The Square
Límites Por Paula López Montero
“The square es un santuario de confianza y afecto. Dentro de él todos tenemos los mismos derechos y obligaciones”
Ese es el lema del último largometraje del director sueco Ruben Östlund. Hasta casi diez veces se menciona a lo largo del film. Una frase que ya contiene, dentro de los propios límites que propone, el punto de partida sobre el que nos hablará el largometraje. The Square, “el cuadrado”, se refiere a los límites, al propio marco que propone el arte, al marco que propone una cámara cinematográfica, el límite que se nos propone en la sociedad y el límite por tanto en las relaciones humanas. Y es que The Square, aunque pueda parecer una crítica aguda pero ya demasiado trillada sobre los límites del arte y el absurdo, es, sobre todo, un discurso moralista sobre la humanidad.
Ya en su segundo largometraje Involuntario (De Ofrivilliga, 2008), el director se interesó por el comportamiento humano a través del reflejo de actuaciones de un grupo que cruza el límite de lo moral en el conocido experimento de Stanley Milgram y nos presentaba ideas acorde a la filosofía de Hannah Arendt con su banalidad del mal y la obediencia humana a la autoridad. En Fuerza mayor (Turist, 2014) Östlund nos acostumbró a repensar las relaciones humanas, en este caso las de pareja. Y aunque Fuerza mayor cosechó buenas críticas, había que seguir puliendo el relato y hacerlo consistente ¿pero cómo hacer una película consistente basándose en el reflejo del absurdo en las acciones humanas? En este punto, recojo los apuntes que hace Manu Argüelles en lo que supongo que es una película muy diferente, The Disaster Artist (James Franco, 2017), a propósito del acto de la risa: “¿Por qué siempre somos tan condescendientes con la comedia? Siempre hay esa reticencia, a desechar o a infravalorar todo aquello que sea una emoción primaria: la risa y el miedo.” Y aunque estoy totalmente de acuerdo, y en los últimos tiempos el relato histórico-filosófico cala más hondo a través del absurdo o la comedia (como recordemos que ya pasó con el teatro del absurdo de Ionesco, Genet o Beckett) que del pesimismo y nihilismo propio de la reflexión teórica enclavada, a veces el mecanismo de la risa en Östlund parece que cae en saco roto.
Östlund en The Square consigue provocar de nuevo en el espectador esa identificación con la cotidianidad de escena que propone y lo único que consigue es provocar en él la risa fácil ante la plena identificación de sus mecanismos como ser en la sociedad. Pese a pecar a veces de ese exceso de situacionismo, The Square funciona bien. Algo pesada al final, pero interesante y perspicaz en su comienzo.
Respecto a lo que nos vuelve a proponer Östlund con The Square y sobre su Palma de Oro en Cannes, me hace pensar en el propio marco que delimita con ese premio el Festival. El año pasado, la Palma de Oro fue para un film, en cierta medida con un mecanismo parecido Yo, Daniel Blake (I, Daniel Blake, 2016) de Ken Loach. El moralismo sigue reinando Europa, y muchas de las últimas obras producidas en marco europeo nos plantean esa quiebra con el sistema, ese replanteamiento del momento, ese exceso de autoconciencia propio de la Posmodernidad, y la necesidad de seguir apostando por conceptos como el humanismo. Además parece que el discurso humorístico se está asentando en el pensamiento y en el cine europeo, aunque siguen en pugna este tipo de relato y a lo que nos suelen acostumbrar: la herida, el desastre, el enfrentamiento a la nada, a la ficción, y al propio sujeto posmoderno. Siguiendo con esto no puedo dejar de mencionar que The Square me parece muy cercana a otros films como Toni Erdmann (Maren Ade, 2016) o Langosta (The Lobster, 2015).
