Stefan Zweig: Adiós a Europa

En busca del paraíso perdido Por Paula López Montero

“Aquellos que anuncian que luchan a favor de Dios son siempre los hombres menos pacíficos de la tierra. Como creen recibir mensajes celestiales tienen sordos los oídos para toda palabra de humanidad” Stefan Zweig

Después de haber leído parte de la obra de Stefan Zweig accedí a la película que en 2017 –75 años después de su muerte- nos presenta Maria Schrader. Anclada en el exilio del que era en su momento el segundo escritor alemán más leído en todo el mundo después de Thomas Mann, la directora decide elegir como narración del largometraje la estancia en los últimos años del exilio que hizo entre Brasil, Argentina y Nueva York, Stefan Zweig.

En las primeras imágenes del biopic accedemos a un contenido muy florido y exótico que de primera mano choca con las presuposiciones que se había hecho el espectador. Lo más común es pensar que acceder a un documento testimonial de un escritor de la Alemania de la Segunda Guerra Mundial el panorama se presente tenue, gris, y desolado. Todo lo contrario, las imágenes tienen una viveza, un colorido –claro está, propio de Brasil y Latinoamérica- que sirve también de contrapunto a la propia historia y conciencia del escritor. Y es en todo el transcurso del film lo que la directora quiere recalcar: ese adiós a la vieja y autodestructiva Europa. De hecho, con esos planos en los que Schrader irradia una destreza estética, se pone el contrapunto al único plano más claustrofóbico –en donde Zweig también empieza a tomar conciencia del desastre de la Guerra- que narra su estancia en Nueva York.

Stefan Zweig

Pero antes de nada pongamos el punto de mira en el discurso: la narración que nos propone Schrader, como decía, comienza con el exilio en Brasil del escritor, donde desde luego no se aprecia ningún ápice de angustia, y que a lo largo que avanza el largometraje el guión y el personaje nos irán desvelando sus preocupaciones y giros internos. Visitas a las embajadas, ruedas de prensa, entregas de premios en donde todo el mundo al otro lado del charco le pregunta al escritor sobre su posicionamiento respecto a la Alemania Nazi. Su respuesta siempre evadirá cualquier tinte político porque, según muestra la inconmensurable interpretación que hace Josef Hader de Stefan Zweig, posicionarse políticamente respecto a la guerra sería rebajar su nivel intelectual. Para Zweig en ese momento es la Intelectualidad la que no entiende de otros, de diferencias, de ideologías y ni de extremismos, es precisamente el conocimiento lo que nos hace cercano a estas realidades. También de ahí que Zweig recalque en sus viajes la diversidad cultural y étnica de Brasil y su convivencia pacífica. De hecho Zweig tendrá una frase que es enfatizada en este discurso “No hablaré mal de ningún país” y en todo caso dice “Europa es un continente rico en pasado, Brasil un país rico en futuro”.

En esta primera parte del film, la prensa aparece como la gran sombra de Zweig, también aludiendo a la necesidad –también quizá excesiva y exagerada- de dar un titular y con ello un posicionamiento respecto a la guerra.

Pero poco a poco, a pesar de sus discursos evasores de cualquier ápice político a Zweig se le empieza a mostrar cada vez más agotado moralmente tras no poder vivir en su patria, Viena, y parecer de cara al público a la vez insensible a la Barbarie. El giro, como comentaba, está puesto en su viaje a Nueva York, donde su ex-mujer le abre los ojos tras sus viajes exóticos a Brasil y Argentina, y le dice que muchos de sus amigos, escritores judíos, están siendo asesinados o llevados a campos de concentración. Zweig ante esto, aunque guardando la apariencia de impasibilidad, y pareciendo a veces un tanto egoísta, hace todo lo posible por mover hilos gracias a su posición y conseguir visados para estos judíos al borde del exterminio en Europa. Tras ello decide dar un último viaje a Brasil, en donde se suicidará con su mujer Lotte tomando cianuro.

Stefan Zweig

Después de haber resumido una historia, real, y que a menudo se piensa desde sólo un lado (el del este del Atlántico), lo que hace que, para mi gusto, Stefan Zweig: Adiós a Europa sea una de las grandes obras de este 2017, es no sólo su necesaria reflexión que acarrea, y no sólo por ser un acercamiento realmente revelador al que fuera uno de los intelectuales ejemplares del siglo XX, sino por su forma de narrarlo (con una realidad sin necesidad de excesivas emociones, a menudo plana, y sin embargo totalmente cercana) y su estética y fotografía.

A pesar del equilibrio constante que hay en todos los planos y donde Schrader en muchos momentos consigue que enfaticemos y también nos demos cuenta de la preciosidad de sus encuadres; creo que uno destaca respecto al resto: en los últimos minutos del film hay una escena con un puerta abierta en la que se oye un discurso al que no se le presta mucha atención de fondo, y donde la criada de Zweig poco a poco empieza a hacerse notar por su llanto, es entonces cuando el espectador se da cuenta de que algo, desde luego, ha pasado. En ningún momento te esperas que tras ese encuadre vayan a estar los cuerpos de Zweig y Lotte tumbados en la cama ya sin vida. La forma de acceder a ellos visualmente me parece que se propone como uno de los planos mejor ejecutados de la historia del cine: con el mismo encuadre que estaba exponiendo, empiezan a entrar por la puerta, dando la espalda a la cámara uno de los amigos del matrimonio, y ligeramente con el roce una puerta del armario con un espejo se abre ligeramente dejando ver a los dos cuerpos (a su vez) evadiendo la cámara que filma la escena que por lógica se debería de ver reflejada en el espejo. Además de ser una maravilla estética y técnica creo que además contiene una clave reveladora de la intención de toda la narración acerca de Stefan Zweig, no accedemos a la muerte a través de la cámara directa, sino a través de un espejo, como lo hizo él respecto a la Barbarie, y como lo hacemos nosotros respecto a la misma. Cualquier documento visual de esta época, se presuponga como ficción o como realidad, no deja de ser un espejo o espejismo de lo que realmente sucedió, y desde luego esa borradura de las huellas cinematográficas está en todas ellas, menos en esta, que por hacerlo explícito se recalca esa ausencia de la cámara, es decir, esa ilusión constantemente de realidad.

Por ello creo que Stefan Zweig: Adiós a Europa es uno de los largometrajes necesarios para, en tiempos de vuelta al extremismo, tomemos conciencia de la necesidad de superar esto con Sabiduría. Por otra parte me alegra tantísimo que una mujer haya rodado este excelente documento de ficción, y sin embargo me siento mal por tener que seguir apuntando este detalle. En cualquier caso ¿Adiós Europa?

Share this:
Share this page via Email Share this page via Stumble Upon Share this page via Digg this Share this page via Facebook Share this page via Twitter

Comenta este artículo

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

You may use these HTML tags and attributes: <a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <s> <strike> <strong>