The Field (Tarla)

Tierra yerma Por Bea González

Más o menos a la misma altura del festival el año pasado nos enfrentábamos a la apuesta turca de la sección oficial, Entanglement (Tunç Davut, 2015). Dos hermanos que vivían en una casa aislada en los bosques de Anatolia a la que llegaba una extraña mujer que de alguna manera cambiaba la relación entre ellos. Bien facturada, correctamente interpretada, de acción dilatada y naturalismo preciosista al gusto de festivales…a la película pocas pegas se le podían encontrar salvo su absoluta ausencia de simiente. Con el tercer largo de Cemil Ağacıkoğlu, reconocido fotógrafo antes de su debut en lo cinematográfico, nos ha pasado algo muy parecido, tanto que en varias ocasiones la imagen evocada durante la proyección era la de una tierra yerma: porción de terreno que está sin cultivar o es estéril.

The Field (Tarla)

Tierra yerma como la que origina el conflicto sobre el que pivota The Field. En ella Tarik (Serkan Ercan) recorre al volante las casi tres horas que separan Estambul, dónde suponemos llegó años atrás para labrarse un futuro, y dónde ahora reside con su propia familia a cargo de lo que parece ser un exitoso negocio textil, de la casa de sus padres con una pregunta que plantearles. Casa familiar modesta, al lado de las vías del tren, en una pequeña localidad que podría ser turca como no serlo, porque las cosas que allí suceden son tan universales como la vida misma. Un lugar dónde puedes poner a tu hijo menor a trabajar en la tienda de comestibles de un conocido para que vaya cogiendo experiencia, y dónde los éxitos de tu hijo mayor en la gran ciudad son motivo de orgullo y tema de pequeñas conversaciones con los vecinos.

Y es en este trayecto inicial, que el director tiene a bien dilatar alternando primeros planos de Tarik con áridas panorámicas, dónde surge uno de los primeros problemas de la película turca, y es que Ağacıkoğlu no es Ceylan, ni esto es Anatolia, y transcurrido un rato casi que uno pierde el interés por averiguar qué conflicto esconde la circunspecta expresión de nuestro hombre al volante.

The Field (Tarla) 2016

Con Tarik ya en la casa de su infancia, y con la familia a la mesa, pronto iremos obteniendo más información de su situación real en Estambul, y conociendo las dinámicas relacionales que se ponen en juego entre los diferentes personajes. La madre que, desde un segundo plano, termina siendo el verdadero catalizador de la decisión final sobre el terreno, o la aparición del hermano menor, Emre (Ilgaz Kocatürk) a quien el director utiliza de contrapunto de Tarik para enfatizar las diferentes posibilidades de ser un “buen” hijo. Una visita a las tierras familiares en las que sin proponérselo nuestro protagonista se encontrará con el que suponemos un amigo de la infancia, servirá de perfecta ilustración de cómo funcionan las cosas en la pequeña localidad, como un espejo macro del propio sistema familiar. Universales o lugares comunes que no maneja mal Ağacıkoğlu, pero que no terminan de levantar el interés de la película. Y es que Ağacıkoğlu se empeña en el tramo final en devolver la acción al reducido escenario del coche, en el que ya en compañía de Emre por imposición de su familia, Tarik se dispone a volver a Estambul a intentar solucionar su delicada situación personal. Mismas constantes y obsesiones formales del director turco que en el viaje de ida, pero confiando esta vez en la fuerza de unos diálogos entre los dos hermanos, a través de los cuales pretende transmitirnos progresivamente la claudicación de uno y el empoderamiento del otro, con el consiguiente abandono de ambos de las rígidas posiciones impuestas o autoimpuestas en el sistema familiar. Pretensiones que se quedan en eso, con un último plano final que se percibe como precipitado y escasamente creíble.

Ağacıkoğlu, quien ha asumido en este su tercer largo también la responsabilidad de la fotografía, contaba, tras la proyección matinal de su película, que estaban felices de la buena acogida que la cinta estaba teniendo en su país (se presentó no hace mucho en el Festival de Estambul), pensando que se debía en gran parte a la universalidad de los temas tratados. Salvo Ceylan y algunas otras muestras puntuales que van apareciendo en el circuito de festivales, desconozco la cinematografía turca y aún más las afinidades de su población, pero en una sección oficial compuesta en su mayoría por operas primas, nosotros quizás esperábamos algo más de un director con ya una trayectoria a sus espaldas.

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