SSIFF 66 2018

Expectativas Por Paula López Montero - Manu Argüelles

Paula

Es la primera vez que voy a un festival de cine ¡Qué emoción! Y encima voy a San Sebastián. Ay Donosti, La Concha, el Monte Igueldo, El Kursaal, El Victoria Eugenia, Los Trueba, El Antiguo Berri, La Tabakalera… Por allí han pasado los grandes, y yo me encontraré con otro: Manu. No nos conocemos en persona, y no sé si ya eso para muchos no significa demasiado, pero para mi sí, le admiro, ejerce la resistencia y desde hace tiempo he volcado toda mi atención a las personas que, como él, tratan de seguir tirando del carro con un único pretexto y cueste lo que cueste: la pasión. Quizá tenga la oportunidad de conocer también a algún otro crítico y escritor que admiro como Diego Salgado o Emilio Luna. Apenas faltan unos días para la inauguración y esto ya ha empezado. Cuento todo esto porque aún estoy en Madrid, llueve como en San Sebastián pero es Madrid. Hoy, de hecho, he visto en el telediario que la gente se está bañando en La Concha con el agua a veintidós grados. No me dan envidia, yo ya estoy en San Sebastián, o como si lo estuviera. Además ya he visto algunas películas de la edición, El ángel, de Luis Ortega y Un asunto de familia (Manbiki kazoku,2018) de Hirokazu Koreeda. Me ha contado Manu que San Sebastián es un non stop, veremos a razón de cuatro o cinco películas al día, escribiremos sin quitar ojo del ordenador, con el block de notas escrito en los márgenes, comiendo bien pero durmiendo poco. Él, que es así de generoso, me ha escrito una guía en treinta minutos –que debería publicar- para conocer los entresijos del festival: las salas, los tickets, los pases de prensa, las horas punta, las claves, etc., e incluso una pequeña comparación del SSIFF con otros festivales. Total, una carrera, y por ello -si podía- me ha recomendado ver alguna película antes para descargar trabajo. Ya siento la excitación del festival y aún no he llegado. Además tengo la intuición de que esas carreras, esa euforia -Ryan Gosling por allí, Juliette Binoche por allá, ¡oh mira Alexander Payne! ¿Ese no es Hirokazu Koreeda?-, ese medir el transcurso del día por las películas, las charlas en los pasillos o en la sala de prensa, los comentarios sagaces de las señoras en la fila; todo ello marca la magia del festival, y creo que también lo hará con las críticas. Espero poder seguir el ritmo.

Tengo mucha ilusión y he tratado de rebajar mis expectativas para que no pase como con las nocheviejas, tanta espera al final te da una bofetada de realidad y se acaba convirtiendo en un largo y tedioso acontecimiento. Pero no puedo evitar contaros, con la programación ya encima de la mesa, la mirada con la que voy al festival y sobre todo mis intereses para que luego en el transcurso de las críticas vaya surgiendo la magia del contacto y choque de realidades. Y en esto voy a ser sincera, aunque el programa de este año es titánico y la calidad parece generalizada a mi me interesan –a priori- solo un puñado de películas y luego dejo el factor sorpresa para sumarle puntos al festival. De la Sección Oficial aguardo con ansia las narraciones españolas como El reino de Rodrigo Sorogoyen, Quién te cantará de Carlos Vermut, Entre dos aguas de Isaki Lacuesta o Yuli de Icíar Bollaín (me parecen la apuesta fuerte para renovar la materia prima del cine español –junto con otras directoras que desgraciadamente este año no aparecen- que se había quedado un tanto estancado en temas y recursos); Vision de Naomi Kawase (tengo mucha curiosidad por el tándem de Binoche con Masatoshi Nagase bajo las órdenes de Naomi Kawase, pero sobre todo por su guión que a veces nos ofrece un espectáculo de sobriedad e inteligencia como hiciera en Moe no suzaku (1998), en El bosque de luto (Mogari no mori, 2007) o en Una pastelería en Tokio (An, 2015) con pequeñas sombras intercaladas; o por la película de Claire Denis, High Life, después de Un sol interior (Un beau soleil intérieur, 2017) una gran sorpresa en una filmografía que pasa muy desapercibida. Y dejo un amplio hueco para la sorpresa con Angelo de Markus Schleinzer (la otredad de un sirviente africano en una corte europea del siglo XVIII me parece un cebo interesante), Blind spot de Tuva Novotny (los conflictos mentales sobre todo abordados desde una perspectiva escandinava me parece atractivo), Illang: the Wolf Brigade de Kim Jee-woon (una mirada al futuro, 2029, -¿distópico?- ¿a quién no le apetece entre tanto filme sobre el pasado?) y L’ homme fidèle de Louis Garrel que tras una brillante carrera y un padre hegemónico dentro del cine francés, que espero no le haga sombra sino que demuestre la misma calidad con la que nos ofrece su trabajo delante de la cámara, nos presenta su segundo largometraje.

