Techo y comida

Y a ti, ¿quién te rescata? Por Jose Cabello

Si en la pasada edición del Festival de Málaga, Los Fenómenos (Os fenómenos, Alfonso Zarauza, 2014) venía a ser la película heredera de la crisis económica – un tema ya casi convertido en género-, este año toma el testigo Techo y comida. La primera escena, en donde Rocío -interpretada por Natalia de Molina- se despierta de golpe en mitad de la noche con un ataque de ansiedad, funciona como preludio del infierno en el que se convertirá su vida.

Techo y comida podría entenderse como una especie de nueva tragedia griega en la que el drama va en crescendo a medida que avanza la película. Y el desastre en el que vive la protagonista recordará al chico de Boy Eating the Bird’s Food (To agori troei to fagito tou pouliou, Ektoras Lygizos, 2012) cuando no tenga nada que llevarse a la boca. Pero Techo y comida guarda más similitudes con la línea argumental de El triste olor de la carne (Cristóbal Arteaga, 2013), aunque no busque una solución fácil -como es el caso de esta última- a la compleja trama que creó por el camino sino que opte por afrontar la realidad y dar un paso en dirección hacia la parcela de lo valiente.

A pesar de destilar cierto aroma a dramón, factor que jugará en contra, Techo y comida no cae en el victimismo de representar a una mujer desvalida, lánguida o penosa. Todo lo contrario. El film utiliza esta presentación para hacerla renacer de sus cenizas y reconfigurar el rol de una madre coraje limitada en recursos económicos, y también personales (el personaje podría ser un alter ego salido de Hermosa juventud (Jaime Rosales, 2014)) pero combatiente en su lucha diaria por encontrar alimento y permanecer en su piso.

El valor intrínseco de Techo y comida reside en desempeñar una labor social, al mismo tiempo que muestra las desdichas de la madre, pues actúa como plataforma de visibilidad para todas aquellas personas que han sido, o son, víctimas de la crisis económica de este país. Y lo más importante, la película ni acusa ni condena a estas personas, sólo muestra lo que les ha tocado vivir. Personas que no sucumbieron ante una atractiva pero venenosa hipoteca. Personas que no vivieron por encima de sus posibilidades durante las vacas gordas. Personas que realmente sí han sido víctimas del sistema.

Juan Miguel del Castillo -su director- fabrica una película con un alto grado de compromiso político en donde refleja el pan y circo continuo de este país. Se atreve incluso, en su debut, a introducir en la trama temas casi sagrados en España como el fútbol y la religión, mostrando una realidad social que formará parte de la Historia negra de este país, a pesar de sufrir el desaire de los órganos de poder. Pero, lo cierto es que para retratar la realidad social, Techo y comida debe atravesar en canal estas dos cuestiones, y habrá quién califique de maniquea la contraposición de la Eurocopa de fútbol, en la que España resultó vencedora, con la desesperación de una madre que va a ser desahuciada. Pero si acudimos a los datos de 2012, año en el que está contextualizada la película, las cifras de desahucios dan para que ocurra ese día y muchos otros.

Techo y comida 2

La consistencia y la frescura con la que Natalia de Molina defiende su personaje es, probablemente, el pilar maestro de Techo y comida, y lo es teniendo en cuenta el difícil terreno que surca su personaje: a ratos tan frágil que parece estar a punto de quebrar, a ratos recargado de energías para mirar hacia adelante, aunque sin futuro a la vista. Con tan poco elementos, Techo y comida vuelve a demostrar aquello que ya hizo 10.000 km (Carlos Marqués-Marcet, 2014) en la última edición del Festival de Cine de Málaga: producciones con recursos económicos limitados no son sinónimos de películas menores. De hecho, en la gran mayoría de los casos, habita más talento en esas producciones pequeñas en las que el director aún puede controlar todos, o casi todos, los elementos que intervienen en la producción final del film.

El mensaje final de la película, antes de iniciar los títulos de crédito, desempeña la labor de epílogo cuando al mostrar la frase “Y a ti, ¿quién te rescata?” termina enmarcando a Techo y comida ya no solo como una película que aborda distintos problemas sociales derivados de la crisis económica, sino como una reflexión sobre la falta de oportunidades en la vida. Porque, en el magma de la película, este gran problema yace como un conflicto imposible de resolver, un dilema que divide a la sociedad y nos deja tan atados de pies y manos como a la protagonista.

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