The Black Pin
El hijo del cura Por Domingo López
Presentada en la sección oficial del Festival de Cine de Sarajevo, esta ópera prima del realizador montenegrino Ivan Marinovic se sale un tanto de los cánones de cine claustrofóbico y atormentado que tanto abundan en la programación. La historia se desarrolla en torno a un sacerdote poco convencional que regresó hace poco a su pueblo tras unas tormentosas (y poco aclaradas) circunstancias, para encargarse a su particular manera de la parroquia mientras cuida de su madre con una creciente demencia senil e intenta lidiar con los conflictos con su hijo adolescente.
Como bien nos dejara claro su director en el coloquio posterior a la proyección, The Black Pin bebe sin recato de la comedia costumbrista italiana más popular, algo que encaja perfectamente con el carácter de los personajes y con unos espectaculares escenarios rurales de estilo inequívocamente mediterráneo. El personaje protagonista, el de ese sacerdote ortodoxo interpretado por Nikola Rivtanovski (quien, por su aspecto y manerismos, no deja de recordarnos a grandes de la comedia italiana, como Diego Abatantuono – aunque con bastantes kilos menos- o el mítico Gigi Proietti) nos conquista con su particular misantropía, sus armas de seducción ante las féminas y su completo desapego por las supersticiones más arraigadas, y que son moneda común en el pueblo. Este tema subyace de manera importante en uno de los dos hilos argumentales principales de la película: el de la anciana a la que todos consideraban una bruja y a la que el protagonista del filme se verá obligado a oficiar el servicio funerario cuando el otro párroco del pueblo vea que no va a sacar rédito económico del asunto. Esta trama es la que más juego cómico nos aporta (incluyendo simulaciones fantasmales nocturnas por parte de los personajes negativos de la película, que tampoco lo son tanto) y la que sirve de nexo para las demás.
El otro arco argumental principal tiene que ver con la venta de unos terrenos del pueblo a unos constructores que tienen un gran proyecto en mente para la zona, incluyendo un campo de golf y una zona residencial, algo que choca con el ambiente tradicional en el que viven desde hace generaciones. Casualmente, la última parcela necesaria para cerrar el trato es propiedad de la señora madre del sacerdote, totalmente incapacitada para entender de qué va el asunto. Otros vecinos del pueblo, absolutamente dispuestos a desprenderse de sus terrenos por unos cuantos miles de euros, comienzan una campaña de mobbing ligero (muy ligero) contra el cura, emulando bastante al detalle la línea argumental de otra de las cintas vistas este año en el festival, la brasileña Aquarius (Kleber Mendonça Filho, 2016).
Filmada en el pueblo en el que el realizador de la película vivió sus años mozos, la cinta refleja también algunas de sus experiencias personales, colocándose él mismo en el punto de vista del descreído protagonista, que mantiene una relación de amor-odio con todo lo que representa la vida en aquel pueblo, en el que la religión tiene tanta validez para sus habitantes como las supersticiones.
El curioso título de la película hace referencia a un hechizo que utiliza un alfiler negro para mantener dentro de una iglesia a una bruja, sin posibilidad de escape, algo que seguramente el realizador utilice a modo de metáfora de la cerrazón de muchas zonas rurales de los países de los balcanes, aisladas de los modos y costumbres de la sociedad moderna.
Aunque la cinta toque temas tan solemnes como la muerte, la enfermedad, o los conflictos intergeneracionales, el tono de la película es principalmente ligero, recurriendo en algunas ocasiones a inesperados gags de estilo clásico (como el del ataúd que se escapa colina abajo en un entierro, visto en más de una película) con bastantes momentos de sentimentalismo bienintencionado, como los que tienen que ver con la relación entre el párroco y su hijo adolescente (en pleno periodo de rebeldía) o la situación que vive con su anciana madre. El catálogo de carismáticos secundarios, algunos rozando la caricatura, también ayuda a transmitir al espectador esa sensación de estar viendo una comedia coral a la italiana, algo que ayudará a la película a ser apreciada más allá de sus fronteras geográficas.