Synecdoche, New York

El mapa de la imaginación Por Samuel Sebastian

En el breve relato Del rigor en la ciencia de Jorge Luis Borges, dentro del volumen El hacedor (1960), plantea cómo en un imperio, el arte de la cartografía alcanzó tal grado de exactitud que los cartógrafos llegaron a realizar un mapa de todo el territorio que ocupaba exactamente el espacio del mismo imperio. A pesar de su perfección, el gigantesco mapa devino inútil, por lo que las generaciones siguientes

lo entregaron a las Inclemencias del Sol y de los Inviernos. En los desiertos del Oeste perduran despedazadas Ruinas del Mapa, habitadas por Animales y Por Mendigos; en todo el País no hay otra reliquia de las Disciplinas Geográficas.

El escritor argentino llamaba la atención sobre la necesidad de simplificación de las abstracciones científicas para que puedan resultar útiles a la sociedad: un mapa del mismo tamaño que un territorio puede ser una fantástica tarea de cartógrafos y geógrafos, pero no tendría utilidad alguna, ni siquiera aunque fuera realizado por Google Maps o Google Earth. Para los ingleses, que fueron los primeros en teorizar sobre los mapas, el mapa era en un principio «una simple conjetura externa» (Royce) o como afirmaba después Peirce «Si se hiciera en una escala suficiente, y al descubierto, un mapa de todo el globo, aparecería el mapa en el mismo mapa, y en esa imagen debería aparecer el mapa del  mapa, y así sucesivamente, hasta el infinito. Si el mapa cubriera todo el globo, sería solo una imagen de sí mismo». Esta imagen fascinante descrita por Peirce es, en realidad, la que buscamos todos cuando hurgamos en el mundo de la imaginación. Deseamos que el mapa de la irrealidad se extienda y se extienda sin ningún tipo de límite y que muestre una complejidad que nuestra existencia cotidiana no puede ofrecernos. Igualmente, el cine también funciona muchas veces como un mapa de la realidad y a veces este mapa desea ocupar tanto territorio como el que ocupa la realidad misma: Wang Bing, en su película Crude Oil (Crude Oil, 採油日, 2008) pretendió realizar una película de 70 horas de duración que retratara en tiempo real las duras condiciones de trabajo de los operarios extractores de petróleo en el desierto del Gobi, Mongolia interior o Chantal Akerman, que en su Jeanne Dielman (Jeanne Dielman, 23 quai du Commerce, 1080 Bruxelles, 1974), mostraba la vida de una prostituta en Bruselas sin apenas elipsis, mediante largos y estáticos planos secuencia. Ahondando en la dilatación del mapa más allá de la realidad, en su instalación 24 Hours Psycho (1993), el artista Douglas Gordon proyectaba la película Psicosis (Psycho, 1960) de Alfred Hitchcock a dos fotogramas por segundo hasta completar una duración total de 24 horas.

Synecdoche, New York

Sin duda, Charlie Kaufman ha tenido muy presente la medida del territorio (la realidad) y la del mapa (la imaginación) y ha realizado una película en la que, poco a poco, el espacio dedicado a la imaginación va devorando el de la vida cotidiana hasta apropiarse de ella de manera devastadora. Así, el protagonista de Synecdoche New York, el director teatral Caten Cotard (Philip Seymour Hoffman), descubre que por un lado su matrimonio va cada vez peor y, por otro, sus dolencias físicas van en aumento. Su vida cambiará cuando tenga la oportunidad de realizar una obra que él considerará de un gran realismo y que será su gran oportunidad para realizar una obra de éxito. Sin embargo, todo se desarrolla de manera impredecible y la obra misma comenzará a mimetizar la realidad hasta el punto que ocupará el mismo espacio, físico y metafórico, de la propia realidad.

La complejidad nace desde su propia propuesta y se expande por todo su metraje, desarrollando una deslumbrante imaginación al tiempo que una amarga reflexión sobre la creación humana. Al igual que en El ladrón de orquídeas (Adaptation, 2002) de Spike Jonze y con guion de Kaufman, los territorios de la realidad y la imaginación quedan  completamente diluidos, de forma que la lógica de la imaginación impregna también el mundo cotidiano sin que podamos afirmar con certeza en cual de los dos mundos nos encontramos. Sin embargo, El ladrón de orquídeas poseía una patética parte final, muy probablemente por imposición del estudio, que echaba al traste toda la maravillosa hora anterior; en cambio, en Synecdoche New York, Kaufman, sin duda liberado en gran parte de la presión de Hollywood, desarrolla con toda libertad el mapa que rodea al taciturno y melancólico Caten Cotard, un hombre que debe enfrentarse sus propios demonios, a sí mismo y sus muchos dobles, a las mujeres de su pasado y a las de su obra de ficción (una sutil cita woodyallenesca) mientras el tiempo pasa sin que pueda luchar contra él.

Synecdoche, New York 2

Como el mapa de Borges o la imaginación de Cotard, la película de Kaufman, Synecdoche New York, crece a cada nuevo visionado.

Las interpretaciones se complementan entre sí y, al mismo tiempo, van fluyendo con habilidad por toda la película e, igualmente, las imágenes que aparecen en ella: la casa ardiente, las arquitecturas imposibles, las puestas en abismo, las imágenes de decadencia finales,… permanecen en la mente a la espera de ser revisitadas otra vez.

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Comentarios sobre este artículo

  1. Martin Muller dice:

    Tendrías que volver a ver «El ladrón de orquídeas». El final no es una imposición hollywoodense; en verdad trabaja la falsa disyuntiva entre dos tipos de cine, expresados ellos en los gemelos: precisamente el cine con el sello de Hollywood, grandilocuente, exitoso, de grandes giros argumentales, trivial desde lo temático; y el cine que pretende dejar algo, versar simplemente sobre la vida, sobre la belleza de las flores, por caso. Una suerte de frase final sobre los órganos de un cuerpo, previa a la apertura de créditos, resuelve la tensión entre estilos, tensión que busca ser transmitida en el filme y que da por resultado esa transmudación que interpretaste como «imposición de estudio.» Vuelvo a recomendarte que la veas con particular atención, sobre todo entendiendo que después de la charla con el ‘gran’ cineasta que daba los seminarios se trastoca intencionalmente la impronta de la película para hacer convivir los estilos de cine aparentemente contrapuestos.

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