De la sección de Nuevos Directores me reservo con ojo avizor Core of the world de Natalia Meshchaninova (conflicto rural en terreno conflictivo como es Rusia para tratar de ahondar en las cinematografías del este), The Third Wife de Ash Mayfair (Siglo XIX, Vietnam, la lucha de superación de una mujer) y Viaje al cuarto de una madre de Celia Rico (que ahonda en los vínculo maternofiliales, y sus apegos feroces). Así como de Horizontes Latinos me guardo Las herederas de Marcelo Martinessi (una narración que aborda los conflictos de una pareja de lesbianas en la sociedad de Paraguay) y Sueño Florianópolis de Ana Katz (aborda la descomposición familiar a propósito de un viaje) y de Zabaltegi-Tabakalera al gran Godard con Le Livre d’image [quizá mi mayor expectativa tras Adiós al lenguaje (Adieu au langage, 2014) que puede llegar a consagrar al director como el gran pensador y experimentador de la imagen), An Elephant Sitting Still (Da xiang xi di er zuo)  de Hu Bo (colosal filme de cuatro horas de duración que ha cosechado buenas críticas para quienes consiguieron soportar su duración), El largo viaje del día hacia la noche  (Di qiu zui hou de ye wan) de Bi Gan (cualquier película de búsqueda ya me llama la atención por estar abierta a lo desconocido, y más explorar este territorio desde una mirada china) o Bergman, su gran año (Bergman – ett år, ett liv), de Jane Magnusson (que intentará sellar el estudio del director en el primer centenario de su nacimiento).

Y para acabar, con Perlak, dentro de las esperadas y premiadas como son Roma de Alfonso Cuarón, Cold War de Pawel Pawlikowski, First Man de Damien Chazelle o Blackkklasman de Spike Lee –a las cuales no les resto importancia y de las que no hace falta que las introduzca-, me interesan enormemente 3 faces de Jafar Panahi (película iraní que aborda la identidad femenina), Cafarnaúm (Capharnaüm, 2018) de Nadine Labaki [otro juicio en Líbano, para ahondar en el texto que subyace tanto en esta como en El insulto (L’insulte, Zid Douieri, 2017)], Girl de Lucas Dhont (conflicto de un coming of age de una bailarina trans), Leto de Kirill Serebrennikov (Rusia, la escena rock de principios de los 80) y Petra de Jaime Rosales (búsqueda de la verdad y secretos familiares como viene siendo tema común en la descomposición de la familia tradicional en un país donde la familia históricamente ha sido una de las mayores estructuras y además con Barbara Lennie al frente). Pero ¿cuáles serán las grandes sorpresas? I can’t wait.

