Steve Jobs

Defectos de fabricación Por Fernando Solla

"Innovation distinguishes between a leader and a follower."Steve Jobs

Si hay un patrón común que define el universo cinematográfico de Danny Boyle ese es, sin duda, el uso de la hipérbole como recurso para provocar el mayor impacto posible en el espectador. Esta rúbrica permite reconocer un estilo narrativo que, en ocasiones, estimula el intelecto del público pero que también ha estigmatizado el desarrollo de las historias que encierran algunos de sus títulos, reduciéndolos a estruendosos experimentos que ponen a prueba la paciencia ocular de los asistentes.

Con Steve Jobs, el británico parece parafrasear al protagonista de este singular biopic: “Los músicos tocan sus instrumentos. Yo dirijo la orquesta”.

La labor del realizador se asimila a la de un arquitecto que afina su ingeniería hasta equipararla a una forma de arte. Partiendo del preciso guión de Aaron Sorkin, Boyle ha jugado en su último largometraje a practicar un ejercicio donde la metonimia adquiere un peso importante. Esta figura se apropia de todo su significado en la relación auxiliar que se establece entre la banda sonora y la fotografía como máximos exponentes estéticos y expresivos para desarrollar tanto la acción como al personaje interpretado por Michael Fassbender.

De este modo, el filme se estructura en tres partes explícitamente acotadas mediante episodios o actos. Todas situadas entre bambalinas (y a tiempo real) durante el lanzamiento de tres de los productos estrella de Apple. Empezando en 1984 con la presentación del Macintosh para saltar hasta 1988 (época en la que Jobs se desvinculó la marca) y el debut del NeXTcube y, finalmente, el triunfo que supuso la proyección del iMac dentro del mercado del diseño y las soluciones informáticas en 1998. En las tres ocasiones los mismos personajes acompañarán al protagonista, tomando especial relevancia Joanna Hoffman (Kate Winslet), mano derecha de Jobs, y directora de sus campañas de marketing durante todo el periodo.
El mayor acierto del guión de Sorkin es, sin duda, la creación de un personaje con entidad propia independiente al real, que da título a la película. Algo parecido a lo que construyó a partir de la figura de Mark Zuckerberg en La red social (The Social Network, David Fincher, 2010). Las similitudes entre ambos largometrajes terminan aquí, puesto que en el caso que nos ocupa la calidez con la que se retrata a Jobs adquiere una relevante relación de causa y efecto con la interpretación de Fassbender. Esta coalición guionista-intérprete nos llevará a los espectadores a un estado de éxtasis en el que no seremos capaces de discernir si es el libreto el que propicia la extraordinaria interpretación del actor o es él el que enaltece sus páginas.

Steve Jobs

Esta aproximación al contexto estético y temporal no sería posible sin la reflexión entre continente y contenido presente al mismo nivel significativo que el dueto Sorkin-Fassbender. Hablábamos de banda sonora y fotografía. Tanto la partitura de Daniel Pemberton como el tratamiento de la imagen de Alwin Küchler, determinan el éxito de la propuesta, desarrollando una opción para cada época: de la extraña composición de pitidos digitales y 16 mm inicial a un matiz de sonido electrónico y formato digital final, pasando por un puente donde la orquesta sinfónica acompaña a los planos y secuencias rodados en 35 mm. La filigrana resulta un verdadero ejercicio pirotécnico que (esta vez sí) enfatiza el calado tanto emocional como racional del material rodado.

El guión de Sorkin parece ser verdadero director de actores de la película, obligándoles a defender unos diálogos (cercanos al speech más frenético y veloz) a una velocidad e intensidad, y con una naturalidad, que sólo los grandes puedes asumir. En el caso de Fassbender y Winslet ambos ofrecen dos de las interpretaciones más ajustadas de su carrera, demostrando mucha generosidad en su trabajo, que requiere de toda la experiencia y el conocimiento adquiridos durante su dilatada carrera.

Por si todo lo expuesto fuera poco, el largometraje enciende un perspicaz aunque certero debate interdisciplinar sobre la diferencia entre manipular y persuadir donde periodismo, publicidad y marketing intervienen como ponentes destacados. Además de retratar la relación de Steve Jobs con su hija, así como sus frustraciones por ser hijo adoptado y sentirse abandonado antes que encontrado. La rivalidad con Steve Wozniak (Seth Rogen) y John Sculley (Jeff Daniels) también formarán parte de esta controversia cuya conclusión será que en la compleja sociedad en la que nos movemos el acceso a la información puede generar una relación de dependencia o de enriquecimiento. El problema no es poseerla sino el uso que se hace de ella.

Steve Jobs

El paraíso o fábrica de sueños de Silicon Valley; la educación de la prensa; la distorsión a la que Jobs sometía a la realidad que le envolvía; la necesidad o no de un patrón masculino estable como símbolo paterno; la urgencia de superar la naturaleza absurda de la gente como masa; el desarrollo del diseño en la informática basado en los patrones de conducta del comportamiento humano; la necesidad de identificar quién es quién (o qué) en nuestra vida como profesionales de un ámbito laboral a diferencia de su significación en nuestra vida personal o privada… Steve Jobs dentro de un sistema cerrado pero finalmente transparente (como el diseño de su iMac) para finalmente reconocer que, como sus productos, el padre (no el diseñador) tenía defectos de fabricación. Realmente, la película puede analizarse desde múltiples puntos de vista.

Finalmente, hay un aliciente añadido a todo lo que ya hemos expuesto en párrafos anteriores para disfrutar del último trabajo del Danny Boyle. Una vez ya se ha reconocido que, (en la ficción cinematográfica), los inventos son mejores que la persona (o personaje) de Jobs, el realizador parece reírse de los problemas surgidos durante el desarrollo del proyecto hasta que éste llegó a sus manos. Parafraseando de nuevo al protagonista cuando un periodista le pregunta por el uso de la imagen de Alan Turing (en cuyo lecho de muerte se encontró una manzana mordida tras su suicidio), como posible origen del logo de la marca, Boyle parece respondernos lo siguiente: “¿No sería genial si esta fuera la historia que hay detrás de todo?”.

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