The Soul of Bread y GF*BF

Triángulos Por Christian G. Carlos

Siendo sinceros, la cultura asiática sigue siendo una gran desconocida para la mayoría de los occidentales. Puedes comer rollitos de primavera en el restaurante chino de la esquina, ir a ver la última de Ang Lee en 3-D o descargarnos las primeras de Hong Sang-soo -15 años y no sé cuántas películas después se estrena en España- si el taiwanés nos parece ya demasiado comercial. Pero todo esto no te va a servir de nada cuando delante de tus narices, en el paradisíaco espacio de la Bassa dels Hermanos, te pongan un plato de dumpling a la taiwanesa. Un triángulo verde atado con una finita cuerda. ¿Se come todo? ¿Lo importante está dentro? Y, sobre todo, ¿qué hay dentro?

Llegábamos a Vic con el día muy nublado y las expectativas un poco bajas. No parecía que los primeros títulos pudieran ofrecernos demasiado.

The Soul of Bread se presentaba como una comedia romántica tan triangular como el dumpling taiwanés. Una historia que el cine ya había mostrado mil dos cientas veces. Ahora ya serían mil dos cientas dos las veces en que el triángulo amoroso llegaba a la gran pantalla, pues GF*BF (íd., Yang Ya-Che, 2012) repetía mismo esquema. Doble sesión para terminar dibujando un hexágono sin demasiados alicientes, a priori, que inauguraban Quim Crusellas, el alcalde de Vic y uno de los invitados en representación de Taiwán -mención especial merece la capacidad de adaptación de los nombres taiwaneses: de Edward a Eduardo y a este invitado, llamado Javier, no sé desde donde llegamos.

the soul of bread

The Soul of Bread

Por suerte, la pantalla se encendía por primera vez en esta décima edición del Festival Nits de Cinema Oriental y se quedaban atrás mis expectativas y los discursos iniciales. No quiero no dejar escrito que, como es habitual, las autoridades políticas poco aciertan hablando de cine. De aplaudir el respaldo que dan al festival, y animar a que en futuras ediciones sus parlamentos sean algo más acertados. Ya está, vamos al cine. The Soul of Bread es una rareza muy típica. El envoltorio podía asustar un poco, como las hojas que cubrían el dumpling: el ya citado triángulo amoroso en el contexto de una panadería y unos personajes con un perfil muy claro. Como punta principal de este triángulo, Ping, la chica, una soñadora cansada de su monótona vida en Taiwán que sueña con ir a Francia. Gao-Bing, algo así como su novio, un pueblerino sin ambiciones. Y finalmente Bread, sutil nombre para el más famoso panadero del mundo, que huye de Francia buscando algo real, el alma del pan.

Asusta un poco, sobre todo si usted es de aquellos que necesita que una película le sorprenda. Probablemente, con los datos de los personajes ya puedan conocer la presentación, el nudo y el desenlace. Yo ya les avanzo que sorpresas no hay muchas. Y también les digo que eso es lo menos importante. El trabajo de Sean y Lin es finísimo, con el pretexto de Francia como idealización, dan lugar a una película afrancesada, en el buen sentido de la palabra. Hace poco llegaba a nuestras pantallas Tango libre (Frédéric Fonteyne, 2012), también un triángulo amoroso en el contexto francés. Si identificamos el afrancesamiento como aquel lenguaje que nos llega desde Truffaut y que se convirtió en estereotipo de masas con Amélie (Jean-Pierre Jeunet, 2001), el film taiwanés responde mucho más a esos rasgos que el Tango libre de Sergi López y Fonteyne. El único pero a The Soul of Bread es un final que abusa demasiado de la complicidad -de sobras conseguida durante el resto de cinta- del espectador, así como la sublimación del pan como metáfora de la pasión. Esos dos detalles le pueden jugar en contra con según qué públicos.

Pero nos abrió el apetito, y ya íbamos a la Bassa de los Hermanos con otros ánimos. GF*BF se encargó de recordarnos que no todos los triángulos son iguales. Veníamos de un equilátero, en el que Bread, Ping y Gao-Bing sufrían poco y recibían la misma satisfacción. Llegábamos a la tristeza de un triángulo isósceles. ¿Qué ocurre con esa parte desigual, cuya longitud es diferente a la de las otras dos? ¿Cuánto puede doler sentirse debajo, sujetando dos lados iguales que caminan hacia un punto central común mientras contigo sólo se relacionan con tus extremos, sin tocar dentro, en el centro? En forma de paseo por el tiempo, con menos implicaciones políticas de las que encontraréis en su sinopsis, Yang Ya-Che arrancó las primeras lágrimas en Vic. Sólo voy a citar una referencia, que espero no repetir mucho pero que parece inevitable, sobre todo si Yan me utiliza con tanta intensidad la cámara lenta. El referente, antes de que me líe más, Wong Kar-Wai, evidentemente.

Con todo, al final, dentro del dumpling taiwanés -no recuerdo el nombre exacto, mil perdones- estaba hecho de arroz, cacahuetes y una seta autóctona. Lo más rico junto a las brochetas de sepia. Nada tan fuera de lo común, ¿verdad?

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