Sonidos de barrio, Truth About Men y Call Girl
Atlantida Film Fest 2013 Por Edu J.Moreno
Sonidos de barrio (O Som ao Redor aka Neighbouring Sounds). Director: Kleber Mendonça Filho. Brasil, 2012
Lejos de las favelas, de las luchas organizadas entre bandas rivales por el control de la droga, de las muertes por cuentas pendientes, lejos incluso de la vitalidad que entre tanta miseria rezuma en muchos de los barrios marginales de las principales urbes brasileñas. Lejos de todo ese universo, aunque menos de lo que inicialmente parece, sitúa Kleber Mendonça Filho la acción de Sonidos de barrio, más concretamente en un acomodado barrio de la localidad costera de Recife. Acostumbrados a asociar al más reciente cine brasileño a la violencia gracias a películas como Ciudad de Dios (Cidade de Deus, Fernando Meirelles, 2002) o Tropa de élite (José Padilha, 2007) resulta extraño para el espectador ver que sus protagonistas tengan lujosos apartamentos, compren televisores de plasma o que sus hijos asistan a clases de inglés o chino. Pero tras esa aparente burbuja de normalidad late también la violencia, si bien no de manera tan explícita como en las cintas mencionadas anteriormente, pero igualmente presente en las vidas de esta comunidad de vecinos de la clase media-alta. Su director ya avisa desde el mismo inicio, con esa cámara que persigue desde atrás a dos niños hasta el interior de un patio escolar, que su mirada va a mostrar los detalles más íntimos de algunos de los inquilinos de esta calle de Recife.
Lo hace con una naturalidad encomiable, con pausa, tomándose el tiempo necesario en definir, ya sea a través de sus acciones o de sus palabras, a estos burgueses cuyos problemas quizá sean mucho más familiares para nosotros que los de los marginales chiquillos mostrados por Meirelles en su debut como director. Así es como conocemos a una amargada ama de casa a la que le cuesta conciliar el sueño y que calma sus apetencias sexuales gracias a las vibraciones de su lavadora, o a un clan familiar, con delincuente incluido, que ocupa buena parte de las casas de dicha calle, incluida la más lujosa, propiedad del más poderoso de todos ellos, el abuelo Seu Francisco. Su apacible vida se ve ligeramente modificada con la llegada al barrio de un equipo de seguridad privada que decide ofrecer sus servicios para garantizar la seguridad de los vecinos, propuesta que aceptan tras los últimos pequeños robos cometidos en el barrio. Y poco más sucede en las más de dos horas de metraje que abarcan un periodo temporal indefinido en la vida de estos personajes, algo que quizás pueda llegar a aburrir sino fuera porque en algunos momentos se intuye que la calma que se respira es tan sólo aparente. Potentes imágenes premonitorias y en especial la forma de presentar a un nuevo miembro de seguridad llegado de forma imprevista anticipan un final que viene a demostrar que en Brasil el principal problema sigue siendo la violencia, ya sea en las favelas o en los lujosos apartamentos de Recife.
Sonidos de barrio
Truth About Men (Sandheden om mænd). Director: Nikolaj Arcel. Dinamarca, 2010.