Long Day's Journey Into Night SSIFF

El largo viaje del día hacia la noche

Manu

¿Quién es ese Manu del que habla Paula? A ver si lo conozco cuando llegue a Donosti. Paula es indomable. Dejarle publicar estas palabras son un ejercicio indirecto de narcisismo pero es imposible. Me rindo. Esta será la séptima vez consecutiva que acuda al festival y lógicamente las energías de ambos son totalmente diferentes. Sinceramente, las películas son lo de menos. Siempre, siempre es con quien las vives. Y no es por devolverle el cumplido -imposible ante la hipérbole de Paula– pero creo que este año no me ha pasado nada tan emocionante como lo que será conocerla en persona. Así que me da un poco igual cómo resulten los filmes porque estoy seguro que me acordaré en el futuro de tal sesión cuando estaba con tal persona. Como guardo el recuerdo de tanta gente fabulosa en ediciones anteriores y pocas cosas me alegran tanto como volver a ver amigos y amigas por los que siento un afecto profundo y una admiración infinita.

De naturaleza escéptica, ante una edición como la anterior que considero que fue notable, tiendo a pensar que la de este año no llegará a igualarla. Sí, este año tengo las expectativas en baja intensidad. Y casi que mejor. No atisbo ninguna película-arrebato, como yo las denomino en mis monólogos interiores, una Call Me by your Name (Luca Guadagnino, 2017), una Mommy (Xavier Dolan, 2014), una Tú y yo (Io e te, Bernardo Bertolucci, 2012) o una Drive (Nicolas Winding Refn, 2011), esas películas que me obligan a escribir en primera persona y que vi en ediciones anteriores. Y no me quiero poner muy esotérico pero si me reviso existe una evidencia. De mis textos favoritos que escribo durante el año en curso, gran parte de ellos nacen aquí. Así que no sé qué tipo de vibraciones me recorren cuando estoy inmerso en el SSIFF pero ellas me ayudan no a ser mejor escritor pero sí a reconciliarme con lo que torpemente expreso. Esa gran contienda que tenemos siempre abierta -la escritura y mi persona- aquí alcanza un momento de tregua, de paz diría yo. Y no soy nada zen, siempre en permanente turbulencia. Aunque para ello acabe al límite de mis fuerzas, que cada vez son menos. Un festival, en su dinámica abulímica, es el peor lugar para escribir -y eso que el SSIFF es el más cómodo y más agradable de todos en los que he estado para tal labor- y deberíamos siempre revisar tiempo después tanto los filmes que vemos como lo que plasmamos en su día. Sí, pero después llega el SSIFF y se produce la magia. Y a ese hechizo sigo prendado, también a la ciudad a la que adoro con gran intensidad.

Cuando se confirma la programación también uno aprende a relativizar las que resultan más apetecibles. Porque luego llegan los horarios y la accesibilidad (secciones como Zabaltegi y Horizontes Latinos -siempre interesantes, mucho más que New Directors- sin pase de prensa es un gran fastidio) y te hunde cualquier ilusión. Así que a saber qué podremos ver realmente más allá de los pases de prensa que hemos podido encajar. En todo caso de la Sección Oficial destaco tres por encima del resto: High Life, Illang: the Wolf Brigade e In Fabric (Peter Strickland). Que Claire Denis atesora una de las cinematografías más relevantes de Europa no es ningún secreto para nadie. Tampoco que sus anteriores acercamientos al cine de género han sido brillantes, lúcidos y renovadores, ahí está su obra magna Trouble Every Day (2001) -el cine de terror- o Los canallas (Les Salauds, 2013) – el neo-noir. Su primera incursión en la ciencia ficción nos augura la misma solvencia antes demostrada. No sé si llegaremos a la excelencia de la película protagonizada por Vincent Gallo y Béatrice Dalle, pero estoy seguro que seguirá siendo estimulante como es costumbre en ella, haga lo que haga (en efecto, no he leído previamente absolutamente nada sobre el filme, aunque ya se vio en Toronto). Kim Jee-woon fue una de las grandes figuras de la época dorada del cine surcoreano y siento especial debilidad por su ejercicio a lo Melville/polar de A Bittersweet Life (Dalkomhan insaeng, 2005), por no hablar de esa bestia parda que es Encontré al diablo (Angmareul boatda, 2010), su mejor filme hasta la fecha y que pudo verse aquí en el SSIFF. Pero ni mucho menos hablamos de un director -este sí, totalmente afincado en el cine de género para nuestra fortuna- que rescatamos de sus cenizas, porque El imperio de las sombras (Mil-jeong, 2016), su anterior filme, ya era muy notable. Así que esperamos revalidar nuestro interés. Y además doblamos nuestra apuesta en la ciencia ficción. Qué más se puede pedir. Pues veremos qué pasa con Strickland, un director con el que he ido de menos a más: The Duke of Burgundy  (2014) creo que, hasta la fecha, es la mejor acabada de todas. Cumple el mismo lugar en la Sección Oficial que en su día ocupó Ben Wheatley con High-Rise (2015), director británico con una filmografía emergente con cierto nombre dentro del cine de género. Esperemos que los grandes almacenes en In Fabric se aguanten mejor que el rascacielos de Ballard.

