el éxito. Aquí predomina lo saturado, el lugar de la deshumanización de la concentración humana. El fantasma da paso al estridente, al arlequín desencajado, al sátiro hedonista. Y sin embargo ambos agentes de la ley vienen caracterizados por su carácter obsesivo. Der Samurai es lánguida, es el magma de lo extraño, de la rareza. Filth, el sucio es la sátira, la acidez grotesca, la línea de lo extremo a través de la caricatura. Mientras que el actor alemán debe componer su rol a partir de lo asustadizo y de la confusión, a través de su personaje magnetizado por un siniestro y casi sobrenatural samurai travestido al cual no puede dejar de perseguir, James McAvoy tiene que equilibrar su intepretación en el ejercicio del funambulista, a riesgo de no caer en la sobreactuación cuando su personaje navega de forma tan generosa en lo excéntrico y en lo desopilante. Precisamente, para no caer en la ridiculización será necesario que el actor le dote de un fondo humano que no reduzca su personaje a mero fantoche. Su tarea se fundamenta en hacer visible un alma torturada que irá desvelándose progresivamente. Porque ambos se van a mover en el terreno de lo dual. Hablamos de una escisión casi metafórica, porque van a moverse entre fuerzas opuestas, una terna descarnada, claustrofóbica y reiterativa.

Der Samurai. Director: Till Kleinert. Alemania, 2014. Noves Visions – Ficció

El deber. O si hablamos en términos de samuráis, una aparatosa y retorcida cristalización del conflicto entre el giri y el ninjo. En Der Samurai el protagonista debe dar caza a ese extraño personaje, una especie de pérfido ángel caído de la destrucción. Pero existe una fuerza irresistible que le impide detenerlo. Trata de atraparlo, que deje de seguir matando. Su embrujo es similar al que le produce el lobo, ese animal al que trata de apresarlo con carne ensangrentada como cebo. Es el irresistible influjo por el caos. Por lo que hay algo de impotencia, de frustración por no poder evitar que cese la violencia. En realidad estamos ante un ser disociado, alguien inescrutable para sí mismo, una danza esquizoide en cuanto en ese no reconocimiento se produce la duplicación. El mismo de Filth, el sucio, que no puede evitar la crueldad, sumido en un precipicio de corrupción. Un personaje que manifiesta su tormento, empeñado en conseguir un ascenso y frente a ello, para no defraudar a su mujer, imagen que siempre aparece desligada de él, sus maneras son expeditivas, lejos de lo correcto, inundado en un mar de vicio y de degeneración. Porque hace tiempo que se alejó del buen camino. Flashes que le recuerdan aquello que se perdió, la viuda y el hijo de ese hombre que trató de salvar mientras moría en la acera, uno de los pocos gestos nobles que quedan en él se combinan con pesadillas, con tormentos que le vienen cuando practica el sexo y le recuerdan su psique mutilada, su desvío de la senda correcta.

Ambos han perdido la soberanía del yo y manifiestan a partir de la escisión el traumático andamiaje de su sexualidad. Los dos son consecuencia, el primero presumimos víctima del acoso y de la homofobia que acaba emergiendo como depredador desatado. Hay en el travestismo tanto una liberación como un reflejo de aquello que les resulta desagradable y que no pueden soportar, aquello que figuran en otro ser, pero a la vez íntimamente próximo. Y con todo ello el deber queda disuelto, porque las dos películas se centran en la vía del descontrol, en aquello que es imparable, una vez que la represión ha perdido su muro de contención. Es, por tanto, un desdoblamiento interno que se dibuja en dos figuras externas. En Der Samurai uno va detrás del otro. En Filth, el sucio emerge como aparición, como ideal.

 Filth, Der Samurai

 Filth, el sucio y Der Samurai

Jamie Marks Is Dead. Director: Carter Smith. EUA, 2014. Oficial Fantàstic Competición

Y en este dibujo con tiza puede inscribirse Jamie Marks Is Dead, pareja de baile de Night Flight en cuanto ambas se irradian en uno de los ámbitos favoritos de aquellas películas centradas en la temática homosexual, la adolescencia y las dificultades afectivas y sentimentales a la hora de forjar una pareja. Si bien las dos extraen su fuerza a partir de la sensibilidad con la que enfocan una historia romántica, Jamie Marks is Dead incorpora al fantástico un contenido que suele ser esquivo dentro del género. ¿Por qué la escasa presencia dentro del fantástico y del terror de la presencia de lo homosexual? Produce sorpresa en cuanto es un terreno fértil para construir poderosos sistemas simbólicos en torno a la construcción de la identidad. Nunca se han obviado las connotaciones sexuales, pero tradicionalmente se han construido desde la heterosexualidad. Poco a poco las cosas van cambiando y Jamie Marks is Dead es el último ejemplo.

