The Witcher

La personalidad del brujo Por Christian Franco

El estudio polaco de videojuegos CD Prokect RED y la diseñadora de juegos de mesa Go On Board lanzaron en mayo de 2021, a través de la plataforma de micromecenazgo Kickstarter, el proyecto The Witcher: Old World. Se trataba de una versión en formato juego de mesa de la saga de videojuegos The Witcher, la adaptación del ciclo de novelas que Andrzej Sapkowski había dedicado al brujo Geralt de Rivia, y que había puesto a CD Projekt RED en el mapa como una de las principales desarrolladoras de Europa. Para que el proyecto del juego de mesa se materializase, CD Projekt RED y Go On Board marcaron una recaudación mínima de 250.000 euros, que debían lograrse en 17 días de campaña de micromecenazgo. Al cabo de ese período, la campaña había recaudado 6.840.648 euros, aportados por 45.162 patrocinadores. Veintisiete veces la cantidad requerida. 1

El caso de The Witcher: Old World y su resonante éxito, incluso en un momento en el que CD Projekt RED atravesaba una importante crisis reputacional debido a los defectos de programación de su ambicioso Cyberpunk 2077, 2 viene al caso para poner en contexto las expectativas que rodean a una serie como The Witcher (2019- , Lauren Schmidt), la apuesta estrella de Netflix para competir contra el resto de plataformas streaming en el pujante ámbito de las adaptaciones de sagas de fantasía épica y sus variantes, abonado por el éxito de Juego de tronos (Game of Thrones, 2011-2019, David Benioff, D.B. Weiss). La segunda temporada de la saga protagonizada por Henry Cavill subsana muchos de los problemas que lastraron la primera tanda de episodios. Para empezar, unifica el marco temporal de las distintas tramas, acaso el mayor defecto de la entrega inicial, motivado por el empeño de la producción por introducir desde el minuto uno a dos personajes centrales de la saga, Cirilla (Freya Allan) y Yennefer (Anya Chalotra), que en los relatos de Sapkowski que configuran los dos primeros libros sobre Geralt de Rivia se dejan ver de forma progresiva hasta cobrar protagonismo a partir de La sangre de los elfos, primera novela como tal de la serie literaria. Con esta decisión, beneficiada además por el encuentro de Geralt y Cirilla, The Witcher gana en concreción y fluidez, y también se facilita su comprensión para los no iniciados.

Otro defecto que la producción de la serie de Netflix pule desde la primera entrega es la de los efectos visuales, mejor implementados y con una mejora evidente tanto en las CGI como en el maquillaje (aquellas lentillas que hacían daño con solo mirarlas…), lo que a su vez facilita la planificación de las escenas de acción.

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Ansiedad

Estas mejoras y el hecho de apoyar en gran medida la trama de la temporada sobre una obra específica y de narrativa amplia, la citada La sangre de los elfos, ayudan a mitigar el otro gran problema que planeaba sobre los ocho primeros capítulos: la ansiedad. Una tensión provocada por múltiples factores: la presión de los fans y de la propia plataforma de streaming, deseosa de lograr “su” Game of Thrones, las elevadas expectativas y el ruido iconográfico motivado por las diferentes adaptaciones, en los más variados formatos, de las aventuras de Geralt de Rivia y, especialmente, por el éxito popular de su traslación al videojuego. Esa era la sensación que transmitía la temporada inicial de The Witcher: era una serie “ansiosa” por lucir espectacular, profunda, violenta, sensual, ágil y, al tiempo, satisfacer las expectativas de los aficionados (singularmente a los del videojuego) con secuencias “fan service” como la del baño caliente de Geralt en una tina. 3

