Sunset Song
Pobres paseantes que vagan por un mundo de pesar Por Fernando Solla
Freddie: Let me give you a case: Jack loves Jill, Jill loves Jack.
But Jack doesn’t love Jill in the same way. Jack never asked to be loved.
Hester: And what about Jill?
Freddie: That’s Jill hard luck! I can’t be bloody Romeo all the time!
El D’A 2016 ha programado dentro de la sección Direccions el último trabajo de Terence Davies, tras el impacto causado hace cuatro ediciones con The Deep Blue Sea (2011). Mientras esperamos la llegada de A Quiet Passion (2016), su recreación biográfica del mundo interior de Emily Dickinson, Davies nos ofrece esta adaptación de la novela homónima de Lewis Grassic Gibbon. Publicada originalmente en 1932, Sunset Song es la primera entrega de la trilogía A Scots Quair, a la que seguirían Cloud Howe (1933) y Grey Granite (1934). Considerada como una de las más importantes novelas escocesas del siglo pasado, el argumento se centra en el personaje de Chris Guthrie y nos traslada a The Mearns, en el estado ficticio de Kinraddie (noreste de Escocia). Cronológicamente abarcaremos desde el principio del siglo veinte hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial.
La adaptación cinematográfica de Davies es de una fidelidad absoluta, no sólo en contenidos sino también en el estilo, la resonancia y la repercusión del original. La genialidad del autor para crear sinergias entre el lenguaje fílmico y el literario no deja de sorprendernos, ya se trate del formato teatral o el novelístico. Manteniendo intactos los elementos que más podían impactar en el momento de la publicación de la novela, como son el realismo en el tratamiento del sexo o la manera de enfocar el proceso del embarazo y de dar a luz, así como el retrato nada afable de la vida familiar tradicional y la artificiosidad del lenguaje coloquial de los campesinos irlandeses, Davies ha conseguido un largometraje excepcional cuyo guión amplifica las resonancias épicas de la relación profunda e inquebrantable entre identidad personal y territorio.
¿Cómo trasladar la innovación formal de la novela al formato cinematográfico y a la sensibilidad del espectador actual? Trabajando principalmente a través de la imperiosa finalidad de cualquier forma de lenguaje, es decir, de la culminación del acto comunicativo. En este caso, con un doble uso de la vez en off de la protagonista femenina. Es habitual al utilizar el monólogo interior valerse de la primera o tercera persona (aunque sea para hablar de uno mismo) para recuperar la propia historia una vez ya se ha vivido. En este caso, servirá para marcar cómo la protagonista la vive en el preciso momento en que sucede. El corazón ligado a la tierra, la identificación de la patria con el paisaje y el cuerpo de la mujer… El ejercicio de Davies consiste en jugar con los referentes literarios del espectador y convertir a Chris (Agyness Deyn) en una mujer que vive su vida como si de una novela decimonónica se tratara, sublimando sus vivencias a medio camino entre el realismo y el melodrama. También oiremos canciones y coros en off. De nuevo la voz del pueblo asimilada en la tierra herida. La mujer será Irlanda, y el sol se pondrá por última vez al son de la canción folk Flowers of the Forest, delimitando el fin de un estilo de vida para siempre. La belleza de lo no perdurable: la felicidad de Chris, la identidad de Irlanda.
Técnicamente, Sunset Song es un trabajo impecable. La fotografía de Michael McDonough consigue plasmar la belleza de los paisajes pero, máxime, retratar la importancia narrativa de su contemplación en cada momento, así como el punto de vista del personaje femenino y su identificación con el entorno. El uso de filtros en el tratamiento del color tiñe (ligeramente) los planos del color predominante en el paisaje en cada situación. De este modo, las inmensas panorámicas paisajísticas se convierten alegóricamente en sentimientos, incluso momentos históricos determinados, focalizando y contextualizando la acción. Lo mismo en el terreno del sonido y la banda sonora de Gast Waltzing, que se transforma en protagonista en muchos momentos, combinando canciones populares con una partitura expresiva y predominante.
Davies arriesga y gana en el montaje de David Charap y Ruy Diaz, sobretodo en la segunda mitad del largometraje. Lejos de estructurar las transiciones entre las escenas y secuencias como si de los capítulos de la novela se tratase, la elipsis será el principal recurso en este campo. Esta decisión impulsará exponencialmente la presencia del punto de vista de Chris, ya que negándonos el desarrollo de algunas situaciones, nos situaremos mucho más cerca de cómo ella vive el declive de su madre, los deseos incestuosos de su padre o el cambio de su marido tras la vuelta de la guerra, por citar algunos ejemplos. No nos importará tanto lo que sucede sino lo que simboliza la presencia de personajes y objetos en momentos determinados. Lo mismo sucederá con la aparición progresiva y aparentemente insignificante de la maquinaria agrícola. Más presente a medida que se acerca el conflicto bélico, su significación se impondrá de nuevo en el reflejo del fin de la Irlanda tradicional.
Finalmente, las interpretaciones. Agyness Deyn resulta una Chris adecuada en todo momento al carácter novelesco de su personaje. Su omnipresencia durante la práctica totalidad del filme, ya sea físicamente o en off, consigue calar hondo en los espectadores, convirtiéndose a la vez en estandarte de la figura femenina creada por Grassic Gibbon. El éxito de Terence Davies en este terreno es absoluto, alcanzando para todos los intérpretes (principales o secundarios) un resultado excepcional. La dificultad era grande debido a lo coral del reparto y a la multitud de personajes que intervienen. Aun así, todos tendrán su desarrollo psicológico y su avance e importancia en la acción y en la vida de la protagonista. A destacar, además de Deyn, las soberbias creaciones de Peter Mullan, Kevin Guthrie (victorioso en su transformación elíptica entre la pre y la posguerra), Jack Greenlees y Daniela Nardini.
Por todo lo comentado anteriormente y por la sensibilidad y talento de Terence Davies para hacer de la exégesis particular la mejor de las adaptaciones posibles de la novela original, Sunset Song es una película que debe disfrutarse sin prisas y con tres de nuestros sentidos plenamente activos y espabilados. La vista y el oído, por supuesto. Pero, en especial, el tacto, ya que durante el visionado de este largometraje parece como si una mano invisible atravesara la pantalla y nos acariciara en lo más íntimo y profundo de nuestro ser, arrastrándonos hacia adentro de nuevo y haciéndonos vivir en primera persona todo lo sucedido. El paseo por el campo de batalla final será una experiencia estética y emotiva difícilmente olvidable.
Tras ver la película, simplemente un apunte. Creo que las referencias a Irlanda, deberían ser a Escocia. Sobre todo, y más aún, por el uniforme del ejército, los kilts, la pequeña referencia al tartan en los plaids que aparecen en la peli, y, sobre todo, porque hablan bastantes veces de Aberdeen, situada en la costa noroeste de Escocia. Por otra parte, una crítica estupenda, al igual que el resto. Saludos!