Pero vayamos a desglosar The Square: Christian es un padre divorciado y un valorado conservador de un museo de arte contemporáneo. Es de esa clase de personas que conducen un coche eléctrico y respaldan las grandes causas humanitarias. Prepara la próxima exposición titulada “The Square”, en torno a una instalación que invita a los visitantes al altruismo y les recuerda que deben hacer respecto a sus semejantes. Pero cuando a Christian le roban su teléfono ese discurso humanista no queda en buen lugar y el conflicto entre la clase alta y la clase baja sigue pareciendo bastante latente.
Los primeros minutos del film ya dan mucho juego. El primer plano, del derribo de la escultura ecuestre frente al museo, ya nos proponen una referencia y una simbología. Recordemos aquí los últimos minutos de Nostalgia (Nostalghia, 1983) de Andrei Tarkovsky conocidos como “El discurso de Doménico” donde un señor, en un plano sino igual muy similar al que nos propone The Square, situado encima de una estatua ecuestre tras pronunciar un discurso nihilista (propio de la nostalgia a la que hace referencia el título del film) se prende fuego a sí mismo. Recuerdo aquí algún fragmento de su discurso solemne y desgarrador: “El verdadero mal de nuestro tiempo es que ya no quedan grandes maestros” o “Los ojos de toda la humanidad están mirando al foso en donde todos nos estamos precipitando” o “La libertad es inútil si no tenéis el coraje de mirarnos a la cara, de comer y beber con nosotros, de dormir con nosotros. Son los considerados sanos los que han llevado el mundo al borde de la catástrofe” y por último “Si queremos que el mundo siga adelante debemos tomarnos de las manos. Debemos mezclar lo que se considera sano y lo que se considera enfermo”. Tarkovsky nos presenta en un mismo discurso el desasosiego frente al fin de una era que proponen entre otros la muerte del autor, la muerte del arte o el fin de los grandes relatos; además de una propuesta desde la más baja clase social: hay que estar unidos y no hacer ya distinciones de clase para poder seguir con el proyecto humanitario adelante.
No obstante Nostalgia y The Square no están ancladas en la misma época, claro está. Lo que es el final de Nostalgia es el principio de The Square pero ¿qué ha cambiado? ¿Es la sociedad que plantea The Square el relevo de la sociedad marchita que planteaba Tarkovsky con Nostalgia? ¿Podemos hablar de ese cambio de la Nostalgia por la bufonería y lo absurdo del arte y de la humanidad? Y lo que a mí me parece más importante: ¿tras el discurso más o menos nihilista de Nostalgia, se nos vuelve a proponer una esperanza con The Square?
Creo que esta ha sido la gran virtud de Östlund, el saber situarnos en el contexto que vivimos, con un referente indiscutible y a la veces diciéndonos, “eh, esto es lo que ha cambiado la sociedad, ¿o no?”. No puedo dejar de pensar en la conocida frase de Marx y el conocido libro del filósofo Slavoj Žižek, tan amado y odiado en ambas partes (quizá entre otros por posicionarse a veces como un bufón que hace comedia con el discurso social y cultural), Primero como tragedia, después como farsa (Akal, 2011), donde el filósofo no deja títere con cabeza y nos propone reflexiones tan determinante como: si se han podido inyectar miles de millones de dólares en el sistema bancario mundial en un intento desesperado por estabilizar los mercados financieros, ¿por qué no se han podido unir las mismas fuerzas para afrontar la pobreza mundial y la crisis medioambiental? Y esto es claramente lo que propone Östlund.
No obstante, después de que sobre el film sobrevuele por esta cuestión ¿qué propone al final The Square? Tras haber rodado por el absurdo de las relaciones humanas, su contradicción innata y sobre el mundo del arte (escenario para el desarrollo o reflejo del ser humano), Östlund nos presenta a las hijas de Christian. Es entonces cuando el mundo de la infancia entra en juego. Hay un plano general de las hijas haciendo un baile de gimnasia rítmica en una competición que, en relación al desarrollo de The Square, tiene mucho que decir, sólo hay que fijarse en las mismas líneas blancas que bordean a modo de “cuadrado” que delimitan el escenario de la actuación. ¿Cuál es entonces el santuario de confianza y afecto, donde dentro todos tenemos los mismos derechos y obligaciones? Parece que Östlund propone una mirada hacia la educación de nuestros hijos, para la creación de ese mundo. Pero ¿cuál es en realidad el cuadrado que nos engloba a todos y dentro del cual todos tenemos los mismos derechos y obligaciones? La Sociedad. La moraleja final de Östlund es que para la llegada de esa sociedad ideal donde no haya fracturas, ni diferencias de clase ni prejuicios hay que fijar la mirada en la infancia.