En mi reseña anterior del Atlántida mencionaba la calidad de algunas películas danesas, especialmente dramas, que había tenido la oportunidad de ver en los últimos años, a las que había que añadir la perturbadora Brotherhood. Cinta que comparte nacionalidad y protagonista con esta propuesta radicalmente distinta que, a pesar del buen oficio y la originalidad de la puesta en escena que propone su director, no llega a alcanzar las cotas de interés y perfección de sus compañeras de procedencia. La historia se centra en las dudas que le entran a Mads, un guionista de razonable éxito que tras debutar en el cine ha virado su carrera hacia las series televisivas, cuando su pareja celebra una fiesta para anunciar que han decidido tener descendencia. Es entonces cuando todos sus problemas se acentúan, en especial ese miedo a crecer y asumir responsabilidades que algunos llaman el síndrome de Peter Pan, y que otros simplemente bautizamos como la crisis de los treinta. El camino que recorre Mars en ese redescubrimiento de sí mismo lejos de la responsabilidad de una vida en pareja está trufado de los tópicos: descubrir como ligar cuando hace años que no se hace, tener sexo con desconocidas, enamorarse a primera vista de la persona equivocada, las borracheras, el arrepentimiento…
El acierto de Truth About Men es su forma de contarlo. Basándose en el hecho de que su protagonista es guionista, es su propia voz en off la que nos introduce en sus pensamientos, como si él mismo estuviera escribiendo el libreto de una película basada en su vida. Y es que en su huida de la vida conyugal otro de sus principales objetivos es el de volver a escribir un guión brillante, como el que fue el de su debut con una cinta de animación que se convirtió en referente generacional de jóvenes que, curiosamente, ahora acaban teniendo sexo con él. Ello le sirve al director para mostrar de forma original cómo se elabora casi cualquier guión, sobreponiendo a la acción real los esquemas repletos de puntos de inflexión, curvas dramáticas o conflictos que suponen su escritura, a la vez que utiliza como ejemplo para ilustrar al espectador imágenes de las tres películas dirigidas por Mads. También se nos muestra de forma muy acertada las dificultades que conlleva gestar un guión desde cero, con esa pared llena de posits que aparece llena o vacía de la noche a la mañana. Ambos procesos, el vital y el de escritura de un nuevo guión, se entremezclan de forma más que entretenida gracias a un montaje que a veces rescata escenas del pasado o proyecta un hipotético futuro y del que podemos extraer una clara conclusión: las decisiones afrontadas o no emprendidas, las palabras pronunciadas o silenciadas pueden hacer que el story board de nuestra vida sea completamente diferente.
Truth about men
Call Girl. Director: Mikael Marcimain. Suecia, 2012
Desde Suecia llega el brillante debut como realizador de Mikael Marcimain, una película que mezcla con sabiduría una trama policial sobre un escándalo sexual en el que se vieron implicados varios políticos suecos en la década de los 70, con la peripecia de una joven rebelde que se ve atrapada en una red de prostitución de altos vuelos.
Muchos son los parecidos que guarda Call girl con el clásico dirigido por Alan J. Pakula Todos los hombres del presidente (All the President’s Men, 1976). Ambas se sitúan en los años 70 por lo que comparten una estética no sólo en lo que se refiere al vestuario o al atrezzo, sino incluso cinematográfica con un uso del zoom que ya no es tan habitual en el cine actual y con el que Marcimain muestra su intención de husmear en los secretos que se esconden detrás de las paredes de hoteles lujosos y oficinas gubernamentales.
También comparten el marco temporal de una campaña electoral, un proceso que en el caso del país nórdico vino marcado por la implicación de varios altos cargos políticos, principalmente ministros, en un espinoso asunto de prostitución y abuso sexual a menores. Al igual que en el caso del escándalo del Watergate, también jugaron en este asunto una capital importancia las cintas que se consiguieron grabar al pinchar el teléfono del cerebro de este complejo organigrama, la proxeneta Dagmar Glans, papel al que dota de una extraña combinación de dulzura, determinación y amenaza la gran actriz sueca Pernilla August. Aunque son las notas diferenciales con la película de Pakula las que hacen incluso más interesante la cinta sueca. Por un lado, en el caso de Call Girl la investigación para descubrir todo el entramado de corrupción sexual parte desde dentro del propio cuerpo de policía, encargándose tal cometido a un agente de anticorrupción que a medida que avance en sus averiguaciones verá como sus propios superiores no quieren que se sepa toda la verdad. También incrementa el interés del espectador el hecho de narrar al mismo tiempo que la investigación el camino que recorre la joven Iris, de apenas catorce años, en su entrada en el mundo de la prostitución de lujo, algo que permite involucrarse mucho más en una historia que, en su vertiente policiaca, puede resultar en algunos momentos algo confusa. Destacar que Marcimain rueda ambos ámbitos con un gusto excelente, sabiendo incrementar la tensión en el momento oportuno (brillantes son las tomas aéreas que ilustran los “accidentes” a modo de aviso que sufre el principal investigador) y mostrando al mismo tiempo el glamour y la sordidez que conviven en un mundo como la prostitución de alto standing. Todo ello sucede, irónicamente, en medio de una campaña cuyo uno de los puntos principales era la lucha por la igualdad de la mujer. Una buena muestra de que los escándalos políticos no entienden de época ni de latitudes.
Call Girl