Theo y Hugo, Paris 5:59

¿Por qué lo llaman sexo cuando quieren decir amor? Por Manu Argüelles

El SIDA, desde la primera película de Olivier Ducastel y Jacques Martineau, siempre ha tenido una presencia testimonial en la cinematografía de ambos directores franceses 1. Y digo bien, testimonial. Porque, habitualmente asociado al activismo, siempre acaba resultando algo casi anecdótico y «decorativo», ya que eluden un tratamiento profundo sobre la problemática. Visibilizar le llaman. Situadas en su contexto (finales de los 90 y la década anterior), una enunciación donde el seropositivo se aborda sin estigmatización y donde se aborda su situación sin enfásis dramático alguno, aunque los personajes mueran, ya supone un acto de compromiso frente al grueso de la cinematografía francesa. Sí, pero acaba resultando insuficiente. La desdramatización que siempre ha sido la nota común en su filmografía salvo la excepción de L’arbre et la forêt (2010) – su mejor película hasta la fecha-, lleva consigo un peligro. Que uno se acabe acercando demasiado al proceso involuntario de banalización. El tono leve y distendido por el que siempre han optado -respetable, como cualquier otro- acaba afeando cualquier gesto de conciencia sobre el tema. Está claro que los directores son partícipes de la causa y así siempre lo han querido mostrar. Pero es una sutilidad un poco vacua, porque se quedan en eso, en la mera presencia dentro de la ficción. Creo que se necesita dar un paso más. Con eso, de verdad que nos quedamos cortos, tal como la realidad nos impone. Quizás porque para mí tanto el SIDA como el activismo LGTBI es algo muy serio y me resulta difícil entrar en un enfoque que prefiere apuntarlo como si fuese una nota a pie de página. Por ejemplo, Nés en 68, que es un recorrido histórico sobre los movimientos de protesta arrancando con el movimiento hippie para acabar con el ACT UP de los 90, es tan atonal visualmente y es un paseo que se recorre tan superficialmente que la película acaba negándose a sí misma en sus intenciones.

Nes en 68

Nés en 68

En ese sentido, lo más destacable de Theo y Hugo, Paris 5:59 es justamente como se incorpora la enfermedad dentro de la ficción. Por fin se han atrevido con un tratamiento frontal y consistente que tiene su valor claramente divulgativo. El segundo tramo del film, el que acontece en el hospital, es un nada disimulado manual de qué hacer en caso de que lleves a cabo una práctica de riesgo. Desaparecida la alarma social en torno a la enfermedad, esta casi se ha borrado del inconsciente colectivo. La práctica del bareback vuelve a estar muy extendida dentro de la comunidad gay y no hay que olvidar que el riesgo sigue estando ahí. Porque si algo define al SIDA a lo largo de su historia es precisamente el esfuerzo denodado que ha tenido la sociedad heteronormativa por invisibilizarla y/o ignorarla (¿recordamos cuánto tardó Ronald Reagan en mencionarla mientras en EUA, en los ochenta, morían muchísimas personas afectadas?). Olivier Ducastel y Jacques Martineau la sitúan en nuestro presente y con esa decisión ya aportan un aspecto diferencial frente a otras ficciones, porque quizás ya no sea un fulminante aviso de muerte inminente, pero sigue siendo un peligro grave para la salud -aparte que el estigma del seropositivo no ha desaparecido- y como tal conviene recordarlo.

Theo y Hugo (2015)

Supongo que animados por el éxito de La vida de Adèle (La vie d’Adèle – Chapitre 1 & 2, Abdellatif Kechiche, 2013) y El desconocido del lago (L’inconnu du lac, Alain Guiraudie, 2013), films que hacen uso del sexo explícito no heterosexual sin que eso haya sido obstáculo para su recorrido comercial, Olivier Ducastel y Jacques Martineau abordan por primera vez de forma directa la erótica, y quieren manejar el concepto de filmar sexo que no parezca simulado. Se trata de un primer fragmento de quince minutos aproximadamente cuando se conocen Theo y Hugo en un local de sexo. Es un arranque sin diálogos de presunto «impacto» valga la redundancia, ya que el local se llama así, L’Impacte. Pero es un segmento más cercano al voyeurístico, estilizado y excesivamente coreografiado de Abdellatif Kechiche que al naturalista y atmosférico de Guiraudie. Por momentos parece que está extraído o parece demasiado inspirado en las habituales excusiones de Brian Kinney (Gale Harold) al cuarto oscuro en Queer as folk (Ron Cowen, Daniel Lipman, 2000-2005). Quizás es que tenemos algunos tiros dados, pero el caso es que es una visión que se me antoja un tanto superada, por más que, aún así, algún heterosexual despistado salga despavorido de la sala en cuanto se encuentre con ese inicio (me cuentan que un crítico así lo hizo en el pase de Barcelona). Entiendo que ellos pretenden quitarle toda la carga negativa a ese tipo de práctica, acotar la sordidez para entendernos, pero también habría que apuntar que hubiese sido una decisión mucho más valiente plasmarlo en su mayor crudeza, sin ambages esteticistas. No obstante, como veremos, esa postura tiene sentido en el desarrollo del film, porque Olivier Ducastel y Jacques Martineau siempre apuestan por el idealismo y por lo amable.