In Fabric 66SSIFF

In Fabric

De New Directors, lo siento, paso de largo. 6 años dan para haber salido muy escaldado de esa sección. Algo veré para cubrir algún hueco pero nada me llama la atención. Mapa (2012), de León Siminiani me parece una película maravillosa, y de mis favoritas si hablamos de películas españolas de esta década, así que ojalá pueda ver Apuntes para una película de atracos, su esperado segundo filme. Y me produce curiosidad Boku wa iesu-sama ga kirai, con ese niño japonés al que se le aparece un pequeño Jesús, pero como me ha resultado imposible cuadrarla me quedaré con las ganas.

Perlak es la sección más golosa -pensada especialmente para el público- pero todas tarde o temprano tendrán su estreno y se podrán ver fácilmente, así que es la sección menos relevante de todas. Pero a nadie le amarga un dulce, así que de aquí me interesa especialmente Asako I & II (Netemo sametemo, 2018), que es la perla que más difícil lo tiene para encontrar sus futuras pantallas de exhibición y dado mi interés por el cine nipón es una parada obligatoria, en cuanto uno también va a un festival para encontrar nuevos nombres en los que fijarse, descubrir y ampliar sus propios horizontes. Y en otro timbre, Petra de Jaime Rosales para seguir confiando un poco más en las posibilidades del cine español, porque acaso ¿no es Hermosa juventud una de las mejores películas de la última hornada? También no me quedo inmune, claro, a Roma, para verificar si todo el ruido previo que ha generado está justificado. Confío en Cuarón aunque Gravity (2013) me pareciese insatisfactoria. Mejor que esté alejada de aquella, tal como así parece.

De Horizontes Latinos y Zabaltegi sería fantástico que pueda acceder a las que tengo verdadero interés. Después de Te prometo anarquía (2015) voy directamente de cabeza a Cómprame un revólver, la última película de Julio Hernández Cordón. Sí, quiero. Y por supuesto, Marilyn. Tantos años de estudio de este tipo de películas, ante una nueva propuesta de cine LGTBI, siempre es una parada obligatoria. Siempre. Y me da a mí el pálpito que en este 66 SSIFF las películas realmente importantes se van a concentrar en Zabaltegi. Después de leer el excelente estudio que le dedicó mi gran y admirado compañero Damián BenderAn Elephant Sitting Still mi reacción inmediata fue: necesito verla. Y ya. La que más ganas tengo de todas. Que se proyecte El largo viaje del día hacia la noche me hace recordar la agradable y fantástica experiencia que fue el filme debut de Bi Gan, Kaili Blues. Amigos que la vieron en Cannes me han generado hype. Me fío.

A principios de octubre, revisaremos qué nos ha dado el 66 SSIFF y todo esto que escribimos ahora, veremos qué validez tendrá, qué expectativas se confirmarán y qué sorpresas nos llevaremos (porque las habrán, seguro). Pienso ahora que este texto quizás sea poco ortodoxo como entrada de la cobertura. Si quieren buscar responsabilidades me desollan a mí por twitter, Paula ha escrito según la consigna que le he facilitado tanto para el tono como para el formato del texto. Pero a ella no se le dice nada. Porque por Paula, m-a-t-o.

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