Sobre la infancia, es cierto que varias veces es referida en The Square, a través de la campaña de marketing donde una niña pobre y rubia estalla en pedazos y que parece ser el motor del desenlace del film. Para mi esto en cierta medida es una distracción de todo lo demás que tiene que decir el film, aunque hay algo de perspicaz en ello: claramente hablan de que los targets que más llaman la atención a la audiencia son los colectivos minoritarios (mendigos, inmigrantes, LGTBI, etc). En realidad el mercado de consumo, bebe directamente de que estas minorías, sigan siendo minorías y despliega con ello un sentimiento de compasión. La compasión será la emoción reinante en todo el film, la emoción reinante de la clase alta, y también la de los espectadores.
Probablemente si Bazin viviera englobaría a Östlund, como buen moralista, en ese cine de la crueldad al que ya pertenecían Kurosawa, Buñuel, Dreyer o Hitchcock y al que también se pueden adherir a la escuela directores como Haneke o Lanthimos. Lo que me interesa a mi es la siguiente pregunta ¿de Dreyer a Lanthimos, por ejemplo, qué ha cambiado?
Me parecio una interesante película donde se demuestra la incongruencia que a veces tenemos en cuanto a nuestro decir y nuestro actuar.
Uno de los momentos que mas me llamo la atención, precisamente omitido por el autor del articulo, hace referencia al niño que reclamaba por la carta que el protagonista dejo en su departamento para recuperar el celular robado, esa carta que dejo en prácticamente todos los departamentos, puesto que el sabia que su teléfono estaba en ese edificio por la ubicación del GPS, pero era incapaz de llamar a cada depto. y preguntar… el temor a enfrentarse al posible delincuente lo hizo escribir una carta amenazante, aquí podemos hacer un paralelo con lo que son las redes sociales hoy, uno no se atreve a enfrentarse a una persona en particular y en cuerpo presente para decir o criticar algo, en cambio critica de forma pareja y despiadada a todo el mundo.
El efecto fue el esperado, apareció su teléfono, pero a su vez, produjo un problema familiar donde no debía y el niño decidio enfrentarlo… Es aca donde entra con mas fuerza el efecto de la sociedad y sus (malas) costumbres en los niños, quienes aun no son temerosos, por inocencia, por falta de experiencia, no han desarrollado ese sentimiento (si lo hemos desarrollado los adultos, por experiencia también) y le da un sermón al protagonista, el cual reacciona de la peor forma…
Interesante y terrible paralelo sobre el miedo y como se engendra en nuestras mentes humanas desde temprana edad, producto de la sociedad y las situaciones que debemos enfrentar.
No se si como se presenta el cartel de esta película o por lo tensa que llega a ser la presentación teatral(?) del actor que muestra el poder y la fuerza instintiva animal que puede poseer un hombre dentro de la sociedad, es que considero que esta escena donde el hombre primitivo se presenta como básico y poderoso, es un giro o el inicio de la conclusión de la película.
Sin alargarme mucho, creo que en la primera parte nos presentan a todos los elementos que se necesitan, el robo del celular, la carta de amenaza y acusación, la presentación de un nuevo museo con el objetivo de llamar la atención de una forma radical, etc. y la escena del primitivo marca un reinicio, o el comienzo de la resolución de todos los conflictos y de la película en si.
Como idea me queda que los seres adultos de hoy ya no tienen mucho que aportar a la sociedad en términos de ética o moral, ya están formados (o deformados) y son los niños, los seres «primitivos» quienes tienen la capacidad de formarse dentro de este simbolico cuadrado de igualdad social.