Si echamos la vista atrás de forma muy sucinta y deteniéndonos en lo más significativo, será difícil encontrar lo gay más allá del lesbianismo vampírico con el lúdico propósito de estimular la líbido heterosexual. Al margen de todas las consideraciones cripto-homo que pueden derivarse de una novela como Otra vuelta de tuerca de Henry James, y así lo leyó un entonces Eloy de la Iglesia en su adaptación Otra vuelta de tuerca (1985), cercano a esos años recuerdo Pesadilla en Elm Street 2: La venganza de Freddy (A Nightmare on Elm Street II: Freddy’s Revenge, Jack Sholder, 1985), la secuela más extraña y la más maltratada. Lo que son las cosas, el tiempo la está situando como una película precursora, y en su momento muy a contracorriente, ya que se atreve a enunciar dentro del slasher adolescente una retorcida salida del armario. Años después, potencialmente, Donnie Darko (2001) podría ser un personaje con un conflicto de identidad sexual. Hay material en la obra de Richard Kelly, aunque pensemos más bien en Salinger. Así se explica una película mucho más valiosa de lo que parece como Animals (Marçal Forés, 2012) cuando bebe de la película de Richard Kelly.

Llegados hasta este punto, la película de Carter Smith admite una doble lectura similar a la que nos ofrece Der Samurai y es aquí donde las películas se cruzan. Porque la relación que mantiene el protagonista con un fantasma puede entenderse como una proyección imaginaria de sí mismo. El contacto con el ser sobrenatural es una vía de conocimiento, de construcción del mundo interior y también la existencia de éste implica una muerte, la misma que el adolescente homosexual debe encontrar para aceptar su sexualidad. Muerte como cambio de un orden, el educativo e interiorizado que debe ser destruido (debe morir) para forjar en su intimad una sintonía psico-afectiva con una nueva e impositiva dirección del deseo, ajena a la voluntad, al control. Y esa detección, cuando sucede, asusta, como el fantasma. Resulta obvio que la posibilidad de viajar por puerta interdimensionales en compañía del ser del más allá sea a través del armario. También lo es que la amiga de este Harry Potter espectral sea una peligrosa y demoníaca aparición muy agresiva, en clara correspondencia con el proceso tortuoso de aceptación cuando lo femenino se torna como algo psicótico, ya que la relación sexual con ella no puede culminarse, exactamente en los mismos términos en los que el protagonista tampoco nunca completa el acto sexual con su novia, siempre abortado e interrumpido.

Jamie Marks is Dead

 Jamie Marks Is Dead

Night Flight. Lee Song Hee-il. Corea del Sur, 2014. Noves Visions – Ficció

Jamie Marks is Dead llega en un momento en el que las coming of age de temática gay no son tan inusuales e incluso dado el número de películas que ya se se enfocan así quizás sea más interesante encontrar nuevas vías de expresión, algo que intenta Carter Smith aunque para ello deba camuflar su relato bajo el reclamo del buying (en teoría el Jamie Marks del título se suicida por ser una víctima del acoso). Más convencional pero también mucho más directa, podemos encontrar en Night Flight una historia de amor teen en clave gay bajo el influjo de Kim Ki-duk (Bad Guy parece ser el modelo), tanto en el diseño de los personajes, ese profundo retraimiento en el que viven, como en las relaciones de tintes casi sadomasoquistas. El vuelo nocturno del título es un bar de ambiente desarticulado, la sombra en los escombros del único bar del pueblo, donde allí se reune el protagonista con su amigo, como si fueran clandestinos, como una forma de permanecer ocultos. Utilizan el tinder pero incluso esta aplicación les indica algo que no quieren reconocer, no tienen más compañía que la de ellos mismos. Sólo queda el grito. Reclamar una presencia aunque no quiera verse, aunque trate de anularse, aunque no quiera reconocerse. Personajes, por tanto, con una gran carga dramática sobre sus hombros, introspectivos y concentrados, intensos y desbordados, atenazados por una violencia inmanente.

Night Flight retoma el mismo patrón de Get Real (Simon Shore, 1998) para configurar a la pareja, pero aquí esa imposible relación sentimental se revela desde la pérdida en cuanto ambos eran amigos de infancia que al crecer se han distanciado (Filth, el sucio también parte desde la pérdida como eje definitorio para el personaje). No admitir ese lazo secreto que los une desde la infancia, a espaldas del microcosmos en el que viven, es a la vez la misma negación por el deseo homoerótico, el que mantiene el chico «popular», el líder de la banda, el que más recuerda a Kim Ki-duk. Su dificultad por romper ese hábitat, por destruir una falsa imagen que no le pertenece es el sustento dramático y también la causa de desazón.

Night Flight se enfrenta con aquellos molinos de viento que en Jamie Marks is Dead se quedan restringidos al espacio de una habitación, el lugar sagrado del adolescente, y ambas comparten la misma desorientación, el mismo desgarro de lo subjetivo, aquello que en el mundo adulto ha acabado por desordenarse en Filth, el sucio y Der Samurai.

Night Flight

Night Flight

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