The Last Black Sea Pirates
Los piratas eran otros Por Belén Sagredo
La fascinación que el mundo pirata ha ejercido en el imaginario popular, la literatura y el cine desde que se conociera su actividad surcando y saqueando los mares es tan grande como imitada es su iconografía, y admirado y revisado su universo simbólico. Una seducción similar a la cultivada por bandoleros, vaqueros, gánsteres o incluso capos de la mafia. Porque ¿quién no desea vivir al margen de las normas? ¿Transgredir las convenciones y oprimentes usos sociales para ganarse la vida? ¿Actuar conforme a sus propias reglas? Si bien es cierto que existe un halo de romanticismo en torno a los ladrones de los mares y su modo de vida, éste ha ido desapareciendo para dejar paso a esos otros “outsiders” ajenos a los dictados de la ley.
Aprovechándose de esta aureola romántica y la proyección escapista que provoca el universo de los piratas en el siglo XXI, el director búlgaro Svetoslav Stoyanov debuta en el largometraje documental con una fábula crepuscular sobre el fin de la banda pirata capitaneada por “Jack la Ballena” en las costas del Mar Negro con: The Last Black Sea Pirates, presentada dentro de la Sección Oficial del Documenta Madrid 14 tras su periplo por otros festivales europeos.
La búsqueda de un tesoro (con toda probabilidad inexistente) en el Barranco de Karadere es sólo el pretexto de Svetoslav para enunciar el nuevo orden mundial contemporáneo que amenaza la expectante existencia sus protagonistas. Ése que rompe el estatismo de las bandas piratas o de cualquier otra comunidad que actúa bajo los mecanismos del pasado, y en el que los bárbaros ya no son esos que llevan parche y beben ron sino aquellos que amenazan con profanar y saquear el status quo de quienes viven ajenos al devenir de esa historia que quieran o no, luchen o no, acabará por arrastrarles, y a los que no por casualidad, Jack se refiere en un momento como: “Esos gánsteres que van a venir”.
Orden que, en el caso de The Last Black Sea Piratas, se encuentra personificado en el arquitecto Foster (sea éste el verdadero Norman Foster o no, ninguna especificación al respecto) y en su proyecto de construcción de 200 hectáreas de urbanizaciones aprovechando la belleza única del entorno ocupado por la banda de Jack. El tesoro ahora no es conseguir ningún cofre lleno de oro que estos piratas del Mar Negro han perdido la esperanza de encontrar, sino evitar ser desahuciados por un Goliat que se antoja mucho más grande y poderoso que ellos.
Una lucha en desigualdad de condiciones entre un enemigo que no se muestra pero cuya presencia imbuye esa isla paradisíaca, y una resistencia compuesta por un plantel de piratas: ex convictos, fugados de la justicia y hombres que huyen de sus mujeres (en palabras del propio Jack), que abandonan su temeridad para sucumbir temerosos a su nueva situación y que el relato convierte en antihéroes entrañables que alimentan ese halo romántico y poético de los piratas de otra época.
No evita por lo tanto Stoyanov estereotipar a sus personajes en la búsqueda de la empatía mientras construye una tragicomedia de piratas perdedores que se aleja del género de aventuras en que generalmente se suelen circunscribir las historias de estos bandidos del mar. Y que por lo tanto nada tiene que ver con esas películas que han revitalizado el género de la piratería en los últimos años: ya sean estas en forma de saga Disney para el disfrute familiar como Piratas del Caribe (Pirates of the Caribbean, Gore Verbinski, 2003), ya relaten la amenaza contra el gran gigante estadounidense en forma de otros piratas que, curiosamente, son la antítesis de la banda de Jack, como los que torturan a Tom Hanks en Capitán Phillips (Paul Greengrass, 2013).
La paupérrima factura técnica y visual de la ópera prima de Stoyanov se entiende en el contexto de un país que dedica al cine en sus presupuestos generales casi 8 veces menos presupuesto del nuestro (de por sí irrisorio). Sin embargo no lastra en nada el interesante resultado final de un film que devuelve la importancia del “qué” frente al “cómo” mientras advierte de un cambio histórico inevitable y una desmitificación y restitución de los antiguos héroes en favor de los que están por venir.