Esa contundente mejoría de la serie se deja notar ya desde su primer capítulo, con un prólogo instalado en el género de terror que sirve de introducción a la adaptación, curiosamente, de La semilla de la verdad, uno de los cuentos incluidos en el volumen El último deseo, adecuadamente modificado para introducir a Cirilla. El relato, que funciona como una irónica revisión del cuento tradicional de La Bella y la Bestia, facilita la transición desde la deslavazada primera temporada, al tiempo que insiste en uno de los temas nucleares de la obra de Sapkowski, como es el reconocimiento de la maldad como una cualidad netamente humana. Nivellen (Kristofer Hivju), en cuya casa se refugian Geralt y Cirilla en mitad de una tormenta, vive en soledad tras una maldición que ha tornado su aspecto en el de una bestia. En sus dominios, eso sí, se beneficia de una poderosa magia, tras la que oculta la parasitaria relación que le une a una lamia, un ser monstruoso que ha devorado a todo el servicio y a los habitantes de una aldea cercana, con la anuencia del propio Nivellen.

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La fortaleza

El capítulo servirá de introducción a una trama nuclear de la temporada y de toda la saga: la relación paternofilial que se establece entre Geralt y Cirilla, cimentada a partir de la estancia y el entrenamiento de la niña en Kaer Morhen, la declinante fortaleza de los brujos. El complejo encaje de Cirilla en un entorno masculino (y machista) en el que las mujeres solo entran de forma ocasional y siempre para satisfacer necesidades (las hechiceras, aliadas naturales y proveedoras de conocimiento y magia sanadora) y deseos (las prostitutas) del colectivo de brujos, genera un conflicto latente durante toda la temporada, contenido apenas por la presencia de Geralt, figura de autoridad en la comunidad tanto por su pericia en la batalla como por un inesperado sentido de la moralidad. La muerte de Eskel, ejecutado por Geralt en plena transformación en un leshen (un espíritu maligno del bosque), pondrá a prueba y, finalmente, reforzará esta primacía del personaje dentro de su gremio, aunque será a costa de desdibujar la figura de Vesemir, pese a tratarse de otra figura crucial dentro del mundo de Sapkowski y a su condición de protagonista de la película animada The Witcher: La pesadilla del lobo (The Witcher: Nightmare of the Wolf, Kwang Il Han, 2021), producida y distribuida asimismo por Netflix.

La decisión de reforzar esa preponderancia de Geralt, en cualquier caso, está motivada por la necesidad de reforzar el espacio del rol central, y cuenta con el aval de la sólida interpretación de Henry Cavill, pilar fundamental de la ficción tanto en pantalla como entre bambalinas, ya que su presencia ha sido, a buen seguro, determinante primero para lanzar la producción, y después para asegurar su continuidad. Ciñéndonos a la pantalla, el Geralt de Cavill cumple con la premisa del héroe granítico y ejecutor implacable dotado de un inesperado fondo emocional. El brujo de Rivia es además el único receptor, y es un “debe” de la ficción, del humor seco y sarcástico que Sapkowski inocula a sus escritos, algo que se echa en falta en determinados momentos y que podría enriquecer tanto el global de la serie como, especialmente, a algunos personajes, caso de Vesemir (Kim Bodnia).

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Traumas

Más allá de Kaer Morhen, reina la política. La presión desde el sur del imperio de Nilfgaard atenaza a los reinos del Norte, pese al alivio que supuso la victoria en Sodden, al final de la primera temporada. Yennefer, artífice principal de aquel triunfo, se enfrenta de nuevo a una situación traumática. Si en la tanda inicial de episodios la hechicera debía afrontar el drama de la esterilidad, su imposibilidad de tener hijos debido a una intervención para dejar atrás su deformidad física, en la segunda entrega ha de sufrir la pérdida de su poder, a causa del sobreesfuerzo para desatar el caos de sangre y fuego que decantó la balanza a favor del bando norteño. El trauma la llevará, como también a la elfa Francesca (Mecia Simon) y a Fringilla (Nimi Ndiweni) a sellar un pacto antinatural con Voleth Meir (Ania Marson), trasunto de Baba Yaga y auténtico villano de la temporada.

