These Are The Rules
Espere su turno Por Bea González
Resulta complicado hablar de algunas películas, especialmente cuando lo que te atrae de ellas tiene que ver con su capacidad de comunicar sin palabras, a través de pequeños gestos, miradas y silencios. These are The Rules, la 5ª película del director croata Ognjen Svilicic (Sorry for Kung fu, 2004; Armin, 2007) es de ese tipo de películas.
Presentada en la pasada edición del Festival de Venecia en la sección Horizontes, en dónde su protagonista masculino recibió el galardón al mejor actor, el film ha pasado por diversos festivales internacionales (Warsaw, Stockholm, Pula…) acumulando varios premios ante de recalar en Sarajevo. Su inclusión dentro del programa Open Air, el más popular del certamen balcánico, suponemos es en gran parte responsabilidad de la presencia de Jasna Zalica (Sueño de una noche de invierno, 2004; Gori Vatra, 2003) y Emir Hadzihafizbegovic (Circles, 2013; The Tour, 2008; Snow, 2008) en los personajes principales, dos actores bosnios muy conocidos y admirados entre el público local. Responsabilidad de Zalica y Hadzihafizbegovic son también los mayores logros del film. Destacaría, ya también como curiosidad, la presencia de Crystel Fournier (Girlhood, 2014) como responsable de la acertada fotografía.
Basada en hechos reales, un suceso violento ocurrido en el 2008 en Zagreb que tuvo notable repercusión mediática, Svilicic construye, partiendo de muy poco, un notable y austero drama naturalista, aunque también pretendidamente grisáceo y anodino durante la mayor parte de su metraje en torno a una familia de clase obrera, Maja, Ivo y su hijo Tomica, a la que le ocurre algo que cambiará sus vidas.
Maja e Ivo están casados, y de sus rutinas cotidianas llegamos a suponer que desde hace muchos años. Ivo es conductor de autobús, Maja se ocupa de la casa. Tienen un hijo adolescente, Tomica, que pasa según ellos demasiado tiempo en su habitación. A la casa de Maja, Ivo y Tomica no se entra con zapatos, nada más cruzar la puerta las zapatillas de los tres esperan alineadas. A Ivo le gustan los pimientos, como se los hace Maja, aunque ésta le regañe cuando los compra fuera de temporada. A Ivo no le gusta mucho lavarse el pelo, Maja le cuenta los días que lleva sin hacerlo. Maja cree que necesitan una cocina nueva, Ivo en cambio defiende que no le pasa nada. Mediante la repetición de conductas cotidianas y el enfoque naturalista Svilicic va construyendo la sensación de rutina, una rutina anodina, pero como llegaremos a ver hacia el final de la cinta, también reconfortante.
Tras presentarnos a Maja e Ivo, un suceso inesperado que tendrá como protagonista a Tomica detendrá momentáneamente la rutina de la familia y veremos a nuestros protagonistas enfrentarse a la burocracia y el desafecto de las instituciones locales. Con su sistema de creencias que parece pivotar sobre la idea de que si cumples las normas el otro también lo hará, con su presencia contenida, sosegada y en cierto modo pasiva, Maja e Ivo esperan su turno en la comisaria y en el hospital, piden sus recibos, obedecen las indicaciones y aceptan las explicaciones de un interlocutor que permanece indiferente y atrapado en su propias reglas y rutinas. Es en todo este tramo dónde podemos detectar con mayor claridad, aunque ya esté presente en toda la cinta, la influencia en la película de cierta tradición de cineastas rumanos actuales y su retrato del modo de funcionamiento de las instituciones y la administración. Un eficaz entramado de burocracia que parece diseñado para mantener la alienación a ambos lados de la ventanilla, del lado del funcionario que se comporta cual autómata guiado por los procedimientos y del lado del ciudadano que ha aprendido que no hay más solución que esperar su turno.
Svilicic podría haber acabado aquí, con Ivo y Maja volviendo a casa con su certificado y Maja preparando a Ivo sus pimientos (con menos sabor al estar fuera de temporada), pero no lo hace y le concede a Ivo un camino alternativo, que se desvía del hasta entonces pautado y pausado modo de hacer de las cosas según nos han dicho que han de hacerse. Suponiendo la decisión que aquí toma Svilicic, constreñida por el acontecimiento en el que se basa el film, es de agradecerle la rápida resolución de la misma y el retorno de la mirada a Maja e Ivo que ya de vuelta a su escenario natural deciden enfrente de su cocina supuestamente estropeada si preparan los pimientos para la comida. El rítmico y reconfortante, por conocido, sonido del cuchillo sobre la tabla de cortar mientras comienzan y avanzan los créditos finales en la pantalla resulta la mejor metáfora posible para transmitir cómo después de una tragedia, quizás la peor imaginable para una familia, la vuelta a la rutina se convierte siempre en el mejor de los regalos.