Theo y Hugo, Paris 5 59

Por eso, resulta chocante que dos personajes que se conocen en esa tesitura, por mucho que hayan gozado, luego quieran hacer el camino de vuelta a casa juntos y se declaren amor eterno como luego sucede en la parte menos estimulante del film. Se trata de aquella en la que circulan por la noche de París (destacables las tomas en plano angular que embellecen la captura de las calles), y donde los directores prefieren que todo lo que sienten se dialogue y se lo digan mutuamente, dejando nulo margen al espectador para que él mismo construya la situación entre ambos personajes (la intepretación de los actores en ese sentido está castrada, ya que los diálogos les dejan poco margen de maniobra). Estamos muy lejos de la pericia de Andrew Haigh en Weekend (2011), que plantea un encuentro en similares términos, pero con una autenticidad que en Theo y Hugo, Paris 5:59 me cuesta encontrarla.

Por supuesto, hablamos de ficción y, de hecho, ellos mismos dejan claro sus intenciones, cuando rompen la lógica «realista» de la acción en la secuencia de sexo. Me refiero a aquel momento en el que Hugo por fin se da cuenta de la presencia de Theo. El cromatismo utilizado hasta ese momento basado en unos saturados azules y rojos se rompe, los actores son iluminados por una luz blanca que realza el efecto de conexión espritual que tendrán al unirse físicamente, «desaparecen» todos los que les rodean en la sala y ambos van a su encuentro para por fin tener ese acto sexual que les supondrá tanto deslumbramiento, como después los directores se encargarán de subrayar. En Theo y Hugo, Paris 5:59 hay un claro viaje que parte de lo carnal y lo físico para llevarnos a un viaje etéreo de la fantasía y el sueño, del sexo al romanticismo y ahí en esa ruptura queda perfectamente expresado.

Theo y Hugo, Paris 5 59 (2015)

Desgraciadamente, la película pierde fuelle cuando llega a su destino, cuando desea describir cómo los personajes negocian con ese momento mágico de iniciar una relación verdadera más allá de la afinidad sexual y acaba dejando un poso algo descafeinado. Cierto, a Olivier Ducastel y Jacques Martineau, en lo que se refiere al tratamiento de sexualidades no heterosexuales no le podemos pedir la potencia de un Bertrand Bonello o de la primera época de un Sébastien Lifshitz. Ni tampoco la inteligencia de un astuto y juguetón François Ozon. Porque son cineastas que siempre han preferido quedarse en una zona alejada de lo intenso (Bonello y Lifshitz) y lejos están también de las ambigüedades de lo perverso (Ozon). Theo y Hugo, Paris 5:59 quiere ser un paso adelante en su filmografía y dentro de sus aspiraciones lo es, aunque mucho menos atrevido de lo que presuponen. Y aunque lo intentan no pueden salir de aquel territorio terrible, el del sí pero…no.

  1. Hace acto de aparición en Jeanne y el chico formidable (Jeanne et le garçon formidable, 1998), Drôle de Félix (2000) y Nés en 68 (2008)
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Comentarios sobre este artículo

  1. carlos meza dice:

    Pensé que el artículo iba a profundizar más la película, pues la describe, pero no analiza que la película se entiende de una forma distinta al final cuando el chico deja el movil en su casa, y a estar a pasos de la casa se toma una decisión que es absurda, pero que es la clave de «lectura» de la pelicula. El por un momento queda en su casa, se le olvida el telefono, pero al final decide «compartir» el telefono hasta la prueba.

    1. Manu dice:

      Procuro siempre tratar todas las películas con rigor y seriedad y creo que aquí no ha sido la excepción. También he procurado aportar más elementos que los meramentes descriptivos y creo que están ahí para quien quiera fijarse en ellos. Respecto al final es algo que no suelo manejar porque siempre pienso en aquel que la ha visto como el que no. No obstante, bienvenida sea tu aportación y tu lectura. Muchas gracias. Saludos.

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