El arco de Yennefer en esta segunda entrega complementa y enriquece la trama de Kaer Morhen. A través de las vivencias de la hechicera podemos profundizar en el rico entramado político que estructura el mundo de The Witcher y que explica las motivaciones de todos los bandos en liza para buscar a Cirilla. Las peripecias de la hechicera también permiten reenganchar a otro personaje clave de la saga como es Jaskier (Joey Batey), desaparecido buena parte de la temporada; introducir a un villano de relieve como es Rience (Chris Fulton); y conectar la trama central con las disputas entre los hechiceros en Aretusa, y la pugna por el poder en Nilfgaard.

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Emancipación y venganza

Yennefer encontrará en Cirilla la solución a sus dos traumas. Aquella “Niña de la Sorpresa” adoptada por Geralt puede ser esa hija que jamás podrá gestar y un repositorio de inimaginable poder, la puerta de entrada a una magia ancestral e inaccesible para ella. El encuentro de Yennefer y Cirilla propiciará la evolución definitiva del personaje de la hechicera y precipitará la temporada a un “Season Finale” un tanto insatisfactorio en lo que es el enfrentamiento con Voleth Meir, acaso por la entidad abstracta que acaba adoptando la villana, aunque subsanado con la aparición última de la Cacería Salvaje lo remeda en gran medida. Más interesante, en cualquier caso, es el cierre Nilfgaardiano, con la revelación de la auténtica identidad del emperador Emhyr van Emreis (Bart Edwards) y de sus motivaciones para perseguir a Ciri, pero especialmente con dos secuencias realmente inquietantes y que dan la medida auténtica de la serie: la emancipación de Fringilla, congelando primero a los generales que la quieren apartar del poder para ejecutarlos con frialdad ante la mirada espantada de Cahir (Eamon Farren), y la venganza de Francesca tras la muerte de su bebé, asesinando a los niños de una aldea de Redania. Una vendetta de resonancias bíblicas resuelta además con brillantez, con el plano fijo en la elfa y ese silencio atronador al que sucede el llanto desesperado de centenares madres a las que les han arrebatado todo.

Es en momentos como estos donde The Witcher puede marcar definitivamente la diferencia en el cada vez más competido mercado de la fantasía. La que está llamada a ser la serie estrella de Netflix aún no ha entregado un capítulo absolutamente redondo y memorable, y todavía no muestra toda la potencia visual que cabría esperar de una serie cuyo presupuesto por episodio oscila entre las siete y las ocho cifras. Pero el salto cualitativo entre la primera y la segunda temporada es evidente y ciertamente prometedor, cara a futuras entregas. Vencida la ansiedad, parece que el brujo comienza, al fin, a mostrar su auténtica personalidad.

  1. https://www.kickstarter.com/projects/goonboard/the-witcher/description. (Última consulta: 14-febrero-2022)
  2. En relación a esta controversia, véase GONZÁLEZ,  Sergio  C., “Cyberpunk 2077 en PS4 y Xbox One no estará arreglado hasta febrero de 2021”,  Meristation,  14  de  diciembre de 2020. Versión online: https://as.com/meristation/2020/12/14/noticias/1607933613_701145.html (última consulta:14-febrero-2022)
  3. Todo este “ruido iconográfico”, hay que decirlo, complica también la labor del analista. Si bien resulta aconsejable, incluso deseable, tratar de desligar la serie de las otras versiones del personaje, cabe preguntarse hasta qué punto es posible, en una ficción de esta naturaleza, intentarlo siquiera. Máxime en un escenario en el que la que es ya la primera industria del ocio, el videojuego, parece decidida a realizar el abordaje definitivo del ámbito cinematográfico, como parece indicar la creación de Play Station Productions y su exitosa puesta de largo con Uncharted (Ruben Fleischer, 2022), adaptación del videojuego homónimo de Naughty Dog. Por otro lado, el “fan service” en The Witcher, si bien está bastante mitigado, se deja notar en detalles como la inclusión, en el árbol de Kaer Morhen en el que se custodian los medallones de los brujos caídos, de uno que replica la forma del que lleva el propio Geralt en su versión videojuego.
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